domingo, 23 de abril de 2017

La avenida 49

Por Fernando Luis Rojas

1.

La avenida 49 es una de las vías más importantes de San Salvador. Para los que vivimos en La Habana, si aterrizamos en la ciudad y caemos de fly en esta calle, podríamos pensarla –con más carros y menos baches– émula de la avenida 23. No es exacto. Poco a poco, iríamos descubriendo que hay más veintitrés (ojo, La Rampa es otra cosa).

Pero esta no es una historia de cubanos, aunque también. Para los salvadoreños, la 49 –que sería “otra” de las calles con vehículos y sin huecos– es una de las rutas que recorren a diario para ir y regresar del trabajo. Ya dicen que hay tráfico a cualquier hora, pero el clímax matutino es entre seis y ocho y media; y el vespertino entre cuatro y siete. En esto sí hay más constancia. Aquí las horas laborales se exprimen y de cualquier punto cardinal, hay gente viajando desde la madrugada para llegar a la capital a tiempo y cumplir su rutina.

Para otros salvadoreños, la avenida 49 es la vía para llegar a Metrocentro. ¿Qué es? Pues un monstruo: el centro comercial más grande de El Salvador y Centroamérica y el que recibe más visitas por mes. Una de esas ciudades de cristal (y hierro) a veces detectivescas –a la manera de Paul Auster– como cuando, en una tienda afín y en medio de un temblor de tierra de 5.1, la gente no podía salir sin pagar. En Metrocentro, con sus más de 760 locales comerciales, sus 200 mil metros cuadrados y 2500 parqueos vi que el imaginario de la “vidriera-museo” se manifiesta en Cuba en una escala menor. Si Carlos III es un museo tropical, Metro vendría a ser el MoMA.

Pero sigamos en la 49.

2. 

El olor a orina me trasladó a la entrada del Latino. ¿Será un karma de los estadios? Era un olor penetrante, que se colaba en la lengua, pero con un sabor hegemónico a maíz y curtido, a plena pupusa salvadoreña.  

La avenida 49 se llevó el premio de mis caminatas en San Salvador. Justo allí, a mi derecha, se alzaba el bloque azul, el estadio Jorge “el Mágico” González. ¿Quién coño es “el Mágico” González? “¿No sabes?” Me pregunta incrédulo Eduardo. Y él se avergüenza porque su país no se conozca; y yo me avergüenzo por no conocer a su país. “Mira, aquí está su estrella”. Y es cierto, en la acera –como una versión criolla y corta del Hollywood Walk of Fame– está la estrella de Jorge Alberto González, “el Mágico”.

Para mí era un misterio. Crecí en Santiago de Cuba y de adolescente “la aplanadora” estaba en su apogeo beisbolero. Para mi primo y yo no existían Germán Mesa, Víctor o Linares; la cosa era más sencilla: Pacheco o Kindelán, y de vez en cuando el preterido Pierre. Vi fútbol por primera vez en 1994 y bebí una historia limitada de ese juego, una historia –como la de las sociedades– escrita por los grandes, por los vencedores.

¿Quién coño es “el Mágico”? La doble vergüenza de Eduardo y mía se volcó en una alfabetización en imágenes, y la memoria dormida –que es la garantía del olvido y los yerros– despertó. Ahí vino el homenaje del Cádiz cuando ascendió por última vez a Primera; o el golazo frente al Barcelona corriendo y sorteando contrarios desde más de media cancha; o la historia de “un tipo”, un “mago loco” que rompió todo molde y fue más rebelde que todos.

Aquí el fútbol se vive diferente. Hay Barça y Madrid, pero también Alianza, Águila, Santa Tecla, FAS y Firpo. Queda el recuerdo, cercano en algunos, de las participaciones mundialistas de 1970 y 1982. En esta última, la Selecta recibió una goleada de escándalo ante Hungría y cedió –decorosamente– ante Bélgica y Argentina. Pero se había llegado al mundial. Era la generación de un mago.

El fútbol se vive diferente, y los futbolistas viven diferente. Ni bien, ni mal: diferente. Al menos, así lo vi en el “El Loco” Abreu cuando en diciembre de 2016 marcó un doblete para que Santa Tecla se coronara campeón del Apertura. Me recordó el festejo del uruguayo en aquel penal a lo Panenka que marcó frente a Ghana en el mundial de Sudáfrica.

