lunes, 31 de agosto de 2015

Irse o no irse... es esa la cuestión?

Por Carlitos

La política migratoria cubana ha cambiado bruscamente. Pese a resacas absurdas (como prohibiciones a que las familias acompañen a los colaboradores, o la reticencia a poner en la televisión los juegos de cubanos en grandes ligas), la reforma migratoria llegó para quedarse. Y, más allá del discurso político (que también ha cambiado), la transformación que esta medida va logrando en la sociedad cubana no tiene marcha atrás.

Pero, como el racismo o la homofobia, una cosa es el cambio en la política y otra bien distinta son los cambios en la mente de la gente. La decisión de emigrar de los otros, en medio de presentes pantanosos y futuros inciertos, es una pregunta al por qué yo no me he ido aun. Los que tienen el proyecto en camino respaldan la decisión; los que no pueden o no quieren tienden a cuestionarla. Los cubanos no somos de términos medios. Decimos que cada cual haga lo que quiera, pero...

La pregunta se ha vuelto también contra los que se quedan. En definitiva, tanto irse como quedarse es una decisión difícil. Y a la fobia al que se va, ahora se suma la fobia al que se queda. Incómodos con sus propias preguntas y respuestas, algunos son intolerantes al que se queda, como si fuéramos bichos raros, como si no fuera posible (aunque difícil) hacerse un futuro en Cuba.

La evidencia es la prueba de lo que uno quiere ver. Muchos se han ido de Cuba, por la situación económica, por una casa, por vivir mejor, por probarse profesionalmente, detrás de una novia, para empezar de nuevo, por no encontrar espacios para hacer más por su país...

Pero no faltan los que ahora quieren o al menos se plantean regresar, muchos que preguntan, donde crees que se puede hacer una buena inversión? Decía David Torrens que ni de aquí ni de allá, pero creo que a la larga a él, como a otros, la tierra les picó fuerte. Un amigo que estuvo varios meses en Europa me decía metafóricamente que la mayoría de los cubanos con los que compartió todavía tiene sus maletas hechas. Tampoco faltan los que aun sin pensar en regresar bloguean, ayudan y sienten tanto como los de aquí.

Y en Cuba, algunos están como si no estuvieran, y en una especie de ejercicio para retorcerse el hígado viven denigrando de lo que somos, lo que fuimos y lo que nunca hubiéramos podido ser. Mientras, otros tantos quieren ver oportunidades junto a las contradicciones y retos frente a los conflictos; asumen, entienden o les da la gana de creer que la bronca es aquí y ahora.

Porque, seamos honestos, no se trata de estar aquí o allá. Lo que nos separa no es el mar, es la cosmovisión del mundo. Lo que nos separa es la manera como queremos a otros y a nosotros mismos, nuestros paradigmas éticos. Nos separa lo que creemos de la solidaridad, el dinero, la amistad, la convivencia, el amor... Por eso, si queremos preservar nuestra familia, nuestros amigos, nuestro país, no puede ser a fuerza de conflictos, sino de conciliar o respetar comprensiones diversas del mundo.

No lo digo desde la reflexión, sino desde el mal sabor de los conflictos que no llevan a nada. Los cubanos somos tozudos y reticentes a dar la razón al otro o siquiera a abandonar a tiempo una discusión. Lo vemos entre familiares, amigos, padres e hijos, parejas divorciadas, compañeros de trabajo, en la blogosfera. Algo hemos aprendido, pero nos falta mucho aun.

El país, la familia, la amistad que queremos no caerá del cielo; hay que luchar por ellos. Pero, ya que hemos recortado el mar, aprendamos a luchar de otro modo.

lunes, 24 de agosto de 2015

No busquemos más afuera

Por Carlitos

Internet (y el paquete), la reforma migratoria y el 17D dieron un giro de 180 grados al escenario político cubano: se acabó la burbuja. Los cubanos accediendo a todo tipo de noticias y productos culturales, viajando a ver a sus familiares, los familiares viniendo con sus reales o fingidas historias de éxito, y los turistas desembarcando en masa para, en el contacto people to people, mostrarnos las maravillas del american way of live.

No sabemos si de manera consciente o no, pero estas tres medidas (necesarias y quizás retardadas) cambiarán y están cambiando la vida de los cubanos, mucho más que los Lineamientos. Más aún, si la implementación de estos no se apura o actualiza, serán letra muerta en un escenario completamente distinto al del Congreso del Partido de 2011, abriendo cada vez más el abismo entre la sociedad real de la gente (que ahora tiene muchos medios para hacer su vida con independencia del Estado) y la sociedad virtual (aquella que pintan los medios de comunicación y alguna parte del discurso político).

