miércoles, 21 de enero de 2015

El 17D: secuencias y consecuencias X

(Catalejo, el blog de Temas, 19 de enero de 2015)

Con el fin de seguir contribuyendo a la comprensión de la relación Estados Unidos-Cuba, Temas sometió a un selecto grupo de investigadores de ambas orillas este breve cuestionario, dirigido a estimar los desafíos del 17D y sus posibles secuencias, a corto y mediano plazos. Se inicia la publicación de esta serie en Catalejo, el blog de Temas, el 5 de enero, vísperas del aniversario 54 de la ruptura de relaciones diplomáticas. Con la intención de ampliar su alcance internacional, el contenido de esta serie comenzará a editarse también en inglés en los próximos días.

Antonio F. Romero. Economista. Profesor e investigador. Centro de Investigaciones de la Economía Cubana, Universidad de La Habana.

Temas: ¿Cuáles el significado de las nuevas políticas entre EE.UU. y Cuba? ¿Cuáles son las medidas decisivas adoptadas de ambas partes? ¿Por qué? A su juicio, ¿qué próximos pasos serían claves?

Antonio F. Romero: Los acuerdos alcanzados como conclusión de las negociaciones al más alto nivel entre Cuba y Estados Unidos que se desarrollaron en los últimos dieciocho meses, constituyen un punto de inflexión histórica, con implicaciones no solo para los dos países, sino también a nivel internacional y sobre todo para el contexto interamericano. Este entendimiento, que sorprendió a la práctica totalidad de los analistas internacionales, demuestra cómo —bajo ciertas condiciones geopolíticas e institucionales propicias— una decidida voluntad política, junto a la seriedad y el elevado nivel profesional de los negociadores, puede encontrar soluciones a problemáticas o diferendos "muy espinosos" de las relaciones internacionales, que solo se resuelven sobre la base de dejar atrás la desconfianza mutua acumulada por largos períodos de conflicto.

En tanto supera cualquier visión coyuntural o cortoplacista respecto de los acuerdos, la más importante de las medidas notificadas por ambos presidentes es la decisión de restablecer las relaciones diplomáticas entre las dos naciones. A partir de esta, hay tres medidas anunciadas por el Presidente Obama el 17 de diciembre pasado, que por sus potenciales efectos "multiplicadores" tendrían un peso decisivo en el complejo proceso de eliminación del conjunto de sanciones económicas aplicadas por el gobierno de EUA contra Cuba en las últimas cinco décadas, lo cual requerirá de un acuerdo congresional: i) la decisión de someter a revisión la denominación de Cuba –con vistas a su eliminación– como Estado patrocinador del terrorismo; ii) la ampliación del margen para concretar transacciones económicas entre Cuba y los EUA a partir de la autorización a instituciones estadounidenses a abrir cuentas en entidades financieras cubanas, el uso de tarjetas de crédito y de débito por parte de los viajeros procedentes de EUA que visiten a Cuba, y la mejoría en la rapidez y eficiencia de los pagos autorizados entre EUA y Cuba; y iii) las facilidades para la expansión de las visitas de ciudadanos norteamericanos a Cuba bajo licencias generales dentro de las 12 categorías existentes de viajes autorizados por la ley.

Los próximos pasos que debieran esperarse como parte del proceso de paulatino restablecimiento de las relaciones entre Cuba y los EUA, son —cuando menos— difíciles de predecir. Elemento fundamental en este análisis es el relativo a la capacidad de "operacionalización" de las medidas propuestas por el Presidente Obama y que se implementarían a través de enmiendas a regulaciones vinculadas con el Departamento de Comercio y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, que aunque entran en el área de competencia del poder ejecutivo, pudieran resultar muy complejas.

Por otra parte; debe también valorarse la capacidad de respuesta del gobierno de Cuba a los acuerdos alcanzados y a las propuestas estadounidenses. Entre estas se encuentran las medidas a adoptar por las autoridades cubanas para cumplir algunos de los compromisos asumidos con la contraparte estadounidense (por ejemplo, en cuanto a liberación de un grupo de personas que cumplen penas de prisión), pero también la respuesta cubana a ciertas propuestas de la administración estadounidense que resultan fundamentales para que el Presidente Obama pueda capitalizar el apoyo de sectores con alta influencia política dentro del establishment norteamericano; y al mismo tiempo propiciar ciertas condiciones de "irreversibilidad" al proceso de mejoría en las relaciones bilaterales.

