Por Guillermo Rodríguez Rivera
Estaba anunciado, si uno tenía ojos para ver.
Varios publicistas de la derecha se han alarmado al ver producirse, en Europa, la aparición de una "nueva izquierda". Y la alarma no proviene de que tal formación política haya aparecido, sino de que amenaza con hacerse del poder por la vía electoral, y muy rápidamente, desbancando al bipartidismo que, a imitación de los Estados Unidos, se había instalado en las naciones europeas.
Desde la desaparición de la URSS, los partidos comunistas si no se extinguieron, al menos se marchitaron en Europa y en América Latina. Los teóricos de la derecha anunciaron no sólo el fracaso soviético, sino el del propio marxismo.
Quedaban, en estos países, apenas dos partidos con suficiente poder de convocatoria para disputarse el poder en elecciones: uno conservador (podía tener variados pelajes) y el otro socialdemócrata, pero de una socialdemocracia que, poco a poco, pero inexorablemente, había renunciado a sus orígenes marxistas, y ya no quería cambiar el sistema capitalista. Los dos partidos estaban enfocados, con diferentes matices, en la voluntad de conservarlo.
La primera campanada de alarma ha sido la victoria de Syriza en Grecia, y la elección de Alexis Tsipras como jefe del gobierno. Pero todavía causa más escozor la evidencia de que la reciente formación española Podemos, amenaza hacerse relampagueantemente con el poder que se han repartido el PSOE y el PP, desde la restitución democrática ocurrida tras la muerte de Francisco Franco.
Me parece que estos publicistas –por eso les llamo así, en lugar de estudiosos– no quieren explicarse verdaderamente el fenómeno político que está aflorando a la vista de todos. No les interesa comprenderlo sino, exclusivamente, desacreditarlo.
En los años que siguieron al devastador crack económico de 1929, llegó al poder en los Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt. Esa década del treinta fue, en ese país, una década de desempleo, de ley seca y, con ella, de la proliferación y enriquecimiento de la mafia, pero también de sindicatos radicalizados, de una fuerte influencia del pensamiento socialista y de fortalecimiento del partido comunista, a pesar de la división creada por el arraigo de Stalin en el poder y la eliminación de casi todos los principales dirigentes de la Revolución de Octubre.
El predecesor de Roosevelt, Herbert Hoover, fue un adelantado de lo que hoy es la filosofía neoliberal. Predicaba lo que el capitalismo clásico –anterior a la Revolución de Octubre— proclamaba: el estado no debía intervenir en la vida económica de su país, porque el mercado era capaz de autorregularse[1] y superar la gran depresión por sí solo. Hoover fue muy crítico de las medidas que habían tomado algunas naciones europeas para favorecer a los trabajadores desempleados y se hizo enormemente impopular en su país.
Roosevelt y sus asesores se apoyaron en los postulados del economista inglés John Maynard Keynes[2]: aparece la seguridad social, la pensión al desempleado, educación y salud gratuitas. Son los fundamentos del New Deal rooseveltiano y lo serán de la política económica de Europa occidental después de la Segunda Guerra Mundial.
Se trata de un capitalismo que ha decidido compensar, a través del estado que representa esencialmente a la gran burguesía poseedora, a los sectores más endebles, más vulnerables de la sociedad en la que se ubica la gran masa de trabajadores de esas sociedades. El propósito es, exactamente, salvar al régimen capitalista mediante la adopción de medidas que provienen del pensamiento socialista, pero que el capitalismo incorpora para conseguir su estabilidad. Constituyen un instrumento para debilitar el pensamiento radical de izquierda.
¿De dónde sale el financiamiento que sostiene el New Deal de Roosevelt y el "estado de bienestar" europeo? De los grandes impuestos que pagan las mayores fortunas de sus países. Es el "estado de bienestar" el que impide la rebeldía de los pobres contra la riqueza, es él el que elimina o atenúa muchísimo la lucha de clases. A nadie debiera interesarle más su existencia que a los millonarios, que siguen siéndolo aunque paguen impuestos que contribuyen a la estabilidad de la nación.
Sin embargo, desde los años ochenta del pasado siglo, dos figuras centrales en el gobierno del mundo capitalista, Ronald Reagan, de los Estados Unidos, y Margaret Thatcher, del Reino Unido, proponen la adopción de la doctrina de otro economista, la del norteameriano Milton Friedman: una doctrina destinada a desmontar el llamado "estado de bienestar" imperante en los Estados Unidos, Canadá, Europa Occdental y Australia; es el "neoliberalismo", opuesto a la doctrina del keynesianismo.
Los impuestos no deben pagarlos los ricos sino los ciudadanos comunes. La argumentación es que la enorme acumulación de la fortuna de los poderosos, los hará invertir en industrias, servicios, instituciones que aumentarán el empleo. Pero los ricos no invierten en sus países: se van a invertir en países más pobres, donde pagan menos por el trabajo, o desarrollan lo que se llama "capitalismo de casino", que trata de comprar barato para vender caro, que especula, sin darle trabajo a nadie. La política de austeridad que Alemania le impone a los países más pobres de Europa, ha llevado el desempleo entre los jóvenes españoles a más del 50%. Se habla de crisis económica, pero nada más la sufren los pobres: en estos años las grandes fortunas han ganado miles de millones de dólares.
Se ha comprobado que el neoliberalismo no elimina la pobreza sino la acentúa.
Los Indignados se constituyeron en fuerzas políticas en Grecia –donde ganaron las elecciones con el nombre de Syriza– y en España, donde a todas luces sacarán del poder al PP y al PSOE. El movimiento de Occupy Wall Street no se ha constituido en partido político en Estados Unidos, pero le retiró el apoyo a los demócratas y ha inclinado a Obama —en sus años finales de gobierno— a regresar a su mucho más progresista programa político inicial.
¿Todavía no pueden explicarse los ideólogos de la derecha, por qué reaparece la izquierda?
[1] En el año 2007, el estado norteamericano, bajo la presidencia de George W. Bush, tuvo que intervenir pero no para crear un balance entre las clases sociales, como argumentaba Keynes, sino para salvar el aventurerismo de la banca estadounidense, con el dinero de los contribuyentes.
[2] Keynes había lanzado sus tesis en los más duros momentos de la gran depresión, pero es en 1936 cuando publica su Teoría general del empleo, el interés y el dinero, que es el fundamento de la política económica rooseveltiana y lo será del llamado "estado de bienestar".
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