Ante esta realidad muchos se movilizan para alertar de que los tiempos políticos cambian y es necesario estar preparados para una lucha ideológica mucho más fuerte.

Pero, mirando las cosas desde otro ángulo, lo que verdaderamente ha ocurrido es que pagamos el precio de no percibir desde hace mucho tiempo los retos de la lucha ideológica en un mundo globalizado. La política norteamericana, torpe y arrogante, en ocasiones sirvió como coraza para esconder nuestras flaquezas. Nosotros, mientras, en vez de cambiar a otras formas de hacer política y hacer conciencia sobre debilidades ideológicas, nos regodeamos en un discurso triunfalista. Las señales eran inequívocas, pero nadie hacia caso: la sangría de jóvenes al exterior, las desactivaciones de la UJC, los expedientes perdidos, la resistencia a asumir cargos políticos, la inexistencia de los CDR, el aburrimiento de los sindicatos, la marginalidad, la proliferación de tribus urbanas, etc. Hubo alarmas, pero siempre se veían las causas en factores externos: la labor del enemigo, los problemas económicos, la irresponsabilidad de la gente, la falta de exigencia de los cuadros, etc. El catalejo funcionaba a la perfección.

Ahora que un gobierno americano con los mismos intereses hegemónicos juega a una política inteligente (el llamado smart power), queremos correr. Una vez más cediendo la iniciativa, y en la lógica de responder al ataque del enemigo. Pero el reto, precisamente, no es percibir que todos salieron con el disparo y nosotros nos quedamos parados en la línea de arrancada; el reto es asumir (no importa si tarde) que los métodos que hemos estado utilizando para hacer política no solo son inefectivos, sino contraproducentes.

Hemos reconocido la necesidad de producir riquezas para poder redistribuirlas, pero nos hemos quedado paralizados en el terreno ideológico. Y no hay proyecto socialista (o anticapitalista) solo con crecimiento económico. Sin proyecto político definido, sin espacios de participación, si no se hace de una cultura alternativa un modo de vida, tendremos nuestra añorada "mejora económica" (quizás), pero nada más. Y entonces, ¿por qué luchamos?

Hace un tiempo Esteban Morales advirtió que el principal reto de nuestra política exterior es nuestra política interna. Si gozáramos de liderazgo, consenso y organización políticas reales, proyecto ideológico definido, y referentes culturales renovados, nadie temería a una avalancha de americanos paseando por nuestras calles o a cubanos yendo a visitar el mundo. En todo caso nos temerían a nosotros. Tanto es así, que la inercia de tantos años de Revolución (que es muy fuerte) ha creado una masa cultural sui generis a la que muchos políticos americanos temen con el people to people.

Podemos seguirnos regodeando en las fortalezas de la Revolución y en pintarnos la sociedad que no somos, podemos movilizar a los militantes y a los cuadros apostando a un voluntarismo pueril, podemos seguir buscando las causas en nuestra falta de combatividad o en la indolencia social, pero parece una senda segura al fracaso, no solo como proyecto político, sino como proyecto de nación. Siempre he preferido ver las cosas como son (incluso aunque pequemos de exagerar un poco) y, desde la percepción del caos, fundar todos una nueva Revolución dentro de la Revolución (porque una revolución que se "reforma" no es suficientemente revolucionaria).

Tenemos historia, tradiciones y (aunque dispersa) una vanguardia política real de izquierda. No busquemos más afuera. La bronca es aquí adentro.

La ética, el faro que nos guía

Por,

En estos días estoy impartiendo un postgrado de ética periodística en una universidad. A pesar de que la realidad de este país es muy diferente a la de Cuba, la investigación y preparación de mis ponencias me ha llevado a pensar mucho en el periodismo cubano.

Desde la Antigua Grecia la ética es la rama de la filosofía que estudia la bondad o la maldad de los comportamientos y Fernando Savater, la define como "el arte de vivir, el saber vivir, por lo tanto el arte de discernir lo que nos conviene y lo que no nos conviene".

El periodismo en general y el cubano en particular, pueden encontrar en la ética muchas de las respuestas que necesitan. En esos principios profesionales, que deberíamos definir entre todos, no solo se refleja lo que somos sino también lo que aspiramos a ser.

La UNESCO dice que la información debe considerarse un bien social y no como un simple producto. Este principio convierte al periodista y a los medios en "responsables de ofrecer a la comunidad la información que esta necesita para ser políticamente activa".

No puede haber democracia ni participación política si la población no tiene acceso a información veraz, completa y oportuna que le permita formarse una opinión. Se necesita estar informado para participar de forma efectiva en las decisiones de una nación.

