Hace 40 años, la censura de España e Italia prohibían la exhibición del "Último tango en París", del director Bernardo Bertolucci, por considerarla una película obscena. Se llenaron los cines franceses de españoles e italianos que viajaban para saciar su curiosidad.
Recordé aquella historia cuando en el "banco de video" me ofrecieron los capítulos prohibidos de "Vivir del cuento", el más popular de los programas de la televisión cubana, cuyo protagonista es Pánfilo, un jubilado encarnado por el humorista Luis Silva.
Me dijeron que la censura había impedido que se transmitieran en la televisión y enseguida le pedí que me los copiaran. "Salen como churros, todo el mundo los quiere", me comentó el dueño del negocio mientras los pasaba de su disco duro al mío.
Copié bastantes cosas interesantes pero lo primero fue averiguar qué tema había tocado el buen Pánfilo para despertar las iras de los Dioses, al grado de no emitir los programas aun después de haberse gastado miles de pesos en su producción.
Mi sorpresa fue total cuando me encuentro con que el primero de ellos trata sobre "El paquete", ese compendio de películas, series, documentales, telenovelas y reality show que se vende en las calles de la isla y al cual acceden la mayoría de los cubanos.
Lo vi dos veces para entender por qué fue censurado y la única cosa que pude encontrar es que ridiculizan el intento de la TV cubana de producir un "paquete" oficial para competir con la versión popular, en un intento de ganar los televidentes perdidos.
El otro "Vivir del cuento" censurado es una burla sobre la tecnología soviética, en particular dirigida contra el Moscovich, un automóvil que la mayoría de los cubanos consideran el peor de los que han entrado en Cuba a lo largo de toda su historia.
Imagino que con la renovación de las relaciones con los rusos y la condonación de la deuda cubana, los censores consideraron que no convenía hacerles ninguna broma, no sea que el Presidente Putin vea el programa, se ofenda y termine con la colaboración bilateral.
El aparato de censura cree que protege las conciencias de los ciudadanos, evitándoles malos pensamientos o preguntas perturbadoras mediante una selección de los libros que se deben leer, las noticias que se deben publicar y hasta de los temas sobre los cuales se deben reír.
Pero la gente no lo agradece. Cuando se homenajeó en TV a los censores de los años 70, ya jubilados, la intelectualidad provocó una tormenta de emails, con vientos de protesta tan huracanados que obligaron a las autoridades de cultura a pedir disculpas.
Es que algunos de los más importantes intelectuales cubanos de la actualidad fueron, en aquella época, sancionados, humillados y finalmente marginados, por cuestionadores, por preguntones, por incomprendidos o por "pecar" con personas de su mismo sexo.
La película Fresa y Chocolate –censurada por la TV cubana durante 20 años- muestra mucho más que una época marcada por la homofobia, revela la intolerancia al pensamiento individual en favor de una utópica unanimidad, que algunos parecen extrañar.
Sin embargo, ese monopolio sobre la información es hoy, más que nunca antes, un muro lleno de huecos provocados por el acceso a Internet, las antenas satelitales clandestinas, la distribución del "Paquete" y las memorias que pasan de mano en mano.
Pero aun sin todas estas nuevas tecnologías, es muy difícil modelar el alma de un pueblo mediante la censura. En España no se logró convertir a los ciudadanos en beatos, por el contrario, la sed de lo prohibido dio paso al "destape", donde todo fue desnudos y sexo.
Seguramente ese movimiento pendular extremo es el que teme Abel Prieto -asesor cultural de la Presidencia- y por eso critica aspectos del "paquete" pero recomienda no perseguirlo, explicando que "ya nosotros sabemos lo que ocurre con lo prohibido".
Ahora hará falta que se lo explique también a los censores para que dejen de vetar los videoclips del dúo Buena Fe por un beso entre mujeres, las críticas a la Salud Pública de Paquito en Radio Rebelde o el humor del buen Pánfilo y su grupo de jubilados.
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