Un loco que hizo magia en Santa Tecla y un mago, dueño de una jugada con nombre loco: “la culebrita macheteada”. Tiene que vivirse diferente el fútbol aquí.

3.

“El Mágico” tiene su estrella y su estadio. Y las jardineras de ese estadio, que no tienen flores, sirven a la gente sin casa para dormir. Cuento los bultos de ropa y lona apilada, que valen de frontera, Patria y Estado a uno, dos, tres… ocho personas. Frente a ellos, alzada en un tubo que hiere la misma acera donde está la estrella del futbolista, la paradoja de un anuncio de Wendy´s o Kentucky Fried Chicken (KFC).

Y el espacio físico me aturde. Geografía y memoria se juntan, me emboscan desde una vista del lago Coatepeque, de la isla de Alfredo Cristiani, el hombre que era presidente cuando los militares se metieron a la Universidad Centroamericana y asesinaron a ocho personas. Cristiani, el “Presidente de la Paz”, la paz que no pudo ver –entre miles– el sacerdote jesuita y rector de la UCA Ignacio Ellacuría.

En la cuadra del estadio no hay flores. Hay gente sin casa, bultos frugales y carteles lumínicos. Eduardo me aguanta del hombro, me mira condescendiente y a mí me hierve la sangre. Me enciende esa loca dinámica de mirar diciendo: “no está bien, no es correcto, pero es natural”. Y yo digo mirando: “no es natural hermano. Si a mí, en Cuba, cosas menores que estas tampoco me son naturales”.

Caigo en la cuenta que no le hago justicia y me detengo. Allí, bajo el paso de nivel lleno de figuras y graffitis. Allí, donde en unas horas pasearán –a la manera de Silvio– “flores de Quinta Avenida” o –a la manera del buen Eduardo– “orquídeas del mar”. ¿Será una forma caprichosa de saldar las flores que no hay en las jardineras?

4.

La 49 tiene algunas lomas. Nada comparable con las del país. Las “trabazones” (tranques) de los carros son imposibles. Los  autos se apilan en las calles, la gente en las aceras y los “buseros” (guagüeros, choferes) vienen a confirmar que son identidad de grupo mundial: se meten delante, frenan como si cargaran vacas, te apuran, se guardan el vuelto…

Con esto de lomas y gentes vuelvo a pensar que no hago justicia. Ahora no es a Eduardo, sino a las mujeres que con treinta libras en una cesta sobre sus cabezas ascienden cientos –y a veces miles– de metros empinados. Las he visto en Chinamequita, el Boquerón de San Salvador, Morazán… Las he visto en todos lados y regresan recurrentes. ¡Coño! ¡Qué larga se hace esta avenida citadina!

Al fin. La 49 se convierte en el Bulevar de los Héroes justo a unos pasos de Metro. Pero ya hablé de eso… y vuelven las imágenes de jardineras vacías, jesuitas muertos y ciudades acristaladas.

Y Eduardo vuelve a sujetarme el hombro. Ya advertido, borró la condescendencia y ahora sonríe con esa picardía salvadoreña que es mito y realidad. Me susurra: “los que lloraron borrachos por el himno nacional bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte, los arrimados, los mendigos, los marihuaneros, los guanacos hijos de la gran puta, los que apenitas pudieron regresar, los que tuvieron un poco más de suerte, los eternos indocumentados, los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo, los primeros en sacar el cuchillo, los tristes más tristes del mundo,  mis compatriotas, mis hermanos”; y le abrazo y le digo “hermano”. ¡Ayyy Roque! Del sufrimiento y los contrastes no se sale. Pero, con egoísmo vergonzante, pueden posponerse un poco. “Eduardo”, le digo, “vayamos por pupusas y cervezas”.


jueves, 20 de abril de 2017

De nuevo desde la ortodoxia, ahora –evidentemente– desde “otra” ortodoxia

Por Fernando Luis Rojas

“(…) lo que podrá sacar a luz los tesoros de las experiencias y las enseñanzas no será la apología acrítica sino la crítica penetrante y reflexiva.”.
R. Luxemburgo

Había terminado el anterior post con una frase macarrónica en que le apuntaba a la UCLV el mérito de “hacerme coincidir ante un problema concreto con gente con la que no tenía nada que ver”. La borré. Me pareció confusa, y que ocultaba el hecho del antagonismo entre lo que propone una organización como Somos+ y la manera individual en que veo el proyecto colectivo de la Revolución cubana. Al final, de todas formas, la gente hace sus lecturas y construye sus relaciones de manera bien libre. La borré por gusto.

