"Esto es muerte o vida, y no cabe errar.
José Martí, "Carta a Manuel Mercado"
El anuncio del Presidente Obama el 17 de diciembre, referido a que los Estados Unidos reanudarían las relaciones diplomáticas con Cuba, no incluyó una explicación de lo que se desencaminó hace medio siglo, cuando decidieron romperlas, el 6 de enero de 1961.
Los revolucionarios cubanos tomaron el poder el 1ro de enero de 1959, al derrocar a Fulgencio Batista, estrecho aliado del gobierno de EE.UU. La administración republicana del Presidente Dwight Eisenhower hizo numerosos esfuerzos por detener a los revolucionarios incluso antes de que conquistaran el poder. Por supuesto que una administración conservadora enfrentada a un creciente movimiento a favor de los derechos civiles en casa y a una lucha anticolonial por todo el Tercer Mundo no se sentía cómoda con Fidel Castro y sus barbudos.
En cuanto la Revolución tomó el poder, el gobierno de EE.UU. les brindó refugio y apoyo a los contrarrevolucionarios. Ataques de "muerde y huye" por mar y por aire eran casi un problema diario que enfrentaban las autoridades cubanas en la medida en que sus enemigos contrarrevolucionarios usaban a voluntad el territorio norteamericano. Además, la redistribución de la propiedad y otras reformas sociales y económicas, así como la postura nacionalista de Cuba, eran consideradas en Washington sumamente peligrosas y como una amenaza desestabilizadora para el tradicional dominio de los EE.UU. en el hemisferio.
A partir de diciembre de 1959, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) trabajó en numerosos proyectos para asesinar a Fidel Castro, incluso antes de que Eisenhower aprobara una invasión militar. A inicios de febrero de 1960, el gobierno de los Estados Unidos le había dado a la CIA luz verde para organizar una fuerza invasora que sería entrenada en Guatemala y Nicaragua, gobernadas a la sazón por dos brutales dictaduras derechistas. Mientras tanto, los contrarrevolucionarios dentro de la isla recibían de la CIA entrenamiento y recursos tales como bombas incendiarias para escenificar ataques terroristas en La Habana y otras zonas urbanas al tiempo que las lanchas rápidas y los aviones se dedicaban a constantes sabotajes en instalaciones costeras desde bases en la Florida. Las autoridades cubanas denunciaban constantemente las incursiones, los complots y la política de violencia y hostigamiento.
A principios de marzo de 1960, Eisenhower,recortó la cuota azucarera que había sido establecida como parte de las relaciones bilaterales desde 1934. La intención resultaba clara: propinarle un golpe económico de envergadura al sector más importante de la economía cubana, con efectos multiplicadores en el comercio, la actividad bancaria, el empleo y los intercambios. El propio sustento de la fuerza de trabajo cubana y de una porción significativa de corporaciones norteamericanas y cubanas resultó afectado de manera catastrófica. El gobierno de los EE.UU. estaba enviando un mensaje dramático y poderoso a los capitalistas extranjeros y cubanos en la isla: si desean sobrevivir, tienen que jugar las cartas que estamos repartiendo. En cuestión de días [17 de marzo de 1960] se le dio a la CIA permiso oficial para lo que ya había estado haciendo desde principios de ese año: organizar una fuerza expedicionaria de exiliados cubanos. Dos meses y medio después, todos los suministros de petróleo a la isla procedentes de los Estados Unidos, Venezuela y Gran Bretaña fueron suspendidos a instancias del gobierno de los EE.UU. Hasta a las empresas petroleras que deseaban hacer negocios con La Habana se les hizo saber que tenían que transitar por ese mismo camino. Estos fueron golpes económicos masivos a la supervivencia misma de la nación. Las medidas políticas y económicas se intensificaron con el terrorismo y el sabotaje de la derecha, que se incrementaron hasta el punto de convertirse en una rutina diaria por toda la isla. La CIA suministraba los artefactos y fomentaba la ansiedad y la preocupación en la población cubana. En la medida en que el gobierno de los EE.UU. se involucraba en la guerra económica, el gobierno y el pueblo cubanos respondieron. El reclutamiento y el entrenamiento de las milicias revolucionarias se aceleraron. A mediados de agosto de 1960, Cuba nacionalizó/confiscó la mayoría de las propiedades norteamericanas en la isla. Y el 19 de octubre, el gobierno de EE.UU. le impuso un "embargo" al comercio de la isla. Sin embargo, Washington no rompió aún las relaciones con Cuba.
Era un año de elecciones, y en noviembre John Kennedy ganó la presidencia. En el último debate televisado, el tema principal discutido por los candidatos fue la política de EE.UU. hacia la isla. Curiosamente, el candidato republicano, el vicepresidente Richard Nixon, "defendió" el principio de no intervención en los asuntos internos de otros estados nacionales, aunque ya él y Eisenhower habían aprobado la invasión de Bahía de Cochinos. El candidato demócrata, por su parte, sonó como un guerrerista y un anticomunista extremo en aquel debate presidencial. Por supuesto, ambos candidatos apoyaban el derrocamiento del régimen revolucionario.
