miércoles, 20 de julio de 2016

Mercado: sí, pero no

Por Carlitos

Entre los precios del agro, los almendrones y la conceptualización del modelo, la discusión sobre la necesidad del mercado y cómo regularlo ha ganado fuerza en los últimos meses. Sin embargo, se asiste al debate con mucho desconocimiento sobre el tema.

Es muy frecuente ver como se confunde mercado y capitalismo. El mercado surgió mucho antes y acompañó al desarrollo de la humanidad desde las primeras formaciones sociales. Ha habido un largo debate teórico sobre la existencia del mercado en las experiencias de construcción socialista, pero en la actualidad nadie lo discute.

En la economía tiene que haber relaciones de compra y venta (de mercado), porque el intercambio es necesario para su funcionamiento. En el sector estatal también hay relaciones de mercado, que deben dotarse de un nuevo contenido en el socialismo (no explotador).

Por eso, no toda defensa del mercado es neoliberal. El neoliberalismo promueve un nivel de desregulación que permite a unos pocos monopolios concentrar mucho poder. En realidad, contrario a lo que se cree, la ideología neoliberal es la mayor enemiga de los mercados.

Lo que la gente suele atacar, aunque a veces sin saber, es la propiedad privada. Es esta (y no el mercado en sí) la que permite que algunos sentados en su casa ganen dinero sin trabajar. El ejemplo de los dueños de los almendrones, que ganan entre 500 y 1000 pesos diarios sin pisar el acelerador es muy elocuente.

Lo contradictorio es que tanto en los Lineamientos como en la conceptualización, como en el debate alrededor de estos documentos, ha sido generalizado el criterio de que se aceptan distintas formas de propiedad, incluida la privada. ¿Por qué?

La razón es que Cuba necesita crecer económicamente de forma rápida. La propiedad privada genera explotación del trabajo y concentración de la riqueza (más allá de que lo queramos o no) pero también incentivos que estimulan la producción y el empleo en el corto plazo, especialmente en ramas de pequenos negocios.

El reto a largo plazo, si de construcción socialista queremos seguir hablando, es que la empresa estatal, las cooperativas y otras fórmulas de gestión no basadas en la explotación del trabajo se consoliden y logren ser más eficientes que la privada. Mientras así no sea, la propiedad privada tendrá un espacio y presionará por más, por muy dolorosos que sean sus costos.

Otra cuestión clave es cómo regular el mercado. Fijar precios es la medida más fácil de entender por la población. Sin embargo, es necesario que los precios oscilen en base a la oferta y la demanda (incluso dentro del sector estatal), porque son las relaciones de mercado las que permiten determinar el valor real de cada bien o servicio que se produce en la economía.

Además, ¿cómo se asegura que los privados cumplan estas regulaciones cuando hay otras causas que influyen en el nivel de precios? A lo mejor es posible en una ofensiva. Y, ¿después?

La regulación de los mercados implica un conjunto amplio de políticas que busca atacar las causas reales que influyen en la estabilidad de los precios: cantidad de dinero en la economía, niveles de producción, cuellos de botella en las cadenas de distribución, forma en que se cobran los impuestos, requerimientos para obtener una licencia, existencia de mercados mayoristas de calidad, regulaciones que promuevan la competencia de iguales y eviten la formación de monopolios, sencillez, claridad y aplicabilidad de las leyes, entre muchos otros elementos.

Teniendo esta batería de opciones para atacar las causas del problema, en la experiencia internacional la fijación de precios se suele usar por poco tiempo, para mercados específicos y como último recurso. Cuando un mercado funciona mal, generalmente es consecuencia de como se regula, y no de la actitud de sus participantes.

Es muy fácil y hasta "popular" arremeter contra el mercado, pero si queremos un debate público serio es importante indagar bien en "las causas de las cosas". No vaya a ser que buscando el remedio terminemos por agravar la enfermedad.

miércoles, 13 de julio de 2016

Buenas noticias

Por Carlitos

En los últimos días una sincera alocución de una joven en el Pleno Nacional de la UPEC y una carta de protesta del Comité de Base de la UJC del periódico Vanguardia han recorrido la red. La principal virtud de ambas es el compromiso, una palabra bien gastada pero que mucho escasea en el mundo de hoy.