Cuatro trabajos me han lanzado a escribir este nuevo post: Argumentos de verdaderos revolucionarios, A una nueva Contra una nueva estrategia revolucionaria, Nuestras razones y Universitaria (este último es en realidad dos párrafos porque luego reproduce Argumentos de verdaderos revolucionarios), publicados entre el 18 (Nuestras razones) y el 19 de abril. Paso por alto los comentarios en las eufemísticamente llamadas “redes sociales”. Por cierto, BBC y El País llegaron a destiempo, como debía ocurrirles siempre en los “asuntos cubanos” y latinoamericanos.

Lo primero es que a pesar de las coincidencias en fechas y el empleo de términos similares no me atrevería a calificarlos como unidad, son diversos.

Primera tesis: Las reacciones y las críticas ante la expulsión de Karla María Pérez González también han sido diferentes. Si responden al “diseño de campaña” de Somos más –posibilidad que no descarto–, ello no deslegitima todas las posiciones que denuncian el hecho.

Segunda tesis: Hay dos grandes cortinas de humo sobre el asunto. La primera, es aquella que disminuye el hecho concreto para situarlo como “una manifestación más” de “la represión” en Cuba. La segunda, esa que lo aprovecha para lanzar acusaciones y calificativos –en una nueva temporada– a la manera de “hipócritas solidarios”, “oportunistas escandalizados”, “egocéntricos cargados de verdades absolutas”, “ilustrados melancólicos” y “revolucionarios utilizados”.

En ambos casos, Karla María y su expulsión pasan a un segundo plano. La joven de 18 años vendría a ser una pieza, un rehén político de la propia organización a la que pertenece. Siendo inteligente, sacaría sus conclusiones del asunto.

Como diría un socio, esta cortina de humo expresa la contradicción de que cuando combates a la contrarrevolución tienen que oírte en la Plaza; y  cuando criticas y condenas los errores del gobierno cubano deben legitimarse en Diario de Cuba.

Tercera tesis: En la lucha política, las argumentaciones y razonamientos no tienen efecto retroactivo. ¿De qué sirve “un expediente” de sus actividades a destiempo? ¿Alguien pensó que a estas alturas el asunto pasaría silenciosamente? En la línea de mi post anterior, esto no es lucha por la hegemonía, es autopsia.

Cuarta tesis: Volvemos a la cuestión del Derecho. Sin dudas, es la principal referencia para defender la permanencia de esta joven en la Universidad Central de Las Villas. Pero –y mis amigos juristas me matarán– al Derecho (y los Derechos), de norte a sur y de este a oeste de este mundo loco, lo hace imperfecto (al menos a su ejercicio) la desigualdad. Recordemos esa frase genial de la película NO: “usted tiene un sistema [el capitalismo] en que cualquiera puede ser rico, no todos, cualquiera. No se puede perder cuando todos apuestan a ser ese cualquiera”. Y esa es la ruptura –que en materia de Derecho (y los Derechos)– la Revolución cubana no debería permitirse.

Quinta tesis (y Final): Ya se ha dicho varias veces que el pensamiento de Fidel sería un terreno de disputas en el propio campo que se proclama “revolucionario”. Ello se manifiesta de forma dramática cuando el texto de la UCLV Nuestra razones habla del “concepto de Revolución”. A manera de botón de muestra, si “Revolución es sentido del momento histórico”; ¿no tener sentido del contexto es contrarrevolución? ¿Se entiende?

Epílogo

Pues teniendo en cuenta lo anterior, yo me mantengo en mis quince: considero un error la expulsión de la estudiante Karla María Pérez González de la UCLV. Ya mañana me corresponderá discutirle, o incluso resistirme al linchamiento anunciado a quienes militamos en organizaciones opuestas. Temerle a eso sería aceptar que no somos nada…


lunes, 17 de abril de 2017

Hablando desde la ortodoxia del caso UCLV

Por Fernando Luis Rojas

Fui de los que enarboló como consigna la idea de “universidad para los revolucionarios”, como lo hicieron y olvidan (que lo hicieron con entusiasmo y rigor) muchos que también dirigieron la Federación Estudiantil Universitaria (FEU). No soy de los que se niegan, y tampoco de los “que despiertan” al primer contacto con otro paradigma democrático.

