miércoles, 29 de marzo de 2017

Adelantados y acomodados

Por Fernando Luis Rojas
Tú, en cuyas venas caben cinco Grandes,  
A quien hace mayores tu cuchilla,
Eres Adelantado de Castilla,
Y en el peligro adelantado en Flandes.
F. de Quevedo

Por sus servicios a la corona española, Diego Velázquez recibió el título de Adelantado. Pero aquí se trataba de un rango de dignidad y tenía un sentido, en cierto modo, espacial, de representación territorial.
Hay otro, este más temporal, que cabalga en historiografía y fraseología insular. Como dice el refrán: tiro piedras, y probablemente mi tejado sea… ya ustedes saben.
La idea de ese Adelantado temporal sirve para referirse a alguien(es) que se sale de las normas de la época, que rompió el molde, como también diríamos. Da lo mismo el terreno. ¿Literatura? Tenemos al Julio Verne visionario de Viaje al centro de la Tierra, Veinte mil leguas de viaje submarino y La vuelta al mundo en ochenta días. ¿La plástica? Pues Fahrenheit Magazine nos presenta su “salón de los rechazados” (artistas adelantados a su época): Vincent van Gogh, Paul Gauguin, Monet, Vermeer, El Greco, Cezanne, Seurat, entre muchos otros.
Pero con esto del “adelantamiento”, en los terrenos de la historia y la política nadie nos gana a los cubanos. Es así, que a veces Martí es un adelantado para no hablar del retraso de una cultura política descolonial, contra todas las dominaciones, entre una parte de los cubanos que lucharon por la independencia respecto a España; o Mella, para poder hablar bajito de su expulsión del Partido Comunista; o Guiteras, para que “la falta de unidad que dio al traste con la Revolución del 30” sea un asunto difuso y poco preciso; o el Che, todo un adelantado en esa declaración suya de “no dejar a sus hijos nada material” al partir a otras tierras, o considerar como un peligro que el hombre (en rigor, el dirigente) pensara que para dedicar su vida a la revolución, no podía distraer su mente por la preocupación de lo que faltara a sus hijos y familia.
Hablar de hombres adelantados a su tiempo es un arma de doble filo. Sí, puede servir de propaganda y movilizar; sí, a veces logra señalar la grandeza y significación de esos hombres y mujeres. Al mismo tiempo, puede disminuirlos en una oculta dinámica de adelantado-incomprendido (no fue capaz de hacerse entender); y lo peor, viene a tranquilizar a quienes se acomodan desde la lógica “yo estoy bien, soy un hombre o una mujer común, de estos tiempos”.
Como decía, no puedo lanzar piedras… Quizás haya utilizado esos términos. Hay palabras que se destierran –al menos en algún significado– cuando se piensa en ellas. En un camino similar ando, hace algún tiempo, con el significado político-generacional de términos como “relevo”. Pero esos han sido post anteriores, o por venir.

    

viernes, 24 de marzo de 2017

Palabras en la presentación del libro "Ahora es tu turno, Miguel"