Kennedy ganó en aquel mes de noviembre, mientras que las relaciones diplomáticas formales continuaban entre los dos países. Los planes de invasión estaban desarrollándose a máxima velocidad. La CIA proseguía su reclutamiento y su entrenamiento de exiliados cubanos en América Central, la ciénaga de los Everglades en la Florida y en Louisiana.
Mientras tanto, dentro de la isla aumentó el número de bandas contrarrevolucionarias urbanas y rurales. La coordinación se manejaba a través de la radio de onda corta. Algunos ciudadanos cubanos, incluidos miembros del personal de la embajada norteamericana, fueron arrestados por conspirar con cubanos derechistas, por brindarles entrenamiento y recursos para llevar a cabo sabotajes.
Enfrentando una violación tan abierta de la soberanía cubana, el 3 de enero de 1961 Fidel Castro dijo en un discurso público que la cantidad de personal de la embajada de los EE.UU. en La Habana tenía que ser reducida al mismo número del personal diplomático cubano en la embajada del gobierno de La Habana en Washington, D. C. Dijo:
La Revolución ha tenido mucha paciencia; la Revolución ha consentido que una plaga de agentes del servicio de inteligencia, disfrazados de funcionarios diplomáticos de la embajada americana, haya estado aquí conspirando y promoviendo el terrorismo. Pero el Gobierno Revolucionario ha decidido que antes de 48 horas, antes de 48 horas, la embajada de Estados Unidos no tenga aquí ni un funcionario más de los que nosotros tenemos … Permítanme terminar la idea. El hecho de que hubiésemos establecido un orden en la expresión, ha servido en este caso para descubrir un deseo del pueblo. Nosotros no íbamos a decir todos los funcionarios, sino ni un funcionario más del número de los que nosotros tenemos en Estados Unidos, que son 11. Y estos señores tienen aquí más de 300 funcionarios, de los cuales el 80% son espías… Si ellos quieren irse todos, entonces ¡que se vayan! Ellos, a través de la representación diplomática, han introducido aquí un verdadero ejército de agentes conspiradores y promotores del terrorismo…Por lo tanto, el gobierno revolucionario adopta esta posición que ha expresado aquí. No rompemos con ellos, pero si se quieren ir, ¡que les vaya bien!
Castro también observó que mientras Washington, D.C. mantenía una representación diplomática en Cuba, la administración Eisenhower instaba a los gobiernos latinoamericanos a romper relaciones con la isla.
En un lapso de 24 horas, la administración Eisenhower rompió las relaciones bilaterales. La reacción cubana fue movilizar a la población contra una posible intervención militar. Esto ocurrió apenas tres semanas antes de que Kennedy tomase posesión. En cierto sentido, los republicanos ya habían acorralado a Kennedy en una esquina, incluso antes de que asumiese su cargo. La decisión de romper relaciones tenía la intención de limitar las opciones de Kennedy en cuanto a la política respecto a Cuba. Él no podía restablecer las relaciones y había heredado los planes republicanos/CIA.
En su alocución de despedida dos semanas después, el Presidente Eisenhower pronunció su ahora célebre discurso sobre "el complejo militar industrial." Dijo:
En los Consejos del gobierno, debemos ponernos en guardia contra la adquisición de influencia injustificada, ya sea procurada o no, por parte del complejo militar-industrial. El potencial para un desastroso aumento del poder equivocado existe y persistirá.
La ruptura de relaciones con Cuba pudo haber sido un ejemplo de ese tipo de influencia injustificada.
El 20 de enero, el primer día de la administración Kennedy, Cuba puso fin a su movilización militar. Ese fue un mensaje político significativo. El gobierno cubano dio por su sentado que los demócratas podrían ser más conciliadores. Y Fidel ofreció una rama de olivo; dijo:
¿Qué decir ante la alternativa de que haya paz para nuestro país y paz para el mundo? Bienvenida sea esa oportunidad, y bienvenida sea esa paz. Y ojalá que en el gobierno de Estados Unidos triunfen los que sean capaces de comprender la tremenda responsabilidad que tienen ante el mundo; ojalá tengan la firmeza y tengan el valor de hablarle con honradez y de hablarle con honestidad al pueblo de Estados Unidos; ojalá comprendan que ese es el deber que tienen por delante, y ojalá tengan ese éxito, si albergan ese empeño. Nosotros nos alegraríamos de cualquier rectificación; nosotros sabemos lo que tiene por delante el nuevo Presidente de Estados Unidos. Si emprende un sendero honesto de rectificaciones en bien del mundo y en bien de su propio país, le deseamos éxito. Mientras, esperamos por los hechos, que son más elocuentes que las palabras."
En sus dos primeros años, la administración Kennedy llevó a cabo una escalada en la confrontación.
Cincuenta y tres años y nueve presidentes después, el gobierno de los EE.UU. respondió. Ahora tenemos que ver los hechos reales, y hasta qué punto estos pudieran ser constructivos o no.
**Nelson P. Valdés es profesor emérito, Universidad de Nuevo México, y miembro fundador del Consejo editorial de Temas.
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