Tomado de Juventud Rebelde, por Charo Martin
Estados Unidos muestra sus verdaderas intenciones, hacer retornar al capitalismo en Cuba, y lo intenta mediante su apoyo a los que llama «empresarios independientes». El viernes, el Departamento de Estado publicó una normativa que enumera los bienes y servicios que los estadounidenses podrán importar de Cuba, siempre que sean producidos por empresarios cubanos que demuestren su «independencia del Estado». La medida ha sido presentada como una «flexibilización» del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto a la Isla desde hace más de 50 años.
«Esta es otra medida destinada a apoyar la capacidad del pueblo cubano para lograr un mayor control sobre sus propias vidas y determinar el futuro de su país», indicó el Departamento de Estado en un comunicado.
«Washington busca dar más poder al pequeño sector privado de la Isla», comentó la agencia noticiosa EFE, aunque seguidamente aclaró: «sin embargo, los estadounidenses no podrán importar alimentos, productos agrícolas, alcohol y tabaco, productos minerales, químicos, textiles, metales, maquinaria y equipos eléctricos, vehículos, armas ni munición de Cuba».
Esta lista de prohibiciones incluye los principales rubros económicos cubanos, a saber níquel, tabaco, ron y otros, los cuales sustentan al país y la redistribución social de sus beneficios a los ciudadanos cubanos. Definitivamente no pretenden nuestro verdadero desarrollo económico.
Al decir de algunas fuentes en Estados Unidos, las importantes excepciones incluidas en la lista hacen probable que las primeras importaciones de productos estén «limitadas a alfarería y joyería artesanal». Los artificios informativos se despliegan al unísono. Associated Press, por ejemplo, destacaba el calificativo empleado por el Departamento de Estado, al describirla como «medida potencialmente importante para aliviar el embargo». Otras citan a expertos, especialistas y analistas que desde allá exponen las «bondades».
Los cantos de sirena pasan del cruce no pocas veces mortal de las 90 millas, a endulzar oídos con un tintineo metálico: «cualquiera puede ser millonario». Lo cierto es que seguimos parados frente a frente, aunque ahora estamos en una nueva etapa, sobre la que un colega alertaba con lucidez de pensamiento a pocos días del que ya en los medios se identifica como el 17D, fecha de los anuncios de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama sobre la decisión de restablecer las relaciones diplomáticas. «El entusiasmo ante la proclamación de algo extraordinario, en gran medida inesperado, no debe servir para que caigan velos sobre la realidad», nos dijo el escritor Luis Toledo Sande.
Y esa realidad tiene una data mucho más larga que los 54 años de bloqueo efectivo, corresponde incluso a casi los albores del siglo XIX, mientras el país que nació con el «divino» signo imperial no ha cejado en el empeño de vernos como «la fruta madura» que caería en su patio para devorarla con deleite.
Una parte de la élite de poder estadounidense ha reconocido que el bloqueo no les dio resultado en ese camino y busca otro atajo para el mismo fin. Sin embargo, dentro de la escena política de ese país otros se resisten a quitar de una vez por todas el bloqueo, escollo principal que de ser eliminado significaría el despegue de las potencialidades de inteligencia y también de dignidad acumuladas por el pueblo acosado; o se buscan el subterfugio apropiado para adormecerlo o engatusarlo.
Que conste, el desarrollo de las pequeñas empresas, de la iniciativa económica personal, es un bien necesario para la actualización de Cuba y su inserción con pies y andar propios, sin perder la visión sobre el bien común. Pero no puede venir el vecino a decirnos cómo hacerlo y cuál ruta tomar…
Un pueblo tan avispado como el cubano no puede pecar por ingenuidades.
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