Por Rosario Alfonso Parodi*
15 de marzo de 2017

Este libro Ahora es tu turno Miguel, como buen homenaje a un revolucionario mirista, tiene que ser el resultado de un trabajo colectivo, de los autores diversos y extraordinarios, de los compañeros de la cátedra Gramsci, entre ellos Guillermo López Lezcano que transcribió ponencias a veces con un audio deficiente, sin temor a las labores pequeñas para la obra grande, al compañero Fernando Luis Rojas, el compilador que entre tantas responsabilidades trabajó duro en esta selección, discutió abundantemente sobre lo escogido, propuso, entendió y apoyó la importancia de la diversidad para el diálogo entre estos autores, la editora Silvia Gutiérrez, por su paciencia, su atención cuidadosa, su profesionalidad y sus desvelos, los compañeros Guillermo Leyva y Manuel Gahona, combatientes del MIR y cubanos ya, que propusieron inicialmente en esta sala durante el coloquio, que hiciéramos un libro y ellos mismos son los responsables de la materialización de esa idea, y en Chile, Leonardo Chacona que permitió durante más de un año se mantuvieran protegidos nuestros libros y Pepe Borques que con tanta sensibilidad los imprimió y los cuidó con el orgullo de guardar un tesoro para Cuba y los cubanos. Gracias infinitas a todos.
     También gracias aquí quiero dar a una compañera mirista, María Emilia Marchi una combatiente que conocí el último día de mi estancia en Chile, quien después de irnos al cementerio y poner flores en el enorme mausoleo de las víctimas de la dictadura donde está su esposo, su familia, me sentó en su auto que parecía un carro cubano, todo remendado para el llegue, y me dijo que ella no se arrepentía de nada, que todas las derrotas, las adversidades, los llantos abundantes, la larga cárcel, todo había valido la pena si Cuba seguía en pie. Yo le prometí, quién sabe con qué misterio, como si con mi palabra le ofreciera alguna esperanza, que Cuba… seguiría en pie.
     Porque en Chile se ha visto entre tanto batallar entre la memoria y la desmemoria, sepultar otra vez a los caídos, callar a los sobrevivientes, entretener a los militantes en disputas de alcurnia y poder aspirado y nunca tenido. Se ha visto en definitiva languidecer la obra de honradez del MIR, de grandes desgarraduras, de pérdidas preciosas de hombres y mujeres que merecían toda la vida. Se han visto los sueños preteridos a los círculos estrechos de los dolientes, y en el país del neoliberalismo se ha visto reducida la historia de esta organización heroica, a la de unos jóvenes rebeldes de buena familia que fueron muy inconformes y sí, perdieron la vida en una tragedia, como cuando se habla de un accidente de auto.
     La cárcel más efectiva ha sido erigida allí, la de las mentes. Y los que no vivieron lo sucedido y solo tienen la reconstrucción de los que ganaron, no tienen nada más que imágenes de derrota, como cuando Google pone en la búsquedas de fotos de Ernesto Guevara, en las primeras hileras, a un che muerto, amarrado a la pierna de un helicóptero del ejército, y ahí sabemos que los muertos pueden morir muchas veces más.

     

