El Che Guevara es el primero que se acerca a EEUU para proponer mejorar las relaciones bilaterales y lo hace en 1961 en Uruguay, según el libro "De la confrontación a los intentos de normalización", de Esteban Morales y Elier Ramírez.
Washington entiende mal la propuesta, piensan que se trata de una divergencia dentro del gobierno revolucionario y, en vez de responder, pierden el tiempo buscando la grieta que les permita meter una cuña entre los jefes rebeldes.
El asunto terminó mal. El canciller argentino fue destituido por colaborar en el encuentro, mientras Richard Goodwin, el asesor de Kennedy que se reunió con el Che, se convirtió en sospechoso y fue sometido a una investigación del Senado.
Ahora es el propio Presidente de EEUU quien inició la negociación con Cuba. Todo el mundo sabía que el cerco económico había fracasado pero Obama aceptó públicamente que con esa estrategia no se logrará derrocar al gobierno cubano.
Y la negociadora Roberta Jacobson reconoció además que el Embargo "nos aisló a nosotros de nuestros asociados democráticos en este hemisferio y en el mundo". Europa vota en contra en la ONU y América Latina exige que Cuba participe de todos los encuentros regionales.
La Habana fue invitada la próxima Cumbre de Las Américas a pesar de la oposición de la Casa Blanca. A Obama le quedaban solo dos caminos, iniciar las negociaciones con Cuba o no asistir al evento y cederle todo el espacio al presidente cubano.
En plena negociación
Como era de esperar, ambas partes tratan de sacar las mayores ventajas en las negociaciones pagando el menor costo político. La administración estadounidense busca mejorar su imagen en la región y fortalecer sus intereses económicos.
La idea parece ser permitir que los empresarios de los EEUU –especialmente los petroleros y los de telecomunicaciones- puedan hacer negocios con Cuba mientras Washington mantiene el apoyo político y financiero a los disidentes.
La Sra. Jacobson -seguramente obligada por la presión política en su país- mostró sus cartas en conferencia de prensa en La Habana, asegurado que Washington utilizará una nueva táctica para lograr los mismos objetivos de siempre.
La respuesta no se hizo esperar. La negociadora cubana, Josefina Vidal, exigió que los diplomáticos de EEUU dejen de "estimular, organizar, entrenar, aprovisionar y financiar" a la oposición, a la par que el Presidente Raúl Castro reclamaba la Base Militar de Guantánamo.
Pero, a pesar de todo, La Habana necesita negociar. Un directivo del Banco Mundial recientemente aseguró que la normalización de las relaciones podría multiplicar las inversiones extranjeras en la isla de U$D 1000 millones a U$D 17 mil millones.
La salida de Cuba de la lista de patrocinadores del terrorismo eliminará parte de la presión financiera y la derogación de la ley que prohíbe a los estadounidenses hacer turismo en la isla duplicaría el número de visitantes global y los ingresos de esa industria.
Cuba-USA y los callejones sin salida
Si Washington condiciona el acercamiento a que La Habana realice cambios políticos, la negociación entrará en un callejón sin salida, como ocurrió antes. Ya Josefina Vidal advirtió que la soberanía y el ordenamiento interno de Cuba "no son negociables".
Tampoco funcionaría que La Habana exija el fin del Embargo Económico para sentarse a conversar, tal y como había hecho en otras oportunidades. Si existe alguna posibilidad de lograr desmontar el bloqueo es justamente a través de la negociación.
La prensa refleja los DDHH como uno de los grandes temas, a pesar de que ambos gobiernos saben que no habrá acuerdos. Sería tan sorprendente que Cuba permita las manifestaciones de disidentes como que los EEUU se comprometan a eliminar la violencia policial.
Algunos políticos del exilio exigen que La Habana entregue a fugitivos como Joanne Chesimard, una estadounidense que fue líder del Ejército de Liberación Negro y está reclamada por la justicia de su país por el asesinato de un policía en los años 70.
Parecen desconocer que un acuerdo de extradición es recíproco e implicaría que EEUU deporte a muchos exiliados cubanos acusados de crímenes, entre ellos Luis Posada Carriles, al que reclaman por el asesinato de 73 pasajeros al derribar un avión civil cubano.
Otro escollo es el de los reclamos económicos. Según cifras de la Secretaría del Tesoro de EEUU, existen unas 5900 demandas de propiedades norteamericanas nacionalizadas por Cuba, cuyo valor total se elevaría a unos U$D 7 000 millones.
Pero cuando pongan el tema en la mesa, seguramente La Habana pedirá ser resarcida por los daños ocasionados por el bloqueo económico y las acciones terroristas, cuyo monto los tribunales cubanos establecieron en U$D 121 000 millones.
Josefina y Roberta necesitan impedir además que se cuelen temas multilaterales, como la alianza de la Habana con Venezuela y Moscú, lo cual sería tan descabellado como pretender debatir las acciones del Pentágono en Pakistán, Siria, Irak o Afganistán.
El legado
El diálogo es complejo cuando se tiene una concepción tan diferente de los DDHH, sistemas políticos muy dispares, una visión de la democracia sin puntos en común y políticos que, en uno y otro lado, creen disfrutar del mejor orden social del universo.
Tal como lo han hecho durante los encuentros secretos, centrarse en las relaciones bilaterales y en las áreas de interés común parece la vía más directa para avanzar. Ambas partes saben que funciona pero las presiones se dispararon desde el 17 de diciembre.
Lo novedoso de esta negociación respecto a los intentos anteriores, es que los dos gobiernos se sentaron a dialogar sin establecer condiciones previas, entendiendo que el intercambio de puntos de vista es el inicio y no el final del camino.
Raúl Castro y Barack Obama se han subido a un barco construido durante 18 meses en el mayor de los secretos. Navegan por aguas turbulentas y desde las dos orillas intentan torpedearlos, pero si logran llevarlo a buen puerto, dejarán un trascendental legado histórico.
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