miércoles, 21 de enero de 2015

El 17D: secuencias y consecuencias) XII

(Catalejo, el blog de Temas, 19 de enero de 2015)

Con el fin de seguir contribuyendo a la comprensión de la relación Estados Unidos-Cuba, Temas sometió a un selecto grupo de investigadores de ambas orillas este breve cuestionario, dirigido a estimar los desafíos del 17D y sus posibles secuencias, a corto y mediano plazos. Se inicia la publicación de esta serie en Catalejo, el blog de Temas, el 5 de enero, vísperas del aniversario 54 de la ruptura de relaciones diplomáticas. Con la intención de ampliar su alcance internacional, el contenido de esta serie comenzará a editarse también en inglés en los próximos días.

Jorge Hernández Martínez. Sociólogo. Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU).

Temas: ¿Cuáles el significado de las nuevas políticas entre EE.UU. y Cuba? ¿Cuáles son las medidas decisivas adoptadas de ambas partes? ¿Por qué? A su juicio, ¿qué próximos pasos serían claves?

Jorge Hernández Martínez: La relación dinámica, dialéctica, entre posibilidad y realidad, es lo que le imprime la mayor significación al proceso en curso. No se trata de una formulación filosófica, sino de una expresión del sentido pragmático que acompaña a las relaciones interestatales, en muchas ocasiones concebido de forma unilateral y mecánica como antinomia de posiciones basadas en principios o compromisos ideológicos. La medida en que puede asumirse como viable la convivencia entre muchas y variadas diferencias, ante nuevos contextos, conlleva un enorme simbolismo. Es decisivo el soporte sobre el cual descansan las decisiones de ambas partes. La noción del imprescindible respeto a la soberanía nacional, la independencia, la integridad territorial y la capacidad de autodeterminación de Cuba, en condiciones de igualdad por encima de la asimetría histórica consustancial al viejo y prolongado conflicto bilateral, es de la mayor significación. El alcance humano del regreso a Cuba de los tres héroes es extraordinario. La liberación de Alan Gross es de gran repercusión. La manera en que Obama argumenta lo que lleva a reconsiderar la política hacia Cuba, dejando claros los intereses permanentes de los Estados Unidos, y las precisiones que hace Raúl con respecto a las reservas con que se debe comprender el momento y al imperialismo, son aspectos fundamentales a la hora de mirar a ambas partes. En un mundo cambiante y cambiado, es lógico el restablecimiento de relaciones diplomáticas. Sin embargo, hablar de normalización tal vez sea demasiado fuerte e incluso, inexacto. No solo por razones históricas, desde el punto de vista de que con anterioridad no hayan sido relaciones normales ni simétricas, sino porque se trata de dos países cuyas cosmovisiones, intereses nacionales, concepciones económicas, sistemas políticos, modelos culturales, en el presente y en el futuro previsible, son bien diferentes, contrapuestos, y hasta incompatibles. El proceso demuestra que es posible dejar atrás un anacronismo o aberración de la guerra fría. Las medidas que apuntan hacia una colaboración inicial y paulatina en planos como los de las comunicaciones, cuestiones técnicas, financieras, comerciales, migratorias, consulares, correo postal, internet, interdicción del narcotráfico, viajes turísticos, intercambios de diverso tipo, articulan un entramado importante, un entorno necesario, pero no suficiente. Otros pasos implican decisiones más complicadas, tanto por los cambios de enfoque que supone con respecto a la política exterior estadounidense, como por las dificultades en la implementación. Cuestiones como el bloqueo, entendido como sistema de leyes y regulaciones, el territorio ocupado en Guantánamo, el desempeño de actividades subversivas.

Temas: El ejercicio de la política en Estados Unidos y en Cuba estuvo condicionado por una confrontación permanente, el uso de la coacción por el primero, la situación de fortaleza sitiada de la segunda. ¿Cuánto cambiará ese cuadro a partir de las nuevas relaciones? ¿Qué caminos se deberían tomar para hacerlas avanzar; con qué ritmos?

