(Catalejo, el blog de Temas, 19 de enero de 2015)
Con el fin de seguir contribuyendo a la comprensión de la relación Estados Unidos-Cuba, Temas sometió a un selecto grupo de investigadores de ambas orillas este breve cuestionario, dirigido a estimar los desafíos del 17D y sus posibles secuencias, a corto y mediano plazos. Se inicia la publicación de esta serie en Catalejo, el blog de Temas, el 5 de enero, vísperas del aniversario 54 de la ruptura de relaciones diplomáticas. Con la intención de ampliar su alcance internacional, el contenido de esta serie comenzará a editarse también en inglés en los próximos días.
Richard E. Feinberg. Profesor de Relaciones Económicas Internacionales, Universidad de California, San Diego.
Temas: ¿Cuáles el significado de las nuevas políticas entre EE.UU. y Cuba? ¿Cuáles son las medidas decisivas adoptadas de ambas partes? ¿Por qué? A su juicio, ¿qué próximos pasos serían claves?
Richard E. Feinberg: Sería difícil sobrestimar la importancia del súbito descongelamiento en las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba. Durante mucho tiempo, Cuba ha sido un símbolo: en América Latina, de esfuerzos regionales hacia una mayor autonomía y experimentación, y de la negación por parte de EEUU de esos esfuerzos; en los Estados Unidos, de una inercia irracional en política exterior, impulsada frecuentemente por una política provinciana. Cuando Obama y Castro simultáneamente anunciaron su cambio de política, eso en sí mismo fue una clara señal de igualdad y respeto mutuo. Pasó un poco inadvertida la llamada telefónica previa al discurso y las bromas compartidas, cuando Castro aludió a la predilección de su hermano por los discursos largos, en un tono y una forma desenfadada, inimaginables unos años antes. Y en términos de la política interna en EEUU, lo trascendental de las intervenciones presidenciales, orquestadas magistralmente de manera sorpresiva, durante el receso del Congreso y la temporada navideña, demostró, una vez más, el poder de la presidencia de los EEUU cuando se ejerce con inteligencia. Durante décadas, la fuerte comunidad cubano-americana parecía controlar la política de los Estados Unidos: con un golpe audaz, ese control se hizo añicos y se disipó la oposición. También se quebró el dominio del Congreso en los niveles medios de la burocracia, intimidados, durante mucho tiempo, por bravucones en el Congreso. Ahora que su líder ha hablado con claridad y dirección, la burocracia tendrá que alinearse y podrá ser capaz de contraatacar a los miembros recalcitrantes del Congreso diciendo: "Mi presidente lo ha ordenado".
También fue de gran importancia el énfasis del presidente Obama en los mecanismos económicos: el turismo, la banca, las telecomunicaciones y el Internet, el comercio potencial con el emergente sector privado en Cuba. ¡No condicionado a cambios políticos a priori! Y, ciertamente, no condicionado a una pronta evolución de Cuba hacia un sistema multipartidista (como requería la Helms-Burton, algo que el Presidente señaló que deseaba revocar). El Presidente fue cauteloso, no podemos esperar un cambio de la noche a la mañana en Cuba, al contrario, alertó contra los esfuerzos por planear un "colapso", o producir un "estado fallido", de los que el mundo ya tiene demasiados y que nos han proporcionado sobrados dolores de cabeza. En efecto, el Presidente estaba diciendo que los Estados Unidos buscaría un intercambio económico, con la expectativa de que, con el tiempo, el cambio económico conduciría a un cambio político, pero gradualmente, lentamente, pacíficamente. Esto establece un cambio radical y, yo diría, muy bienvenido, en la política de los Estados Unidos hacia la racionalidad y el realismo.
No sabemos hasta qué punto el gobierno de Cuba estaba informado o de acuerdo con los detalles de la iniciativa de Obama. Sabemos que se negoció el intercambio de prisioneros y la decisión de buscar la normalización de las relaciones diplomáticas. Pero no sabemos si Cuba ha aceptado o aceptará los otros elementos quizás más importantes de la propuesta de Estados Unidos. ¿Permitirá al monopolio estatal de las telecomunicaciones de Cuba acercarse a firmas estadounidenses?; ¿autorizará cablear la isla, el acceso de todos los cubanos a la banda ancha, a comprar teléfonos inteligentes y servicios a precios que el consumidor promedio cubano pueda pagar? ¿Se le proveerá a los negocios cubanos, estatales y no estatales, con los medios electrónicos para que puedan usar las tarjetas de crédito y tener acceso a facilidades bancarias? ¿Y permitirá el gobierno cubano a las firmas no estatales comprar los insumos que tanto necesitan a los suministradores de Estados Unidos, como ha autorizado Obama? Si así fuera, ¿serán los procedimientos para tales compras lo suficientemente ágiles y a precios asequibles que los hagan viables en la práctica? ¿Y cómo se financiarán esas compras?: ¿abrirán los bancos cubanos sus ventanas a los créditos a corto plazo en divisas al sector privado, y establecerá el gobierno norteamericano sus propias facilidades para hacer posible este comercio?