Por suerte, son puntos de ebullición en una marea que nunca ha dejado de arder. Oiga las letras de los jóvenes creadores, hurgue en las indagaciones de los guiones de teatro y las jóvenes realizaciones de "la muestra", converse con los verdaderos periodistas que hay detrás de los medios, lea los blogs de muchos jóvenes, dentro y fuera del sector estatal, dentro y fuera de Cuba y tendrá motivos para tener optimismo.

Debiera ser una muy buena noticia para todos que Cuba tenga una juventud comprometida con su futuro. Debiera ser una mejor noticia que también tenga compromiso con su pasado, con los ideales de una Revolución que imantó corazones en todo el mundo.

Lo que pasa es que compromiso con el pasado no es necesaria o únicamente compromiso con los incuestionables logros sociales, culturales y de política internacional de la Revolución. No debiera entenderse como compromiso con lo que pasó, sino con la tradición y los valores que permitieron esos logros.

Una juventud que cuestiona, que muestra dolor por la desigualdad que crece, que detesta la chapucería, que reclama más participación, que no quiere creer porque ya sabe leer, que tiene buenos sentimientos (así de simple), que es capaz de fundar una familia, hacer amigos, dar amor y dolerse por el otro, es la mejor herencia de un pasado del que todo cubano debe sentirse orgulloso.

Ese capital, una juventud comprometida con su futuro y con su pasado (con todo su pasado) es invaluable. Es lo que explica que en medio de tantos espejismos, tanto canal 41, tanta política y tanto dinero para la subversión, todavía haya quienes quieran quedarse en la redacción de un periódico provincial, en una oficina de la administración central del Estado o llevando un pequeño emprendimiento privado (aquí y no allá).

Es algo que tiene Cuba y que no tuvieron las experiencias de construcción socialista anteriores. Aunque no nos hayamos quitado del todo cierta herencia estalinista, en Cuba se cultivó una cultura por el ejercicio de pensar y por la participación que no debiéramos olvidar.

Es cierto, estos jóvenes no son todos los que quisiéramos. Pero las vanguardias nunca han sido mayoría; su virtud ha estado en su capacidad para representar y movilizar en nombre de ellas.

El peligroso panorama de hoy es que esa vanguardia se encuentra dispersa y desorientada. En no pocas instituciones y espacios es vista con sospecha y en ocasiones como enemiga. Se prefiere la obediencia, el respeto irrestricto a las jerarquías, la falta de cuestionamiento, la asimilación acrítica de las políticas, la capacidad para reafirmar argumentos vacíos, atributos que niegan cualquier virtud de un revolucionario.

¿Cómo puede nuclearse una vanguardia que es negada por las instituciones del proyecto que defiende? ¿Cuáles son las brújulas y cuales los asideros en esta circunstancia?

En ninguna época histórica los jóvenes pidieron permiso para defender sus ideales. El reto de los revolucionarios cubanos es defender las ideas en que se cree sin romper con las instituciones que representan ese proyecto. Le toca un rol clave a esas instituciones.

Hay que empoderar a las verdaderas vanguardias, a las verdaderas herencias del proyecto de la Revolución. Pero poniendo el oído a los reclamos de los jóvenes no se les está asignando ningún protagonismo. Hay que abrir paso y dejarles ser, hacer, equivocarse y levantarse como mismo hicieron los fundadores, ahora con la suerte de tenerlos cerca.

Siempre habrá quienes aplaudirán todos los discursos, asentirán con la cabeza, harán mucho más cómodo el ejercicio de gobernar, pero serán el seguro pantano en el que tristemente se hundiría, como en otras experiencias y apenas sin percibirlo, el proyecto por el que aún muchos cubanos perdemos el sueño.