Así, cada vez que un periodista oculta la verdad, una parte de ella o manipula los hechos está saboteando la participación popular y atentando contra el ejercicio de la democracia, entendida esta en su sentido más amplio, como el gobierno del pueblo.

El hecho de que un medio de prensa sea público, privado o del gobierno no lo exime de ser un bien social, tal y como lo define UNESCO. Esto implica que los derechos de propiedad que poseen están limitados en función de satisfacer las necesidades de los ciudadanos.

En este sentido, la información no puede ser considerada como una simple mercancía ni como una herramienta de propaganda política. Los editores, propietarios o periodistas no somos "dueños" de la información sino "medios" para llevarla a la gente.

La prensa no necesita un aparato de censura sino mecanismos de control social. El derecho a réplica es clave y en los medios digitales vive en los comentarios de los cibernautas, siempre y cuando se publiquen también las opiniones de quienes nos critican.

En otros países existen herramientas institucionales, desde mecanismos de control social sobre los medios públicos hasta los que promueven la figura de un "Defensor del lector". Sin embargo, en todo el mundo aún estamos en pañales en cuanto al control social de los medios.

Nuestra ética no debería oscilar al ritmo de los intereses de los grupos políticos o empresariales poseedores de los medios. Muy por el contrario, el periodismo "debe desobedecer los apetitos del bien personal y atender imparcialmente al bien público", según enseñaba José Martí.

Todos sabemos que no es fácil enfrentarse con el "dueño", a mí me costó el trabajo en BBC. Sin embargo, lo más importante de la ética reside en saber que es lo correcto, funciona como un faro que nos indica el rumbo, más allá de las circunstancias.

El camino pasa por buscar formas de ser más éticos. Al inicio de la revolución, los periodistas crearon "la coletilla" para denunciar las mentiras los medios privados en los que trabajaban. Hoy los blogs nos permiten ser más fieles a nosotros mismos y a nuestra función social.

Cuba necesita un código de ética elaborado por sus propios periodistas, adaptado a estos tiempos y que se proyecte hacia el futuro, hacia dónde van los sueños de la mayoría. Un código que nos guíe y no nos deje caer en la tentación de los extremismos pendulares.

No se trata de un manual con todas las respuestas ni de normas punitivas de estricto cumplimiento. Son solo un conjunto de principios a los que apelar cotidianamente. Gabriel García Márquez decía que la ética debe acompañar a los medios y a los periodistas como "el zumbido al moscardón".

Puede parecer una quimera pero vale la pena apuntar bien alto en nuestras aspiraciones éticas. Decía José Ingenieros que "La humanidad no llega hasta donde quieren los idealistas en cada perfección particular; pero siempre llega más allá de donde habría ido sin su esfuerzo".

Comentario de Silvio en Segunda Cita

Silvio dijo...

    Patricia, "la desilusión que han tenido los jóvenes" en épocas recientes y la solución que le han dado, que es emigrar, también revela ambivalencias. Podían haberse rebelado, armar un gran lío en Cuba. Yo no creo que dejaron de hacerlo por cobardía. Los jóvenes cubanos no son cobardes. No lo hicieron porque respetan a sus padres y saben que estos piensan de otra manera, que tienen razones para pensar así y que invirtieron sus vidas defendiendo la justeza de esas razones. Incluso muchos jóvenes que emigran saben que sus padres tuvieron razón en muchas cosas. Lo comprueban tan pronto llegan allá y chocan con ?la concreta?, como el cuento del músico que hace poco nos trajo OrestesH.

    Los jóvenes más bien huyen del país de absurdos que cada vez se ha ido empantanando en una legalidad inútil, incapaz de resolver hasta las cosas más simples. Ellos no quieren invertir su juventud haciendo colas para resolver tornillos, o esperando seis meses a que te toque un meruco de inodoro. Se fueron, no se pusieron a conspirar. Saben que lo que han defendido sus padres tiene un sustento sólido en la historia de su país y creo que no pretenden faltarle el respeto a esos significados.

    En la medida en que seamos capaces de superar los muchos absurdos funcionales en que vivimos diariamente, se irán menos jóvenes. Y los que no hayan encontrado allá una forma sólida de construir su vida, cuando nuestra cotidianidad deje de ser tan complicada seguro van a regresar. Yo personalmente creo que van a volver incluso algunos de los que estarían allá un poquito mejor.

    Lo digo desde mis casi 70 años de cubano de Cuba.
    19 de agosto de 2015, 15:12

Días históricos, épocas históricas

Por: Fernando Martínez Heredia

El pasado viernes 14 no fue un día histórico, y resulta necesario negar que lo haya sido. Llamarlo así podría ser una hipérbole perdonable, si no estuvieran en juego la soberanía nacional y la sociedad que hemos creado en el último medio siglo.