Vale la pena señalar que esta apertura del comercio al sector no estatal en Cuba es innovador en los anales de la diplomacia comercial estadounidense. Normalmente es lo opuesto: el gobierno de los Estados Unidos niega el comercio en ciertos sectores o a ciertas entidades o individuos, esto es, crea una lista negativa; pero en el caso de Cuba, hay una lista positiva, un nuevo espacio, de receptores específicos que son considerados como elegibles, mientras el grueso de la economía cubana permanece bajo sanciones económicas. ¡Esto es diplomacia comercial audaz y creativa! Veamos cuán bien puede ser implementada. ¿Y cooperará el gobierno cubano en un programa que privilegia a un sector privado que, por decirlo de alguna manera, no es el sector más favorecido por el Estado cubano?
Temas: El ejercicio de la política en Estados Unidos y en Cuba estuvo condicionado por una confrontación permanente, el uso de la coacción por el primero, la situación de fortaleza sitiada de la segunda. ¿Cuánto cambiará ese cuadro a partir de las nuevas relaciones? ¿Qué caminos se deberían tomar para hacerlas avanzar; con qué ritmos?
Richard E. Feinberg: Aquí el shock mayor es para la diplomacia cubana, que ha estado por mucho tiempo condicionada a enfrentar un enemigo externo abrumadoramente poderoso. Este paradigma ha marcado, mayormente, a la diplomacia cubana: si los Estados Unidos dicen "blanco", Cuba dice "negro". Ahora se espera que Cuba examine cada asunto en su esencia, teniendo en cuenta, por supuesto, su interés nacional, pero no simplemente en función del antagonismo entre Cuba y los Estados Unidos. Este cambio en la diplomacia cubana, de hecho, se ha estado desarrollando durante cierto tiempo. Por ejemplo, cuando Cuba fue sede del encuentro de la CELAC en enero de 2013, el comunicado tuvo un tono bastante moderado, examinando muchos asuntos con cuidado y razonamiento, de hecho, coincidiendo con muchas de las posiciones de EEUU. En general, el tono de la diplomacia cubana, en la mayoría de las ocasiones, ha ido evolucionando, como corresponde a un estado que no busca subvertir el sistema global, sino más bien que trabaja para maximizar los beneficios desde el interior de las instituciones existentes y a partir de sus procedimientos. Como consecuencia, podemos esperar que los EEUU y Cuba encuentren un terreno común en relación con temas globales y regionales, aunque, por supuesto, no en todos los asuntos que se presenten ante la comunidad internacional, al igual que sucede en las relaciones entre los EEUU y la Unión Europea. Pero podrá suceder que los EEUU y Cuba coincidan con más frecuencia que, por ejemplo, los EEUU y Brasil, o los EEUU y China, porque Brasil y China son potencias hegemónicas regionales con aspiraciones globales para desafiar el liderazgo de EEUU, mientras que Cuba es libre de centrarse en las ventajas más prácticas para su propio pueblo.
La política de distensión entre los EEUU y Cuba tendrá también un impacto monumental en la política interna cubana. Es de esperar que disentir de la política estatal no se seguirá considerando colaboración con el enemigo externo sino que, más bien, se tendrá en cuenta por sus méritos. Esto representará un enorme beneficio para Cuba, porque los muchos desafíos que Cuba enfrenta solo podrán abordarse en una atmósfera de diálogo abierto y de debate, donde las mejores mentes y las mejores ideas triunfen y donde se puedan realizar correcciones sobre la marcha ya que los errores y las contradicciones son inevitables y se necesitarán nuevos enfoques. Es también de esperar que Cuba se abra al aprendizaje de otras experiencias internacionales: Cuba es un país único, al igual que todas las naciones, pero eso no significa que no hay valiosas lecciones que se pueden aprender de las experiencias de otros países que han enfrentado dilemas similares en su historia reciente. En un ambiente de menor confrontación, Cuba debería estar más dispuesta a buscar nuevas ideas fuera de sus fronteras a medida que construye su propio futuro.
Temas: ¿Cómo interactúan las nuevas políticas con las relaciones intrahemisféricas de ambos países? ¿Qué cambios podrían generarse en ese escenario, respecto al contexto actual?