Dentro de estas últimas, estarían —entre otras— la siguientes: a) la propuesta de expandir las exportaciones y ventas comerciales de ciertos bienes y servicios estadounidenses para apoyar al naciente sector privado cubano (como los materiales de construcción para la construcción privada residencial, insumos y materiales para los empresarios del sector no estatal cubano, y equipos agrícolas para el sector agropecuario no estatal); b) la autorización por parte de Cuba a las importaciones procedentes de EUA de ciertos rubros para "contribuir a la ampliación de las capacidades de comunicación entre el pueblo cubano y el pueblo estadounidense, y con el resto del mundo", los cuales incluirían instrumentos de comunicación, software, aplicaciones, hardware y servicios; así como elementos para el establecimiento y la actualización de sistemas relacionados con las comunicaciones; y c) también vinculado a lo anterior estaría la respuesta que daría la parte cubana a la decisión del gobierno de EUA de autorizar a los suministradores norteamericanos de servicios de telecomunicaciones, para que establezcan los mecanismos necesarios —incluyendo la infraestructura— en Cuba que les permita proveer servicios comerciales de telecomunicaciones e internet, lo que "mejoraría las comunicaciones entre los Estados Unidos y Cuba".

No obstante lo anterior, un análisis más acabado de los posibles pasos a esperar en el período inmediato se derivarían de los resultados y acuerdos que se logren por las dos partes en el diálogo sobre temas migratorios que tendrá lugar en próximas semanas, y que en este caso reviste otra dimensión por lo cual se ha decidido que la delegación norteamericana esté encabezada por la Secretaria de Estado Asistente para Asuntos del Hemisferio Occidental.

Temas: El ejercicio de la política en Estados Unidos y en Cuba estuvo condicionado por una confrontación permanente, el uso de la coacción por el primero, la situación de fortaleza sitiada de la segunda. ¿Cuánto cambiará ese cuadro a partir de las nuevas relaciones? ¿Qué caminos se deberían tomar para hacerlas avanzar; con qué ritmos?

Antonio F. Romero: Sin lugar a dudas, los acuerdos anunciados simultáneamente por los dos Presidentes el 17 de diciembre pasado, deberían dar paso a un proceso gradual de significativa reducción en la confrontación bilateral, que a todas luces era considerada como una absurda anomalía, veinticinco años después del fin de la Guerra Fría.

Sin embargo, no debieran desconocerse los elementos estructurales que permanecerán en la base de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, sea cual sea el avance en la "normalización". Complejos factores asociados a la experiencia histórica, la vecindad, y las contundentes asimetrías en términos de dimensión económica y de poder político y militar entre Cuba y los Estados Unidos, tendrán con frecuencia un alto potencial de generación de disenso y contradicciones entre los dos países. A ello debe agregarse que todavía hoy, para ciertos sectores de la élite norteamericana, Cuba es considerada como pieza clave en la política hegemónica global de los Estados Unidos. Lo anterior se relaciona hasta cierto punto, con las concepciones del "patio trasero" que históricamente han tenido importante influencia en las percepciones de política exterior de los Estados Unidos, sobre todo en el período posterior a la II Guerra Mundial.

Ante tal perspectiva, deberían potenciarse condiciones a los dos lados del Estrecho de la Florida que promuevan una dinámica gradual pero consistente de aplicación de medidas —que se vayan incorporando de manera paulatina en la narrativa política de ambas sociedades— que propicien una interacción mucho más fluida entre ambos países. Ello tendría que priorizar no solo al ámbito de las relaciones entre las ciudadanías de los dos países, donde se han producido avances perceptibles en los últimos años, sino sobre todo a las relaciones entre las más diversas instituciones del sector público cubano y estadounidense, donde sin lugar a dudas subyacen importantes, arraigados y —en muchos casos— legítimos prejuicios.

De todas formas, y precisamente por lo anterior, no debe dejarse de reiterar que los resultados de las negociaciones de los últimos dieciocho meses entre Estados Unidos y Cuba representan un viraje radical en los vínculos bilaterales entre ambas naciones, y son expresión de dosis muy elevadas de realismo y coraje político en el liderazgo de los dos países, lo cual tendrá impactos positivos no solo para los ciudadanos de Cuba y de los Estados Unidos, sino también para el conjunto de las relaciones hemisféricas.

Temas: ¿Cómo interactúan las nuevas políticas con las relaciones intrahemisféricas de ambos países? ¿Qué cambios podrían generarse en ese escenario, respecto al contexto actual?

Antonio F. Romero: Los acuerdos alcanzados en pro de la "normalización" de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos tendrán implicaciones directas para el entramado de las complejas y contradictorias relaciones interamericanas; pero también para la interacción tanto de Cuba como de los Estados Unidos con sus contrapartes en el hemisferio.

En primer lugar, porque el acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos libera a la "agenda política hemisférica" de la influencia perversa de uno de los elementos más controversiales que en los últimos años había estado en la base de la creciente desconexión y antagonismo entre muchos de los países de América Latina y el Caribe y la potencia del Norte. En definitiva, el rechazo al bloqueo estadounidense contra Cuba había venido concitando el apoyo y la solidaridad de los gobiernos latinoamericanos y caribeños en los más diversos foros regionales y multilaterales desde hacía años; y más recientemente, el proceso por excelencia de diálogo hemisférico al más alto nivel —las Cumbres de las Américas— parecía haber entrado en un período de franco deterioro en cuanto a relevancia y perdurabilidad si no se garantizaba la presencia del gobierno de Cuba en dicho cónclave. Por ende, la decisión de proceder al restablecimiento de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, ayuda a reconstruir una imagen más positiva de la nación y el gobierno norteamericanos frente a los de nuestra región, después de un período relativamente largo de creciente distanciamiento y acumulación de prejuicios.