Cuba tiene un buen número de días históricos que recordar, hitos memorables del camino que este pueblo ha recorrido. El 10 de octubre es el primer día de la patria cubana, el día en que comenzaron  a ser derrotados el imposible que marca el cálculo frío y el destino inexorable que hace un ser inferior al colonizado. Ese día comenzamos a aprender que la libertad y la justicia tienen que andar muy juntas, tienen que casarse. El 24 de febrero es el día en que empezó la epopeya popular nacional, en la que la gente se fue en masa a la guerra revolucionaria, arrostró todos los sacrificios y se ganó la palma del heroísmo. Esa gesta creó a las cubanas y los cubanos, a la nación y la cultura nacional, a la república cubana. El 1º de enero es el día de la victoria del pueblo y el inicio de la liberación de todas las dominaciones y la creación de una sociedad y una vida nuevas. Marca el fin del dominio colonial y neocolonial en la historia de Cuba   El 19 de abril el socialismo, bañado en sangre, venció en Girón al bloque de los enemigos del pueblo cubano: los imperialistas y los burgueses.

¡Esos sí son días históricos!

También el 20 de mayo fue un día histórico, aunque no sobreviviera a la época que inauguró. Día singular y ambiguo como pocos, conciliaba dos realidades opuestas. Por un lado, tremenda alegría popular, goce inmenso por el hecho que parecía realizar las motivaciones e ideales por los cuales un pueblo de castas, unificado por una conciencia política, se fue en masa a la gran guerra popular y al holocausto, y exigió después la retirada del ocupante extranjero con todas sus energías y de todas las formas posibles. Por otro, las angustias y desilusiones que traía consigo el nuevo Estado con una soberanía nacional muy recortada por la potencia extranjera, y la quiebra del proyecto revolucionario, porque desde el final de la guerra las clases rectoras del país priorizaron el retorno al orden y se negaron a satisfacer los anhelos de justicia social.

Aquel fue un día histórico de posrevolución, el inicio de una época que llevó a un compañero cercano de Antonio Maceo a escribir, en 1909:

La mente se abisma al solo pensamiento de lo que hubiera acaecido en este país, viviendo los dos Maceo en el período de la primera intervención americana y en medio de las grandes miserias que han venido después. Pero es forzoso llegar a este dilema: o no hay ensayos de república jamás, y corren ríos de sangre, y la convulsión no es intermitente, sino continua, o la república se establece sobre bases firmes y perdurables con toda la verdad de los principios revolucionarios.[1]

Esa época tuvo que ser derrotada por otra gran revolución para que Cuba llegara a ser dueña de sí, realmente libre y soberana. Y la colosal transformación expulsó al 20 de mayo del lugar secundario que tenía en la galería de días históricos de la patria.

Desde diciembre del año pasado asistimos a una nueva coyuntura política. Dos Estados que tienen una diferencia abismal entre sí en cuanto a poder material, y que han vivido más de cincuenta y seis años en virtual estado de guerra –porque el más poderoso le aplica permanentemente medidas de guerra al otro–, se han sentado a negociar la paz y han logrado dar un primer paso, muy pequeño: restablecer relaciones diplomáticas. El más poderoso las había roto hace cincuenta y cuatro años, cuando estaba seguro de que derrocaría el gobierno del otro mediante una invasión y la fuerza militar. El planeta entero conoce la historia de su agresión sistemática, transcurrida desde entonces hasta hoy.

Cada uno tiene cartas a su favor. Estados Unidos, la necesidad de Cuba de mejorar su posición en las relaciones económicas internacionales en un mundo en el que predomina hasta ahora el capitalismo imperialista. La posibilidad de regatear y obtener concesiones del gobierno cubano a cambio de ir desmontando paulatinamente su sistema de agresión permanente. La esperanza de dividirnos entre los prácticos y sagaces, los que comprenden, y los rabiosos y ciegos, los aferrados y anticuados. El sueño de que Estados Unidos encarne el ideal de "tecnologías" y consumos que pueda perseguir una suerte de clase media que se asoma en el espectro nacional cubano. Parecerle la esperanza de mejorar su situación a los sectores menos conscientes de la amplia franja de pobreza que existe. Ejercer su capacidad de hacernos una guerra que no es de pensamiento, sino de inducción a no pensar, a una idiotización de masas. Y, siempre, algo que ha dejado muy claro: el recurso a utilizar todas las formas de subversión del régimen social cubano que estén a su alcance.