Pero ese mundo de oscuridad puede avanzar en Cuba, ilusos los que creen en valladar sin grietas y en impunidad. Puede avanzar pues posee a su favor los paradigmas difuminados y la despolitización.
     Es verdad que muchas cuestiones de orden práctico dimanan de la necesidad de una revolución de mantenerse al servicio del pueblo y del proyecto que la ha fundado, pero una de ellas, una de estas preocupaciones tiene que ser la salvaguarda de la memoria, de los hechos y sujetos que la han edificado, que la han conservado, que la han distinguido.
    Pues los que buscan restaurar el capitalismo tendrán que erigir las catedrales sin santo de la desmemoria, tendrán, y ya lo intentan, que des semantizar la palabra revolución y revolucionario, y volver a la palabra Nación, Patriota como locomotoras de restauración de un pasado de un poco de iluminados y de un océano de millones en la sombra.
     Por esa razón debemos denunciar permanentemente en nombre de Miguel, a los que excomulgan el recuerdo del internacionalismo combatiente, a los que colocan bajo siete llaves la memoria de hombres y mujeres que vinieron aquí para nutrirse de la vivencia cubana, de la certeza de los cubanos de que la libertad de los otros era tan importante como la libertad individual. Esa obra de amor que era Cuba, les inspiró, los armó para irse allá lejos, a los rincones de sus ciudades, a lo oscuro de sus selvas, a echar la vida, a disponerse hasta a morir, como un paso para hacer seres humanos a los que habían sido tratados como esclavos, como parias, como instrumentos. Debemos denunciar a los que han considerado incorrecto estudiar o conocer el papel de Cuba en estas luchas, semi proscritas como el pasado rebelde de un joven que ha envejecido y se ha enseriado y no quiere que le mienten lo vivido. 
     Debemos denunciar a los culpables de que hasta los protagonistas cubanos de estas hazañas que acompañaron a los héroes, a los héroes como Comandante II, Che, Sendic, o como Miguel sientan que deben hacer un ejercicio de humildad mayúscula y silenciar también la historia de su propia vida que es su mayor orgullo y su asidero para seguir. Debemos denunciar los mecanismos, las razones de que no conozcamos y por ello no podamos honrar a esos héroes.
     Debemos distanciarnos y combatir en definitiva una memoria chata, unánime, de vítores y slogan, un espejismo que solo conduce a que nos desconozcamos, que menospreciemos como un teque nuestra historia y hasta nos sintamos víctimas de un voluntarismo ajeno.
     Hoy van ustedes a llevarse este libro y por eso les pedimos a todos, todos tenemos responsabilidad que asumir en esto, que lo tomen y lo lleven, no a un estante o al reposo de la lectura, sino que lo muestren y lo divulguen, por eso invitamos aquí a los compañeros de la escuela de medicina hospital Miguel Enríquez, a las maestras y los niños de la Escuela Primaria Miguel Enríquez, para que llenen de contenido ese nombre, lo llenen de fe, de moldura de pensamiento, de empeño de lucha, de un Miguel físico, que debe polemizar, que tiene los conflictos y los equívocos que lo endurecen frente al dogmatismo, que tiene que hacer sus ideas valer en el debate, que ama profundamente y que cuando es tocado por heridas de muerte, quiere vivir, quiere vivir. 
     Tenemos ese compromiso de rescate de la memoria por Miguel, pero también por todos esos cubanos con esperanza, que siguen dando una y otra vez en garantía su vida cotidiana, que siguen trabajando duramente, que han mantenido a flote una gran dignidad, y lo han hecho y lo hacen precisamente por creer en el ejemplo de Cuba, asidero para los pobres del continente y del mundo, que se unieron y se rebelaron y protagonizaron las hazañas que los poderoso les dijeron que nunca debían ni soñar.
     En noviembre ha muerto Fidel, todos los cubanos, hasta los que lo asaetearon, los que lo culpaban de todas las cosas, o los que decían esto pasa porque Fidel no lo sabe, todos, lloraron en la fiebre de haber perdido lo que nos recordaba en un nombre propio toda la hazaña, desde la cimera parábola de David, hasta la guapería revolucionaria de Fidel seguro a los yanquis dale duro, que nos recordaba y nos recuerda afirmativamente SÍ el Imperialismo es todavía nuestro peor enemigo, y todo lo que hicieron para doblegar y mutilar NI lo perdono, NI lo olvido, fue el que dijo el que no lleva a su hijo a la escuela no es revolucionario; es el del recuerdo del día en que junto a la más abrumadora mayoría en una plaza, se cambió, por nombres de mártires, los nombres de las fábricas, las empresas y los centrales YANQUIS: United Fruit Company…. se llamaba.
     Ese Fidel que en Chile percibió el peligro agazapado del fascismo, que se encontró con Miguel muchas veces, y que Miguel admiró, escuchó y entendió con fascinación por largas madrugadas de diálogo, aunque nunca sin dejar de tener criterio propio.
     Y porque Miguel y El Bauchi y los otros que murieron con la bandera, dijeron que su estandarte de guerra era rojo y negro como el de Fidel, como el de los primeros en el Moncada, y porque Miguel estaría honrado, estoy segura, quiero pedirles, compañeros que nos pongamos de pie una vez más, como aquella tarde en que cantamos juntos, y con Miguel, y claro por Fidel, cantemos el himno rebelde de Cuba: el himno del 26 de julio.


*Investigadora del ICIC Juan Marinello. Tomado de su página en Facebook .

jueves, 23 de marzo de 2017

Urgencias

Por Carlitos

La pérdida de profesionales en el sector estatal es una realidad que nos ha acompañado invariablemente en los últimos cinco lustros. Año tras año vemos cientos de profesionales migrar hacia el sector privado o el exterior.

Sin embargo, nuevas variables pueden estar agravando el asunto. La política migratoria facilitó a los profesionales cubanos buscar suerte en otros países, mientras que el dinamismo del turismo en los últimos dos años ha hecho más fácil encontrar empleo y buenos ingresos en el sector privado.

Y no es lo mismo un problema de 5 años, que uno de 25. El paso del tiempo ha afianzado la percepción entre una parte no despreciable de la población (y especialmente en los jóvenes) de que no se puede seguir esperando a que lleguen los cambios necesarios: vida hay una sola.

Aunque no existen estadísticas que lo muestren, se puede estar llegando al punto en que no basta con los especialistas que se gradúan para suplir los que se van. Profesionales que con mucho esfuerzo y recursos son capacitados en áreas clave, tienen un tiempo de vida y contribución en el sector estatal cada vez menor.

