(Catalejo, el blog de Temas, 7 de enero de 2015)
Rafael Hernández. Politólogo. Director de Temas.
Con el fin de seguir contribuyendo a la comprensión de la relación Estados Unidos-Cuba, Temas sometió a un selecto grupo de investigadores de ambas orillas este breve cuestionario, dirigido a estimar los desafíos del 17D y sus posibles secuencias, a corto y mediano plazos. Se inicia la publicación de esta serie en Catalejo, el blog de Temas, el 5 de enero, vísperas del aniversario 54 de la ruptura de relaciones diplomáticas. Con la intención de ampliar su alcance internacional, el contenido de esta serie comenzará a editarse también en inglés en los próximos días.
Temas: ¿Cuál es el significado de las nuevas políticas entre los Estados Unidos y Cuba? ¿Cuáles son las medidas decisivas adoptadas de ambas partes? ¿Qué próximos pasos serían clave?
Rafael Hernández: La práctica de intercambiar o liberar presos mediante un acuerdo bilateral existe desde que los 1200 de la Brigada 2506 fueron canjeados por medicinas y alimentos para bebés (1962); varios miles de exinsurgentes, operativos clandestinos y agentes de la CIA, fueron amnistiados como parte del diálogo con Carter (1977-79); y muchos más, que tampoco eran "presos políticos". Lo nuevo del 17D es que, por primera vez, EEUU y Cuba no se tratan desde la superioridad/subordinación o el enfrentamiento, sino como actores legítimos e iguales en términos del derecho internacional, para acordar de conjunto acciones concretas. Aunque no haya todavía un mapa de ruta para la normalización (más allá de las relaciones diplomáticas), se ha abierto el camino para trazarlo.
Mientras eso ocurre, una erupción de neocubanología ha confundido la pipa de la paz con un acto de contrición política y con el fin (ahora sí) del socialismo. Estos atribuyen la causa del restablecimiento no a Washington, sino a La Habana ("la edad de los Castros", "el próximo fin de la alianza con Venezuela"), así como su consecuencia principal: "abrir una transición" ("después de los Castros") donde "EEUU sería el actor más confiable, para el pueblo, y para el gobierno". Por suerte, diversos estudiosos de las relaciones están contribuyendo a entenderlas en su alcance real.
Temas: El ejercicio de la política en los Estados Unidos y en Cuba estuvo condicionado por una confrontación permanente, el uso de la coacción por el primero, la situación de fortaleza sitiada de la segunda. ¿Cuánto cambiará ese cuadro a partir de las nuevas relaciones? ¿Qué caminos se deberían tomar para hacerlas avanzar; con qué ritmos?
Rafael Hernández: El restablecimiento de relaciones es un gran avance, porque significa que la diplomacia va a jugar un papel inédito hasta ahora. Pero elevar las secciones de intereses al rango de embajadas, y sistematizar los mecanismos diplomáticos de manera regular, no conlleva de por sí el fin de otros recursos, como las presiones económicas, los dispositivos militares y de seguridad establecidos, ni la rivalidad político-ideológica. En todos esos planos hay que trabajar mucho (no solo entre cancillerías), para que prevalezca el diálogo, y sobre todo se reduzca el principal obstáculo, que no es el bloqueo, sino el legado de desconfianza mutua.
Obama y Raúl no cuentan con el tiempo, los recursos políticos e intereses estratégicos y económicos que permitieron forjar una política bipartidista hacia China y Vietnam. Deben avanzar mediante acuerdos puntuales que no requieran el aval del Congreso, sobre todo licencias de viajes y transacciones comerciales y financieras. Aunque una agenda viable incluiría mucho más: además de correo directo, telefonía e internet, podría haber intercambio de programas de radio y TV; perfeccionamiento del acuerdo migratorio, cierre del programa para captar médicos cubanos, facilitar regreso a cubanos emigrados; acuerdos sobre intercepción del narcotráfico, seguridad naval y aérea, coordinación entre militares y guardacostas, control de epidemias, protección de especies, prevención de huracanes, preservación del medio ambiente compartido, intercambio académico y cultural entre instituciones públicas. Ambos presidentes tienen dos años por delante para rebasar el punto de no retorno, equivalente a adelantar un puente que cueste mucho dinamitar, antes de que finalicen sus mandatos.
Temas: ¿Cómo interactúan las nuevas políticas con las relaciones intrahemisféricas de ambos países? ¿Qué cambios podrían generarse en ese escenario, respecto al contexto actual?