Cuba es muy fuerte y tiene muchas cartas a su favor. La primera es la inmensa cultura socialista de liberación nacional y antimperialista acumulada. Ella ha sido decisiva para ganar las batallas y guiar la resistencia en las últimas décadas, y ella rige la conciencia política y moral de la mayoría, que de ningún modo va a entregar la soberanía nacional ni la justicia social. La legitimidad del mandato de Raúl y el consenso con los actos del gobierno que preside aseguran la confianza y el apoyo a su estrategia, y le permiten conducir las negociaciones con apego absoluto a los principios y flexibilidad táctica. La solidez del sistema estatal, político y de gobierno cubanos, la potencia y calidad de su sistema de defensa, el control de los elementos fundamentales de la economía del país, y los hábitos y reacciones defensivas, proveen un conjunto formidable que está en la base de las posiciones cubanas.

La historia de las actitudes de Estados Unidos contra la independencia de Cuba en el siglo XIX, el crimen que cometió contra la revolución triunfante en 1898 y su explotadora y humillante opresión neocolonial hasta 1958, y todo lo que ha hecho y hace contra nuestro pueblo desde 1959, conforman una condición culpable y deleznable que lo descalifica como parte en la cual confiar en una negociación. Me llega a admirar que funcionarios norteamericanos crean que hacer visitas y parecer simpático sea suficiente para que los cubanos se sientan reconocidos y gratificados, algo solamente explicable por la subvaloración del que se siente imperial y el desprecio que ya les conocía José Martí.

Que a Cuba le asiste la razón en sus reclamaciones contra Estados Unidos ha sido casi universalmente reconocido durante décadas, por gobiernos, parlamentos, instituciones internacionales, organizaciones sociales y políticas y las más variadas personalidades. Las negociaciones no avanzarán realmente mientras Estados Unidos no dé pasos unilaterales que cambien la situación ilegal y criminal creada por sus actos continuados en perjuicio de Cuba. Devolverles a sus ciudadanos parte de los derechos que les ha conculcado y facilitarles a ciertos empresarios suyos tener relaciones con Cuba no tiene que ver con esos pasos imprescindibles, ni puede sustituirlos. Esa asimetría favorece a Cuba. La compensación en derecho por las nacionalizaciones cubanas de los años sesenta tendría un monto muy inferior al de las indemnizaciones que deben por la pérdida de varios miles de vidas y los daños y perjuicios ocasionados a Cuba.

Eventos internacionales como el del viernes 14 son muy ruidosos, y sumamente publicitados. Pero lo decisivo para la política internacional de todo Estado son siempre los datos fundamentales de su situación y su política internas. La cuestión realmente principal es si el contenido de la época cubana que se está desplegando en los últimos años  será o no será posrevolucionario.

En las posrevoluciones se retrocede, sin remedio, mucho más de lo que los juiciosos involucrados habían considerado necesario al inicio. Los abandonos, las concesiones, las divisiones y la ruptura de los pactos con las mayorías preludian una nueva época en la que se organiza y se afinca una nueva dominación, aunque ella se ve obligada a reconocer una parte de las conquistas de la época anterior.  Las revoluciones, por el contrario, combinan iniciativas audaces y saltos hacia adelante con salidas laterales, paciencia y abnegación con heroísmos sin par, astucias tácticas con ofensivas incontenibles que desatan las cualidades y las capacidades de la gente común y crean nuevas realidades y nuevos proyectos. Son el imperio de la voluntad consciente que se vuelve acción y derrota a las estructuras que encarcelan a los seres humanos y a los saberes establecidos. Y cuando logran tener el tamaño de un pueblo son invencibles.

Pronto estaremos en medio de una gran pelea de símbolos. La tranquila y desvergonzada exposición de carros "americanos" durante el acto del viernes pasado pretendió borrar toda la grandeza cubana y reducir al país a la nostalgia de "los buenos tiempos", antes de que imperaran la chusma y los castristas.[2] La estrategia actual de Estados Unidos contra Cuba nos deparará un buen número de recursos "suaves" e "inteligentes", modernos "cazabobos" de la guerra del siglo XXI. Ha sido muy positiva la declaración de que estamos dispuestos a tener relaciones diplomáticas aunque ellas formen parte de una nueva fase de la política dirigida a derrotar y dominar a Cuba. Además de prescindir de la hipocresía que suele adornar ciertas salidas diplomáticas, está más dirigida a nuestro pueblo que a la otra parte. Desbaratar confusiones y desinflar esperanzas pueriles es una de las tareas necesarias. En la medida en que la mayoría de la población participe en la política, cada vez más activamente, ella misma producirá iniciativas y generará fórmulas que desbaraten la pretensión norteamericana y sus mercaderías materiales y espirituales. En las revoluciones, el pueblo siempre es decisivo.