Esto último, posibilitará un más amplio espacio en el hemisferio para que Estados Unidos introduzca con mayor fuerza algunos de sus temas prioritarios en términos de proyección exterior, como derechos humanos, gobernabilidad, y consolidación de la democracia. En efecto, tal y como lo señaló el comunicado de la Casa Blanca del 17 de diciembre, el Presidente Obama participará en la Cumbre de las Américas de Panamá, y estos temas serán tópicos claves en la misma. Más adelante, ese mismo texto apuntaba que la administración de los Estados Unidos daría la bienvenida a un "diálogo constructivo" entre los gobiernos asistentes acerca de los principios de la Cumbre, "consistentes con los compromisos asumidos en la Carta Democrática Interamericana".

Por su parte, Cuba refuerza ahora su proceso de plena reincorporación al espacio latinoamericano y caribeño, que se había iniciado a mediados de los años 1970s con su participación como estado miembro del Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA), y que cobró nueva vida en la última década del siglo pasado con la membresía de nuestro país en la Asociación de Estados del Caribe (AEC) y luego en la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI). Esta re-incorporación de Cuba al espacio regional alcanzó su máxima expresión con la presidencia cubana de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la consolidación de relaciones diplomáticas y económicas con la totalidad de países de Latinoamérica y el Caribe.

La normalización de relaciones con Estados Unidos, y el previsible desmontaje de las sanciones económicas, comerciales y financieras mantenidas contra Cuba; amplía el espacio de maniobra económica cubana —no sin riesgos— en el contexto de las difíciles transformaciones que tienen lugar en el país como parte de la "actualización de su modelo". También ello tendría un efecto positivo colateral para las relaciones de nuestro país con América Latina y el Caribe y el resto del mundo, en tanto se eliminarían posibles conflictos en las mismas derivadas de los efectos extraterritoriales que se le reconocen a las medidas de bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, las que en no pocos casos han obstaculizado las transacciones comerciales y financieras de entidades cubanas con empresas y bancos de terceros países.

Temas: ¿Están preparadas las sociedades y las culturas políticas de ambos lados para este encuentro? ¿Cuáles son sus ventajas comparativas? ¿Cuáles sus principales déficits?

Antonio F. Romero: El grado de preparación —de las sociedades, de las culturas políticas, de los agentes económicos o de las instituciones públicas— para lidiar con el nuevo contexto de "normalización" paulatina en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, puede y debe ser objeto de un amplio espectro de análisis y opiniones, con seguridad muchas de ellas contradictorias.

A riesgo de ser esquemático, pudiera pensarse —en función de cómo se ha formulado esta pregunta— que el grado de preparación y/o disposición a asumir tanto las ventajas como los riesgos de una mayor interacción entre los dos países, es mayor en el caso del ciudadano común (cubano y estadounidense) como componente esencial de la sociedad, aunque esta obviamente no puede entenderse como la sumatoria los ciudadanos; que de la cultura política a ambos lados del Estrecho de la Florida. Entendida esta última como el conjunto de valores, ideas, costumbres y percepciones dominantes en un contexto histórico determinado acerca de la actividad de la sociedad para resolver los problemas que le plantea la convivencia colectiva; tanto la cultura política norteamericana como la de Cuba ha sido receptora y al mismo tiempo creadora de percepciones vinculadas directamente con las relaciones históricamente conflictivas entre los dos países.

Obviamente, lo anterior no es óbice para el moderado optimismo que las instituciones de ambos países deberían exhibir en el complejo proceso a largo plazo que permita avanzar decididamente en la "normalización" de las relaciones entre los dos países.

Por supuesto que Cuba tendrá que aprender paulatinamente a mirar a los Estados Unidos con menos prejuicios y con todos sus matices, tanto negativos como positivos. Por su parte, Estados Unidos tendrá que aprender a convivir con la Cuba actual, que tiene muy poco de la Cuba anterior al año 1961 cuando se rompieron las relaciones diplomáticas bilaterales; olvidándose de prácticas de antaño y reconociendo que los años de Revolución también han dejado herencias importantes para avanzar en el futuro. Esto último es además un activo que bien explotado, pudiera constituirse en una fortaleza para fertilizar paso a paso la nueva etapa que se abre en las relaciones bilaterales. La demostrada capacidad y el reconocimiento de Cuba para lidiar con importantes problemas a nivel regional e internacional (desde el enfrentamiento al tráfico ilegal de drogas, hasta la lucha contra el Ébola) pueden ser componentes importantes de la agenda bilateral que bajo ciertas condiciones, pudieran potenciar una cooperación relevante de los dos países en instituciones y foros multilaterales para beneficio de terceros.


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