Hay mucho en juego cuando hablamos de la permanencia de los profesionales en el sector estatal. Una de las principales inversiones de la Revolución (su capital humano) se está malogrando, o peor, se está "exportando" sin recibir nada a cambio.

El sector estatal, que es el que regula la economía, el que debe impulsar la vida política del país, el que debe acometer los cambios económicos, el que tiene en sus manos los sectores estratégicos, el que gestiona los servicios sociales conquistados, corre el riesgo de no poder cumplir con estas funciones porque son muy pocos los profesionales con que cuenta o porque ya no están los más capacitados. Y la búsqueda de soluciones a problemas como los nuestros no puede asumirse con profesionales de segunda o tercera línea.

Lo preocupante es que de tanto traer y llevar el tema nos hemos acostumbrado a verlo como algo muy grave, pero que no depende de nadie: "habrá que esperar a que la economía crezca, a tiempos mejores".

Aunque hay factores subjetivos y organizativos que pesan sobre estos fenómenos, es el bajo nivel de los salarios estatales la principal razón. Con frecuencia se ha insistido en que los salarios no pueden crecer hasta tanto no crezca la productividad del trabajo. Sin embargo, ¿cuánto tendría que crecer la productividad para restablecer el nivel de los salarios?

Para, por ejemplo, multiplicar por tres el salario medio mensual (de manera que sobrepase los 2.000 pesos cubanos* u 80 CUC), la productividad del trabajo tendría que triplicarse también. A una tasa de crecimiento anual de 8,0% (similar a la difícilmente imitable de China en sus años de mayor dinamismo) la productividad tardaría en triplicarse en Cuba casi 15 años.

Por tanto, en términos prácticos, la solución al problema no puede provenir únicamente del incremento de la productividad. Es necesario y preciso estudiar otras soluciones organizativas y distributivas. No siempre se puede esperar a soluciones ideales.

Es posible, por ejemplo, agilizar los cambios anunciados que inciden en la optimización de la fuerza laboral estatal: reducción de plantillas infladas de conjunto con el impulso al sector mixto, cooperativo y privado en sectores no considerados como "medios de producción fundamentales". Una reducción de las plantillas infladas permite distribuir entre un grupo menor de trabajadores (y de una forma más justa) la misma masa salarial.

En el orden de las trasformaciones pendientes, también es preciso acelerar las acciones que permitan eliminar innecesarias erogaciones del Estado en servicios sociales. No se trata de reducir estos servicios, sino de sustituir subsidios y gratuidades innecesarias por incrementos salariales. En términos de la economía política, estamos hablando de lograr un mejor balance entre la distribución con arreglo al trabajo y los fondos sociales de consumo.

Un ordenamiento de las regulaciones del sector privado, incluyendo una revisión de la política tributaria (que actualmente genera incentivos perversos), podría ayudar a reducir los altos niveles de evasión fiscal y, con ello, incrementar los recursos con que cuenta el Estado para pagar salarios en el sector presupuestado.

En el muy corto plazo, se podrían adelantar incrementos salariales representativos en sectores pequeños (y por tanto poco costosos para el Estado), pero de mucha incidencia en el desarrollo económico, político y social del país. Pienso, por ejemplo, en nuestros doctores en ciencias, los profesionales de los centros clave del polo científico, los periodistas, los científicos a cargo del diseño e implementación de las principales reformas económicas y políticas, entre otros.

Seguramente habrá otras y mejores soluciones, que pueden partir del intercambio y el análisis especializado. Listo algunas para advertir que no dependen únicamente de incrementos productivos.

Solo a partir de que el salario restablezca sus funciones básicas será posible aspirar a que en el Socialismo confluyan los intereses individuales, colectivos y sociales. Mientras, el sector privado y el capitalismo no solo crecen, sino que comienzan a verse para muchos (a falta de alternativas palpables) como la única opción posible para alcanzar sus proyectos personales.

Es demasiado lo que se juega. Necesario es actuar cuanto antes.