Notas

[1] José Miró Argenter: Cuba: crónicas de la guerra. Las campañas de Invasión y de Occidente, 1895-1896, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1968, p.544.
[2] Ver "Símbolos", el magnífico artículo que publicó el domingo 18 Rosa Miriam Elizalde en Cubadebate.

lunes, 17 de agosto de 2015

El campeón de los derechos humanos

Por Carlitos

Kerry hace sugerencias a Cuba en materia de derechos humanos en su
discurso del 14A y proclama a Estados Unidos (una vez más) como
campeón universal en esta materia. Bruno Rodríguez responde
directamente en conferencia de prensa en el Hotel Nacional y Cristina
Escobar en el Noticiero de Televisión, ambos con un discurso similar:
Cuba, que tiene una práctica impecable en la protección de los
derechos humanos según su propia visión del asunto, tiene
preocupaciones sobre cómo se ejercen en los Estados Unidos.
Estados Unidos viola el derecho internacional, no ha firmado múltiples
tratados que implican el respeto a derechos humanos fundamentales,
promueve guerras injustas y mata con drones a civiles inocentes por
orden presidencia; tiene un sistema político donde el dinero manda
(ahora mismo que no permite gobernar) y crea una ilusión de reality
show muy eficiente, se ve un incremento de casos lamentables de
brutalidad policial y discriminación racial, etc.
Cuba, por su parte, tiene una hoja intachable en política
internacional, avances notables en el acceso a los derechos sociales,
culturales y económicos, si bien estos últimos han estado limitados
por la capacidad de generar riquezas como país. El país insular ha
rediseñado el concepto de la solidaridad internacional y ha intentado,
desde la cultura, establecer patrones diferentes respecto a la
realización del ser humano. Sin embargo, Cuba tiene aún deudas amplias
en términos de derechos políticos, componente fundamental de los
derechos humanos.
Ambos grupos de derechos (políticos y económico-sociales) son
necesarios para la realización plena del ser humano. Un político poco
conocido de los Estados Unidos (que descubrí en la serie de Oliver
Stone "La otra historia de los Estados Unidos"), el vicepresidente y
candidato presidencial Henry Wallace dijo en los años 40´ (cito de
memoria) que el comunismo y el capitalismo necesitaban confluir, el
primero hacia mayores derechos políticos y el segundo hacia mayores
derechos económicos y sociales.
La política es el arte de lo creíble. Cuando estaba en la universidad
y empezábamos a discutir duramente sobre muchos de estos temas, el
argumento más creíble que asumimos es que Cuba quería desarrollar los
derechos políticos, pero tantos años de conflicto y agresión, nos
habían obligado a restringir algunos o desarrollarlos de manera sui
generis, por el bien de la soberanía nacional (aquello de Cintio de un
parlamento en una trinchera). A su vez, se imponía el reto de
reconstruir el ideal de los derechos políticos, porque la experiencia
capitalista, excluyente y subordinada al dinero per se, no era una
garantía de su práctica plena.
En las negociaciones con Estados Unidos nos asisten miles de
argumentos para no admitirle a Kerry su prepotente declaración de
campeones de los derechos humanos (aunque cualquier día mejor que el
de la apertura de la embajada). Pero esa contrarréplica, cuando se
hace desde la descripción de un país idílico, en el que no vivimos,
pierde receptores, gana el desenchufe directo de muchos de los
principales interlocutores a los cuales estaría dirigido el mensaje.
¿Por qué no podemos decir que es verdad que tenemos insuficiencias en
la práctica de los derechos humanos, pero que es el resultado del país
que hemos podido construir en medio del bloqueo y las múltiples
agresiones? ¿Por qué no podemos decir, que ello se debe también a los
intentos no siempre fructíferos de construir una democracia diferente
a la fallida democracia capitalista? ¿Por qué no decir que lo haremos,
pero no por la sugerencia de nadie, sino porque nos asiste el derecho
pleno de hacerlo como nos venga en gana?
¿Será consecuencia de una descontextualizada mentalidad de fortaleza
sitiada o de que no existe la verdadera voluntad de hacerlo?

jueves, 13 de agosto de 2015

En su justo lugar

Carlitos

Los medios oficiales celebran hoy el cumpleaños 89 de Fidel. Desgraciadamente, el compañero Fidel, el líder histórico, nos viene ensalsado como una estatua inmaculada, un ser de otro planeta, incapaz de cometer errores y responsable de todas las virtudes reales e imaginarias de nuestro modelo social y de todas las buenas ideas que parió el socialismo en estos cincuenta y tantos años.
Sin embargo, los medios alternativos van al otro extremo y hacen caso omiso del tema. Desde hace rato percibo que sobre Fidel nadie se arriesga a hablar y cuando se hace, se toma distancia, tratando de guardar un equilibrio que nunca es tal sobre lo bueno y lo malo que caracterizó a su personalidad.