Rafael Hernández: Este no es el hemisferio de la Alianza para el Progreso, ni para EEUU ni para el Sur; ya el comunismo no es "la amenaza", ni la contrainsurgencia y la ayuda económica del Norte son "la solución". Está más preocupado por la desigualdad, la pobreza, la exclusión social, la corrupción, la estabilidad y seguridad ciudadanas (con los militares bajo control civil), desarrollar proyectos de integración regional y subregional (MERCOSUR, UNASUR, CELAC) y estrategias globales independientes (BRICS, G20, etc.), que ha dejado de poner todos sus huevos en la canasta de un Norte unilateralista. Aunque Obama llama a dejar atrás los legados del "comunismo y el colonialismo", lo que sí ha sido rebasado, hasta ahora, es la fobia anticomunista de la Guerra fría, cuando los gobiernos actuales de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Uruguay, habrían sido tildados de "marxistas" al servicio de "potencias extrahemisféricas"; y los de Brasil, Chile, Argentina, cuestionados por sus preferencias comerciales hacia China ("extrahemisférica" y "comunista" por añadidura). Aunque no haya hoy otros partidos comunistas gobernantes, y el sistema político cubano no suscite simpatías entre muchos gobiernos, este es un hemisferio más confortable para la isla que para los EEUU. De hecho, su presencia en la Cumbre de Panamá dentro de tres meses será precisamente resultado de esa gravitación hemisférica, no de una decisión ni una concesión de EEUU. La opción de no asistir a la Cumbre por la presencia de Cuba habría significado un remedio peor que la enfermedad, y debe haber pesado en la decisión de Obama para poner todas sus fichas cubanas en la jugada del 17D.
EEUU podría aprovechar la Cumbre no solo para su esperable decálogo sobre derechos humanos y democracia, sino para ofrecer algo nuevo, como su respeto a la soberanía cubana, y su compromiso de cooperación con el gobierno de Raúl, sin ceder a presiones ni dejarse provocar por los enemigos de la paz con la isla. Podría proponer su incorporación a todos los esquemas de acuerdo multilateral existentes con otros países (control de narcotráfico y crimen organizado, prevención de huracanes, comunicaciones, medio ambiente, etc.), lo que crearía un fuerte compromiso intrahemisférico para Cuba. Esa nueva actitud, en lugar de la calcificada puja ideológica, cosecharía más de su reciente siembra cubana, facilitaría un discurso de Raúl en sintonía con el 17D, y demostraría ante el foro hemisférico la determinación de evitar enfrentamientos innecesarios y provocaciones, como las que montan ahora mismo los enemigos del diálogo, incluidos los grupos políticos llamados "sociedad civil cubana", y sus promotores.
Temas: ¿Están preparadas las sociedades y las culturas políticas de ambos lados para este encuentro? ¿Cuáles son sus ventajas comparativas? ¿Cuáles sus principales déficits?
Rafael Hernández: Aunque Cuba no preocupa a EEUU como el Norte a los cubanos, si de encuentro entre ambos se trata, las culturas respectivas juegan un papel clave. Hay diferencias (anteriores a "los Castros") entre ambas visiones sobre la democracia y la libertad, para no hablar de la igualdad, los derechos ciudadanos, la soberanía, y lo que el presidente Wilson llamaba "crear un mundo más seguro para la democracia". Probablemente, no solo el presidente Obama, sino la persona Barack realmente cree en la bondad de "promover sus valores" (17D) en Cuba y en todas partes, porque son universales; y donde no lo son (África, Medio Oriente, China, Afganistán, Rusia, et al), hay un déficit que debe corregirse. Los cubanos deberíamos entender que esto es más etnocentrismo cultural que ideología. Si de encuentro y convivencia con esa sociedad norteña se trata, serían útiles ciertas virtudes (paciencia, perseverancia, prudencia), así como distinguir entre el impulso imperialista (realmente existente) y ese etnocentrismo, aunque ambos estén ligados.
En cuanto a la democratización y las libertades, cualquiera podría comprobar que no ha habido otro momento tan propicio para el cambio en la cultura política cubana, durante el último medio siglo, como el actual. Este proceso está en curso. Sería muy contraproducente que se quisiera acelerar o encauzar haciendo uso de la relación con EEUU o alguna otra potencia extranjera. Si bien la descompresión de las relaciones lo puede favorecer, los extremismos ideológicos de ambos lados y las coyundas lo pueden enturbiar, y hacerlo más cuesta arriba.
Entre los obstáculos culturales, está el doble rasero. Aunque la lógica de su política hacia China y Vietnam se usa para justificar el 17D, para EEUU los asiáticos son extraños habitantes de las antípodas, no de pequeñas islas "debajo de los EEUU", que hasta hace poco eran sus "posesiones". Para la cultura del Big Brother, el gobierno chino puede impedir que un grupo organizado se acerque siquiera a Tienamen no importa cuál sea su intención; y el vietnamita meter presos a sus blogueros antigubernamentales, sin que se tensen las relaciones. De hecho, la normalidad entre ellos incluye un mecanismo bilateral que se reúne anualmente para considerar esas diferencias sobre derechos humanos y democracia, desde hace veinte años.
Pero también hay ventajas comparativas para el encuentro. Los cubanos son culturalmente más norteamericanos que la mayoría del hemisferio. Los norteños pueden sentirse menos extranjeros en La Habana que en otras capitales, para no decir que más seguros. Podrían comprobar que los cubanos no necesitan tanto que los "ayuden a entrar en el siglo XXI" (Obama, 17D), sino que no les impidan el acceso a su tecnología. Sería mejor que ambas sociedades se encontraran, sin pretender meterse en las cosas del otro, como vecinos que comparten una misma pasión por el béisbol, los Studebakers, la música llamada Latin Jazz, los artefactos domésticos, el hip hop, la modernidad, el gusto cinematográfico, los sitios de historia común en Nueva York y La Habana, y tantas otras cosas.
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