Jorge Hernández Martínez: La etapa que comienza abre numerosas interrogantes. Se trata de un proceso que, por múltiples razones, será necesariamente gradual, probablemente signado por cierta lentitud, que avanzará entre acciones-reacciones calibradas, entre prejuicios, visiones estereotipadas, asumiendo que no se produzcan desencuentros profundos, que lleven consigo estancamiento o retroceso. Dejar atrás el síndrome de la fortaleza sitiada requerirá tiempo. Y entretanto, las nuevas relaciones estarán sometidas a constantes evaluaciones, bajo lentes gubernamentales que escrutarán en ambos países, a diario, el clima de confianza mutua que pueda irse configurando. Este proceso estará expuesto a vulnerabilidades de diverso signo, incluyendo las de naturaleza subjetiva, con fuertes componentes psicológicos, ideológicos, culturales. De ahí que el cuadro que se irá definiendo estará bajo la sombra de la incertidumbre. En cierto modo, puede concebirse como una secuencia de cambios. Los caminos a seguir serían, de momento, los de la profundización de los pasos que se han venido dando, la consolidación de los vínculos de limitada cooperación o colaboración que, de hecho, han estado desarrollándose sin mucho aspaviento ni divulgación, en planos que involucran cuestiones militares, migratorias, de seguridad. En la medida que se demuestre que es posible el avance en esos ámbitos, será viable creer que el mejoramiento de las relaciones no solo es deseable, sino posible y efectiva. Cuesta trabajo pensar que el ritmo pueda concebirse, en esta etapa, más allá de un acompasado, progresivo, paso a paso.

Temas: ¿Cómo interactúan las nuevas políticas con las relaciones intrahemisféricas de ambos países? ¿Qué cambios podrían generarse en ese escenario, respecto al contexto actual?

Jorge Hernández Martínez: El conflicto entre Cuba y los Estados Unidos ha matizado todo el entorno hemisférico, desde los años de 1960 hasta la segunda década del siglo XXI. La posición que se tomara con respecto a la Revolución por parte de un país determinaba la amistad/enemistad con que la política estadounidense les tratara. La postura hostil de los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos hacia Cuba, la posición firme de la Isla, han introducido siempre conflictividad en las relaciones interamericanas. En el actual escenario, de mantenerse una relación bilateral constructiva entre los dos países, sería lógico pensar que ello propiciaría un clima de mejor entendimiento y ciertos países latinoamericanos, favoreciendo ello los intereses declarados por los Estados Unidos de recuperar su influencia, fortalecer su liderazgo y desarrollar un clima de confianza en el hemisferio. A la vez, Cuba proseguiría su inserción latinoamericana, incrementando el respeto y apoyo que ha venido suscitando, de forma creciente, en los últimos años. Sin embargo, el radicalismo de determinados procesos, como el de Venezuela, con el que la Revolución Cubana tiene lazos profundos, podría seguir estimulando la agresividad estadounidense, y situaciones como esa enturbiarían la escena interamericana en no poco grado, pudiendo ello, al mismo tiempo, introducir fricciones, complicaciones, en la estabilidad del clima bilateral entre Cuba y los Estados Unidos. La próxima Cumbre de las Américas será un buen termómetro para medir la temperatura en ese aspecto.

Temas: ¿Están preparadas las sociedades y las culturas políticas de ambos lados para este encuentro? ¿Cuáles son sus ventajas comparativas? ¿Cuáles sus principales déficits?

Jorge Hernández Martínez: Cuba ha estado preparada para convivir durante medio siglo en la confrontación con las políticas gubernamentales de los Estados Unidos, lo ha demostrado con creces. El proceso actual es fruto, en buena medida, de la firmeza y efectividad de las posiciones de firmeza, principios, de la Revolución, de su capacidad de defensa, de la consistencia de su política exterior y funcionalidad de sus concepciones de seguridad nacional, de la unidad interna. Vivir en ese "encuentro", en el restablecimiento de relaciones, es un reto. Para muchos, el hecho es bastante sorpresivo, inesperado. Desde luego que la cultura política cubana, la sociedad en su conjunto, tiene ante sí una oportunidad, una vez más, de crecer. El desafío es enorme. El consenso político se ha forjado en pleno conflicto durante más de medio siglo. Quizás podría hablarse de los aspectos que propician y obstaculizan la reconstrucción de un consenso. En Cuba el tema de los Estados Unidos es de dominio público. Pero no sucede lo mismo al revés. El conocimiento del tema cubano en los Estados Unidos se limita a determinados círculos o medios. No obstante, allá y acá existen expectativas a favor y en contra. Las nuevas tecnologías de la información han anticipado, de cierta manera, ese "encuentro", en numerosos ámbitos y en relación con los más diversos temas que conciernen a las realidades de ambos países. En términos de las dos sociedades y culturales, no se ha tratado de un conflicto amor/odio, aunque existen visiones sobre cada parte —estereotipadas o no, visiones del "otro"— en los imaginarios de ambos países. Ventajas y déficits son cosas muy relativas, con fuerte carga subjetiva, más allá de los beneficios en materia comercial, cultural, turística, por mencionar algunos.


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