Y temo, por esa razón, que la historia y la visión de las nuevas generaciones sea injusta con una de las figuras más importantes de la historia cubana. Dado que la historia tiene el sabor de quienes la escribieron y los que la escriben tienen muy cercana la huella reciente, es muy probable que se recuerden sus momentos de menor lucidez y se olviden otros fundadores de la historia de nuestra nación. A veces siento que, desde esta perspectiva, Fidel está pagando el precio de vivir mucho tiempo.

Fidel no es un dios, pero ello no quita reconocer lo que significó para los cubanos. Yo solo quiero resaltar cuatro cosas.

Primero, Fidel es lo más cercano que pudiéramos conocer a un revolucionario. Revolucionario, en el amplio sentido de la palabra, implica ver algo torcido y pensar que se puede volver a levantar desde 0. Se dice fácil, pero pocos se atreven. Por eso comprendió que una Revolución no podría hacerse desde los partidos tradicionales, sino desde un movimiento de masas, sin móviles e intereses políticos. Ya en los últimos tiempos quiso hacer algo similar con la Batalla de Ideas, un proyecto que implicaba salirse de las instituciones tradicionales (gobierno y Partido) y ser dirigida por jóvenes. En este caso, otros cálculos le fallaron, pero es innegable su visión revolucionaria de las cosas, incluso para un hombre que llevaba 40 años en el poder.

Segundo, Fidel es un movilizador y un comunicador nato. Ahora, a destiempo, se ha hecho moda decir que llevamos 50 años haciendo cosas obligadas. Y es verdad que mucho daño nos ha hecho la doble moral, pero también hay muchos por ahí que lloraban con las "intervenciones del Comandante" y les queda muy bien ahora el discursito de que fui porque no me quedaba otro remedio. Vamos a hablar claro, Fidel tenía la capacidad de convencer. Cogía una cámara y se paraba en un teatro y la gente salía convencida de que iba a cambiar el mundo, aun cuando a veces fueran directo a cometer un disparate. No voy a hablar de los que fueron a Angola, que muchos conocí que lo viven por orgullo. Yo sé de mi experiencia en la Universidad, donde vi más de 3000 estudiantes salir de un discurso de tres horas convencidos de que iban a comerse el mundo con las Brigadas Universitarias de Trabajo Social o a cientos de estudiantes esperar seis horas para verlo o tocarlo al salir del Aula Magna. Y eso no fue en los 60´s, fue en los 2000. Tiene una personalidad que imanta, impresiona, era un líder nato.

Tercero, Fidel es un estratega político de altos quilates, que logró cambiar la historia mundial y al que las principales figuras mundiales, desde papas, premios Nobel, estrellas del deporte y el cine hasta presidentes occidentales trataban a su nivel. Por eso, se le puso difícil a Nikita durante la crisis de octubre, algo a lo que no se atrevía casi ningún líder del antiguo campo socialista. Por eso, apoyó a la lucha contra el apartheid y los movimientos de izquierda en América Latina por iniciativa propia, y no "por ser parte de la estrategia socialista mundial". Y, por eso también, la historia (que se escribe en círculos) parió décadas después un cambio de época en América Latina, que abrió un mar de nuevas posibilidades para Cuba (incluido el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos).

Cuarto, Fidel es un político que se armó de una autoridad moral basada en sus nobles sentimientos y en su capacidad para estar cerca de la gente. Parece una bobería, pero desde hace mucho tiempo escasean políticos con buenos sentimientos. Lo que más caracteriza a los políticos (sobre todo a los más exitosos) es su pragmatismo, lo cual muchas veces no va acompañado de la defensa de los mejores valores. Fidel le pidió a la gente que aguantara durante el período especial, pero se le aparecía en los campamentos de la agricultura y, cuando se armó la única revuelta seria que yo recuerdo en La Habana, pidió que no llevaran a las tropas especiales y se apareció en dos jeeps y varios escoltas en medio de la tumultera, cambiando el sentido de aquello que estaba pasando.

Fidel no es perfecto. Su fe en los imposibles le impidió ver la economía con pragmatismo y su obstinación, si bien fue lucida y útil en muchas ocasiones, nos jugó malas pasadas en otras. Nuestra historia lleva el sello también de muchos de sus errores (ese es uno de los costos de gobernar mucho tiempo), de los cuales tenemos que hablar para no cometerlos de nuevo. Pero la preocupación por lo que no hemos podido ser, no nos puede impedir poner en su justo lugar a este fuera de serie de la historia que nos tocó vivir.

lunes, 10 de agosto de 2015

Solo queremos que dependa de nosotros

Carlitos

Un amigo que recientemente regresó de Miami venía impresionado de lo que vio allí. No me habló de mercados, ni de parques temáticos, ni de carros modernos, ni de edificios bonitos o calles limpias. Mi amigo, abrumado por su cotidianidad y la necesidad de dar de comer a sus hijos y llevar una vida digna, vino impresionado porque allá: "todo depende de ti". Por supuesto que la historia puede matizarse todo cuanto queramos, porque no es precisamente Miami el mejor ejemplo, porque es un país desarrollado y porque allá tampoco "todo" depende de ti.