Por aquellos tiempos entendía la frase, y creo lo hacíamos varios, en una perspectiva no excluyente. En primer lugar, ya el axioma tiene una marca bastante jodida que martilla en cualquier cabeza hoy: “para los revolucionarios”… ¿Quiénes son? ¿Dónde están? ¿Cuál es el nivel de “no revolucionarismo” permisible? Sinceramente, las últimas discusiones sobre el asunto en la blogosfera han planteado el tema pero han aclarado y construido poco. Antagonismo, menciones infantiles a Marx y Lenin, chusmería… vienen a presentar como debate algo que es un monólogo a partes.

En segundo lugar, la frase para nosotros tenía que ver con quién logra la hegemonía. En la facultad, el pedagógico y otras estructuras de dirección de la FEU luchábamos políticamente; una lucha que en medio del inmovilismo parecía inexistente. La gente había votado por nosotros, habíamos perdido algunas elecciones, armábamos equipo, consensuamos argumentos, discutíamos… En fin, tenía que ver con la hegemonía. Nosotros “nos creíamos” revolucionarios, y pulsábamos por una preponderancia de nuestro campo.

¿Había gente “no revolucionaria” en la universidad? O, digámoslo en un lenguaje menos difuso: ¿había gente que no apoyaba el proyecto político que se presenta como Revolución cubana? ¿Había estudiantes que cuestionaban y criticaban las decisiones del gobierno, e increpaban a los dirigentes institucionales o estudiantiles? Claro que sí. Somos+ no existía entonces; porque –en rigor– la crítica no ha sido en Cuba un patrimonio exclusivo de los grupos financiados desde los Estados Unidos y Co.

Recuerdo aquello que llamamos “prueba de fuego” previo al VII Congreso de la FEU y las duras discusiones en las aulas –perdonen el eufemismo tras el siglo de reparación– de Física, Psicología, Comunicación de la Universidad de La Habana. En todos los casos, los encuentros –que en ocasiones se extendieron cuatro horas– se saldaron en favor “del proyecto”, y no siempre gracias a nosotros. Acudieron en coincidencia estudiantes con los que otras veces entramos en contradicción, o profesores que con el tiempo –y en franca expresión de retroceso institucional– han sido estigmatizados por las autoridades universitarias y una nueva oleada de analistas blogueros.
 
Desde estas experiencias y el actual contexto, ¿qué ha hecho la FEU de la Universidad Central de Las Villas con la decisión de expulsar a la estudiante Karla María Pérez González –a la que no conozco personalmente– y con la emisión de su declaración del 14 de abril?

  1. Renunciar a un espacio de confirmación y/o disputa de la hegemonía, que se trasladará con mayor fuerza –después de la medida– a otros escenarios.
  2. Evidenciar que se siente “incapacitada” para discutir y atraer (o no) a jóvenes estudiantes que apenas se encuentran en primer año.
  3. Confirmar que ante una decisión tan importante como la de “expulsar” a una estudiante, le basta con una mayoría simple (teniendo en cuenta que en la declaración no se confrontan los datos ofrecidos por la joven).
  4. Demostrar que a la voluntad de bombardear a las actuales instituciones cubanas que se presenta como objetivo de “los enemigos de la revolución”, puede unirse el esfuerzo que realizan algunas organizaciones por dinamitarse a sí mismas.
De esto y más hay en la actual decisión tomada en la Universidad Central de Las Villas, y en la que la FEU de ese histórico y tradicionalmente polémico centro de estudios ha aparecido como punta de lanza.

Podría haberme referido como argumento principal al derecho a la educación superior que se relanzó en Cuba después de 1959 –para no hablar de este derecho en abstracto–, pero eso ha marcado varios de los post leídos sobre el tema (y con los que coincido en líneas generales). Además, sabemos que muchas veces (y en muchos lugares) la cotidianeidad socioeconómica y la naturalización de las diferencias entre los seres humanos, obstaculizan la realización de lo que se grita a los mil vientos como un derecho.

Las versiones están demasiado polarizadas. La propia estudiante, una conversación con Radio Martí, unas declaraciones de la madre que me hicieron sentir como un excomulgado y expulsado de todo (a simple vista no quepo en su proyecto), una repiqueteada declaración de la FEU de la Universidad que no argumenta, solo “ratifica” a través de lugares comunes. A estas horas, estoy esperando otras informaciones sobre el asunto… Lo más cómodo sería aguardar…