*Según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información en 2015 el salario medio mensual era de 687 pesos cubanos. Si se lograra triplicar, alcanzaría los 2.061 pesos cubanos. Suponemos adicionalmente que los precios no crecen. Con el crecimiento de los precios (inflación), al cabo de 15 años esos 2.061 pesos cubanos tendrían mucho menor poder adquisitivo que hoy.

jueves, 9 de marzo de 2017

De Oráculos, la cabeza y el estómago

Por Fernando Luis Rojas

“Vertical” y “Horizontal” son dos términos que campean en el lenguaje político. Más allá de los significados con que han calado en el sentido común y en la academia, cabe siempre la posibilidad de problematizarlos. A mí en lo particular, la idea de “mandar obedeciendo” me suena a una verticalidad inversa; por ejemplo. Por otro lado, esta apropiación en el terreno político, invisibiliza o desplaza otras “verticalidades” operantes: económicas, culturales, ideológicas, académicas, educativas…
En la antigüedad, el Oráculo representaba el doble carácter de la verticalidad. Era, por una parte, el lugar al que se acudía para la consulta; digamos, el espacio, la referencia. El oráculo era además la respuesta, el futuro, y por si no bastara, el camino. En materia de pares sería más o menos así: la Academia y el libro, la Organización y el manifiesto, el Ministerio y las resoluciones, las Salas de lo Constitucional y su interpretación de la ley fundamental…
Aunque se ha diversificado, el asunto –en esencia– no ha cambiado mucho. A diario nos asalta por la izquierda Delfos, por la derecha Dídima, por el centro Delos. Y a veces se intercambian. Hay multitud de formas, al menos en el lenguaje: “somos marxistas” y “esta es la interpretación correcta de Marx”, “luchamos por la democracia” y “esta es la forma de ser democráticos”, “estoy comprometido con lo popular” y “esta es la expresión de lo popular”, “esos autores están superados” y “ahora deben leer estos otros”, “la Revolución es…” y “nosotros somos los verdaderamente revolucionarios”, “esta es la forma de luchar” y “todos los que no siguen ese camino no luchan”… y así por el estilo.
Yo, por lo menos, no estoy libre de ese contagio antiquísimo del doble carácter de la verticalidad. A veces víctima, y otras tantas entrando al juego de victimarios. Pero esa es la cabeza. El estómago corrige, cuando lo dejamos. El estómago corrige cuando nos ubica diariamente a la par de muchos, cuando sigue planteando –el también milenario problema– de los millones que del verticalismo solo han visto el punto sobre sus cabezas.  
   

Ser o no ser, esa no es la cuestión

Por Carlitos

No es lo mismo ser contrarrevolucionario que no revolucionario.

El apoyo masivo a la Revolución es una circunstancia asociada al entusiasmo inicial por un proyecto que transformó radicalmente una sociedad torcida y corrupta. A ello se sumó la capacidad movilizadora de liderazgos irrepetibles como los de Fidel y el Che.

Sin embargo, ya no son esos tiempos. Después de años de desgaste producto del enfrentamiento a agresiones externas y los errores propios, muchos cubanos viven su vida sin una conexión directa con el proyecto social. Otros quieren lo mejor para Cuba y, sin embargo, no comparten completamente el rumbo seguido o por seguir.

Siempre he reclamado el derecho a ser revolucionario, porque a veces pareciera que "no se usa" serlo, pero siento el deber de respetar a los que no lo son, no solo por derecho (somos parte del mismo país), sino porque no se puede negar su capacidad de aportar.

¿Por qué debemos negar la posibilidad de participar a quienes no tienen una actitud militante? O, ¿por qué debemos negar la participación a quienes militan o debaten desde posiciones diferentes? Unos y otros pueden ser no revolucionarios, pero no tienen por qué ser contrarios al proyecto. Los límites son claros, para aquellos que niegan la posibilidad de la Revolución a existir en contubernio con intereses anexionistas.

¿No es acaso la tarea primera de los revolucionarios enamorar, sumar y hacer parte al resto? ¿No es eso los que nos enseñaron nuestra historia y nuestros íconos? Ninguna idea será suficientemente revolucionaria si se defiende negando el derecho de otras ideas a existir. Lo revolucionario implica también humildad y capacidad para dudar sobre lo propio en que se cree.

Sería ingenuo suponer que muchas formas de pensamiento alternativas son espontáneas. Está suficientemente documentada la labor del gobierno norteamericano y otros occidentales por subvertir el Socialismo en Cuba construyendo plataformas artificiales de pensamiento.