Richard E. Feinberg: La posición unánime de América Latina y del Caribe en relación con la reintegración de Cuba en el sistema interamericano fue, sin dudas, un elemento impulsor importante para la decisión de los EEUU de normalizar las relaciones. Este cambio en las relaciones diplomáticas hemisféricas es un triunfo significativo para la diplomacia cubana que ha trabajado cuidadosa y consistentemente en los años recientes para obtener este histórico resultado. La chispa inmediata fue la próxima Cumbre de las Américas en Panamá el próximo abril. América Latina y el Caribe emitieron un ultimátum: sin Cuba no hay Cumbre. Esto golpeó a los EEUU en un punto vulnerable, ya que las cumbres interamericanas son un escenario para el liderazgo de los EEUU y un espacio para fijar una agenda, especialmente importante teniendo en cuenta la existencia de la CELAC y de UNASUR, entidades regionales que excluyen totalmente a los EEUU. Por lo que el asunto Cuba adquirió una significación más amplia en el corazón de las relaciones interamericanas. Inicialmente, los EEUU fueron lentos en percibir esta realidad, negándose a creer que los líderes de América Latina mantendrían lo dicho e imaginando que las amenazas de no asistencia, inicialmente lanzadas en 2012 en la anterior Cumbre de las Américas, en Cartagena, Colombia, eran coyunturales y que pronto se olvidarían. A esa interpretación errónea se le escapó el profundo simbolismo de las relaciones entre los EEUU y Cuba en la percepción de América Latina y del Caribe, no solamente entre los países del ALBA, sino también en las psiquis de muchos otros latinoamericanos, no necesariamente de convicciones izquierdistas.
En el cónclave de Panamá, podemos anticipar que Obama y Castro se darán la mano ante los otros líderes presentes en la reunión, todos los que —ya sean de izquierda, derecha o centro— celebrarán el acontecimiento con una cerrada ovación. Para Castro este será un dulce momento de triunfo diplomático. Para Obama será una renovación del liderazgo de los EEUU y el cumplimiento de la noble promesa de su presidencia.
Temas: ¿Están preparadas las sociedades y las culturas políticas de ambos lados para este encuentro? ¿Cuáles son sus ventajas comparativas? ¿Cuáles sus principales déficits?
Richard E. Feinberg: Para los EEUU, algo que destacó Obama en sus observaciones del 17 de diciembre, es el de expectativas razonables. Los estadounidenses, especialmente en el entorno de Washington y en el Congreso y en los medios de difusión de EEUU, a menudo exageran la capacidad del poder de los EEUU para influir en eventos en el extranjero, incluyendo los eventos dentro de los estados. A estos estadounidenses a menudo se les escapa que los actores en otros países, por mucho que profesen afecto por los valores de los EEUU, actúan a partir de sus propios intereses. Los mecanismos estadounidenses pueden tratar de moldear los incentivos, pero al final, la influencia de los EEUU depende de otros actores y circunstancias. Y los cambios, generalmente, avanzan gradualmente, pues las personas se ajustan a las nuevas realidades con deliberada cautela. Por lo que la administración de Obama tendrá la tarea siempre difícil de guiar las expectativas. Tendrá que definir los objetivos estadounidenses de manera realista para que, al final de su mandato, su equipo pueda colocar la política de los EEUU hacia Cuba entre sus "victorias" diplomáticas.
Cuba también se enfrenta a un reto en términos de manejar las expectativas. Muchos cubanos anhelan que la mejoría en las relaciones con los EEUU se traduzca, rápidamente, en un mejoramiento de los niveles de vida para ellos y para sus familias. El presidente Castro, en sus observaciones del 20 de diciembre ante su legislatura, buscó atemperar las expectativas, advirtiendo que los salarios no podrían sobrepasar los aumentos en la productividad pues, de lo contrario, el resultado sería una peligrosa espiral inflacionaria. Pero el Estado cubano tendrá que mejorar mucho su trabajo en cuanto a compartir la información, en abrir ventanas a los análisis políticos para que la población tenga un mejor conocimiento de los problemas actuales y de las direcciones políticas futuras. Específicamente, el gobierno ha dicho muy poco sobre las decisivas reformas de los regímenes monetarios y cambiarios. Muchos cubanos esperan que la reforma monetaria les proporcione, de alguna manera, un incremento milagroso en su poder adquisitivo. Este es un momento peligroso y arriesgado para Cuba y debe manejarse bien, con transparencia e integridad.
¡Los retos sociales y económicos que enfrenta Cuba son inmensos! Solo por citar dos: el sector de los servicios en Cuba tendrá que modernizarse significativamente, si quiere responder con eficiencia el esperado arribo de turismo estadounidense para que tengan una experiencia agradable y deseen regresar; y de forma más amplia, Cuba tendrá que seguir considerando las ventajas y desventajas entre eficiencia y equidad, entre mecanismos de seguridad social e incentivos laborales, entre diferencias salariales y justicia social. Y el Estado cubano tendrá que darle mayor peso a la productividad económica y menos peso al control político central si la economía cubana quiere proveer más productos y servicios de calidad a su pueblo en un nuevo camino de crecimiento sustentable.
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