En 1971, cuando Baby Doc Duvalier se convirtió en presidente de Haití, era posible tener la esperanza de que él hiciera algunas reformas en el campo de los derechos humanos. Poco después, el Diario Las Américas de Miami publicó un artículo citando las expectativas de uno de los hombres de negocios norteamericanos que operaban por entonces en la isla. Decía él:
Estamos aquí porque no hay reglas en lo que concierne al trabajo; o si las hay son ignoradas. Si Baby Doc cambia eso, sencillamente nos iremos a otro país.
La década de 1970 fue una época de expansión para las maquiladoras, plantas construidas en el extranjero para ensamblar artículos hechos en EE.UU., con costos salariales mucho menores que los de los obreros norteamericanos. La fuerza de trabajo barata era el incentivo para mudarse a México y a países asiáticos como India, Pakistán y Malasia. China estaba comenzando a abrir sus Zonas Económicas Especiales; poco después se convertiría en la Fábrica del Mundo. Su fuerza de trabajo era barata y abundante.
La llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca anunció el desdén oficial por los sindicatos obreros en favor de las corporaciones. La membresía de los sindicatos en 1983 era del 20,1 por ciento de los trabajadores empleados; para 2014 había bajado a 11,1 por ciento. En esta época las ganancias suben cada vez más, pero el año pasado la Fundación Pew supo que:
Para la mayoría de los obreros norteamericanos, durante décadas el salario real –es decir, después de tomar en cuenta la inflación– ha permanecido igual o se ha disminuido, independientemente de si la economía ha estado sumando o sustrayendo empleos.
Durante todo el tiempo mencionado anteriormente, EE.UU. se ha preocupado en especial por los ingresos de los trabajadores –siempre y cuando sean los de Cuba. Simultáneamente, EE.UU. ha hecho todo lo posible por estrangular la economía cubana.
La caída del bloque soviético devastó la capacidad productiva cubana –Yeltsin suspendió los embarques de petróleo y Cuba perdió la mayoría de sus contrapartes en el comercio. Eso no fue suficiente, por lo que EE.UU. aprobó las leyes Torricelli y Helms-Burton, diseñadas para colapsar la economía. Públicamente, aún esperaba que Cuba incrementara los salarios de sus trabajadores.
La narrativa de EE.UU. acerca de Cuba hace parecer que la gente en todos los otros países del continente –ninguno de ellos bajo el bloqueo– está feliz de quedarse en casa, mientras que los cubanos "huyen" hacia EE.UU. En realidad, un río constante fluye también desde otras naciones, ya sean ingenieros mexicanos como enfermeras jamaicanas. Ninguno de ellos depende de una Ley de Ajuste que los provea de visa si simplemente se aparecen aquí.
Los, puertorriqueños abandonan su tierra por ir al continente en números tales como para reducir sustancialmente la población de la isla, ahora de 3,5 millones, en comparación con los 4,9 millones en el continente.
Es un tanto diferente para las estrellas del béisbol (no los jugadores menores) y para los médicos.
La única superpotencia puede pagar más que cualquier otro país en las Américas. Jugadores de béisbol de todo el Caribe quieren jugar aquí, en las Grandes Ligas, a cambio de mucho dinero. También algunos jugadores cubanos, pero debido al bloqueo no pueden invertir en Cuba ni construir, por ejemplo, tiendas de deportes.
EE.UU. inventó un programa para seducir a médicos cubanos para que abandonen las brigadas cubanas en el exterior, privando de esa manera a otros países de necesarios servicios médicos. El salario promedio de los médicos en EE.UU., en dependencia del tipo de trabajo, oscila entre $138 000 y $291 000. Cuba no puede pagar eso; ni tampoco los otros países al sur de la frontera.
En resumen: EE.UU. quiere menores costos salariales para sus negocios; por esa razón, exporta el trabajo fabril; por medio de leyes busca estrangular la economía cubana; ofrece visas a cubanos tan solo por aparecerse; trata de atraer a médicos para que abandonen Cuba con un programa especial; y alardea de que –¿quién lo pensaría?– los cubanos siguen llegando a EE.UU.
Al mismo tiempo, EE.UU. aún espera que Cuba aumente los salarios en la Isla, como si EE.UU. no tuviera nada que ver con los ingresos de Cuba. Y mientras ayuda a reducir la membresía en los sindicatos norteamericanos, exige más sindicatos obreros para los trabajadores cubanos.
Todos los trabajadores cubanos, a diferencia de los norteamericanos, reciben atención médica gratuita. Sus hijos reciben educación gratuita, incluyendo la universitaria.
No tiene sentido.
(Tomado de La Alborada)
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