Pero sería irresponsable suponer que toda idea que no comparta las medidas o rumbos que toma el gobierno cubano tiene un proyecto de subversión atrás. No todo es capitalismo camuflado de tercera vía; hay ideas diferentes que pueden ser auténticas. En definitiva, nadie tiene la verdad sobre un Socialismo que está por construir.

Tampoco es serio suponer que todo dinero extranjero tiene fines anexionistas. Pregúntese, por ejemplo, de donde sale el financiamiento de muchos de los proyectos académicos de nuestras universidades, incluso en el campo de las ciencias sociales. ¿Les llamaremos también contrarrevolucionarios o pro-imperialistas?

La principal conquista de la Revolución no es la educación y la salud, no son nuestros médicos internacionalistas, no son los bailarines, escritores, pintores o cineastas de fama mundial, no son las medallas olímpicas. Esas son conquistas importantes, trascendentales, pero reversibles. La principal conquista y fuerza capaz de reproducir la Revolución es un pueblo que sabe pensar por cabeza propia y con un sentido distinto de la ética.

No podemos seguir discutiendo en las redes como si la gente necesitara manuales para saber dónde está lo bueno y lo malo. La lucha ideológica no es algo tan simple. Los cubanos saben lo que deben saber. No lo sabe cada uno por separado, lo sabe esa construcción invisible (más invisible y poderosa que la mano invisible del mercado) que es la conciencia social.

Y si dañino es asumir como contrarrevolucionaria toda actitud o idea no revolucionaria, dañino es que se pretenda asumir como revolucionaria aquella actitud que no admite crítica alguna, que solo ve la Revolución como una cuestión a defender del malecón hacia afuera.

Es un deber de los revolucionarios defender al proyecto de las agresiones externas y la burda, incisiva y poderosa tergiversación mediática, pero no es el único deber. Cuando se hace eso y a la vez se niegan o solapan los errores propios, se está militando a favor de los que no quieren que Cuba avance (aunque no sea la intención).

La mejor y más militante manera de ayudar al gobierno que representa el proyecto de la Revolución no es justificando cada medida, sino alertando y debatiendo, especialmente sobre lo fallido o lo que queda por hacer. A los ojos de los jóvenes que se asoman a sus primeras motivaciones políticas serán verdaderamente creíbles los revolucionarios que, como el Che, son tan duros con el imperialismo como con las insuficiencias propias.

Precisamente, en la estratégica tarea de movilizar a los no revolucionarios a favor del Socialismo, uno de los grandes retos es mostrar que la excesiva centralización, la aversión al pensamiento diferente, la acrítica justificación de todo lo que se hace, la creencia de que la rebeldía internacional da derecho a incomprender la rebeldía interna, son expresiones de una manera de interpretar el Socialismo y el ser revolucionario que niega sus esencias. El Socialismo es otra cosa, con la que es posible y necesario poner a soñar a los jóvenes. Nuestra historia es testigo.

La gente por la que vale la pena una Revolución, los humildes, los hombres y mujeres que viven muy modestamente o muy por debajo de lo que merecen, los que lo hacen sin renunciar al proyecto revolucionario, los que perdieron o disminuyeron su fe pero siguen trabajando honradamente, los que edifican familias y valores, los que no tienen tiempo para estos debates, merecen un diálogo no excluyente, una visión más aterrizada y menos modélica del presente y del futuro.

Más que dialogo, esa gente merece avanzar. Merece que no se olvide lo que costó llegar aquí y el valor histórico y simbólico del istmo de 1959, pero merece también que el proyecto social se parezca a los jóvenes que lo habitan y hacen posible; que comulgue con el proyecto individual de cada cual; que sea de avanzada y transgresor en la ideología, la democracia, la ciencia, la tecnología, la comunicación, el arte; que entienda la urgencia de hacer para ayer los cambios que todos aprobamos (y más); que pida compromiso (más que nada con el pueblo y la verdad); que no deje de ser hereje y, por tanto, de valorar la herejía.

Y ese avance, ese proyecto social que necesitamos, será muy difícil de alcanzar si esperamos que sea obra únicamente de los no revolucionarios, de los revolucionarios del tipo A o de los revolucionarios del tipo B o del C. Debe ser una construcción de todos.

Ser o no ser, definitivamente, no es la cuestión.