Más allá de comparaciones, lo importante es preguntarse cuánto depende de uno mismo hacerse un camino en la vida y proyectarse un futuro en la Cuba de hoy. El más simple razonamiento es el del salario: tener ingresos dignos no depende de cuánto trabajes. A veces me pregunto si muchos de los que emigran salen buscando el ideal socialista. Porque el principio de que ganarían más los que más trabajaran, es difícil de encontrar en muchas sociedades, pero en la nuestra se cumple muy poco.

Pero no es solo cuestión de ingresos. Cuantos jóvenes conocemos que están dispuestos a olvidar lo poco que cobran y utilizar sus primeros años de graduados para crecer profesionalmente. Quieren ser masters y doctores, pero también quieren ayudar a transformar el lugar en que los ubicaron. Y allí, con demasiada frecuencia, los adiestrados pierden el tiempo olímpicamente. Mentes frescas y con ganas de revolucionar hasta lo más mínimo se desperdician, porque los responsables no confían en la "inexperiencia" de los nuevos, no están dispuestos a echar la pelea por ideas revolucionarias que le podrían cabrear más de una incomprensión, o no quieren que les hagan sombra y le pongan en juego los privilegios (a veces mínimos) que les asegura una responsabilidad.

Con mucha frecuencia se habla en Cuba de que uno de sus principales problemas es la concentración de poder y yo creo que pasa al contrario. Sufrimos de una anárquica descentralización del poder, a tal punto que cualquiera, desde un CVP o el vendedor de las entradas de un teatro hasta tu jefe tiene la capacidad para "aguarte la noche" o "hacerte la vida un yogurt". Y, por si fuera poco, los mecanismos que tienes para que se haga justicia o se revierta la situación son tan enrevesados como inexistentes. Generalmente terminas teniendo que reclamar al mismo con el que chocaste o a alguien suficientemente cercano a él. Si hablamos de líderes, organizaciones o espacios de participación que permitan llenar estos vacíos, bueno…

La Cuba de hoy es muy diferente a la de hace 10 años, es cierto. En este período hemos asistido a cambios inimaginables cuando terminé la universidad, en 2005. Solo la reforma migratoria, el regreso de los 5 y el inicio del restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos sería impensable entonces. Pero muchas otras cosas no han cambiado y, por más esperanzas que se tenga en la pausada implementación de los Lineamientos, nuestros problemas no son solo económicos. Algo esencial y que podría explicar el cansancio y la estampida de jóvenes a otros países (llamada económica) está asociada a la imposibilidad de valerte de ti mismo para definir tu futuro.

No existe una meta como país, porque más de 200 Lineamientos o el concepto de "socialismo próspero y sostenible" no dicen mucho a quien piensa en dar de comer a sus hijos, tener el mínimo de ropa en el closet y salir una vez al mes. Tampoco es posible hacerse una meta individual, porque no hemos logrado una sociedad meritocrática: donde el acceso a mayores ingresos, privilegios, ascensos, dependa exclusivamente o esencialmente del mérito en lo que se hace.

Nos pasa en el sector estatal, donde los mejores jóvenes son vistos con sospecha, y en el sector privado, donde es difícil tener resultados haciendo las cosas bien. Tengo un amigo que quiere hacer una cooperativa y a cada paso que da encuentra resistencias, incomprensiones y reglas absurdas. A pesar de tener muchas ofertas de trabajo fuera de Cuba, insiste en su proyecto y me dice: "hay una historia increíble de gente que lucha contra el Estado por quedarse en Cuba". Contradictorio, no? A mí, que trabajo para el Estado y no tengo ofertas de trabajo en el exterior, también me parece que vivo una historia increíble de persistencia por servir al país en que creo.

Algo o mucho está mal en toda esta historia. Cuando se enderece la pirámide de los ingresos (ojalá que pronto), alguien notará que esta otra pirámide invertida (la de los méritos) es tan o más importante? Mientras, el costo principal que pagamos es ver cómo nuestros mejores jóvenes (no los peores o los intermedios) terminan cansándose o yéndose, más que de Cuba, de su auténtica persistencia por luchar por un país mejor. Se está jugando mucho en esto.