Por Carlos Alberto Pérez en El Toque
El pasado 17 de diciembre pudo ser un día de gloria para el periodismo en Cuba, sin embargo la jornada pasó a la historia como la triste confirmación de lo que hace tiempo veníamos temiendo: nuestra prensa no está preparada para los grandes acontecimientos.
Si al respecto alguien guardaba alguna falsa esperanza, la realidad de esa mañana dejó claro que para tal afirmación no existe un mejor argumento.
Pero el estatus del shock no solo tuvo su impacto en la red .cu, sino que la radio y la televisión también se sumaron al apagón informativo sin haber previsto un plan de medidas para una ocasión como ésta.
Quizás hubiese sido prudente abordar algunos enfoques sobre la solución del conflicto, o darle voz al pueblo en una trasmisión en vivo; incentivar la diversidad de opiniones, provocar el análisis de algunos expertos, o incluso debatir con fuentes oficiales sobre el posible escenario que se nos viene encima una vez quedaron claras las posiciones de ambos presidentes.
¡Pero desgraciadamente ése no es el periodismo que se hace en Cuba! Y entiendo que la hermeticidad fue un punto clave en este histórico pacto, pero si dos países tuvieron tiempo suficiente de prepararse para este día fueron precisamente los implicados, lo que deja mucho que pensar sobre la poca confianza que nuestros dirigentes le tienen a sus periodistas, al parecer, no aptos para saber más de lo que puede quedar plasmado en un discurso.
Contradictoriamente, los estadounidenses sí fueron acondicionando el terreno con tiempo y espacio. Todo parece indicar que no fueron casuales ni la serie de editoriales del diario neoyorkino sobre el diferendo entre ambos países, ni que una hora antes del discurso de ambos presidentes ya ese medio tuviera la confirmación sobre el restablecimiento de las relaciones bilaterales o de la creación de nuevas embajadas en ambos países.
Desde ese minuto el aluvión informativo se multiplicó y cientos de medios hicieron sus interpretaciones de los discursos. No faltó tiempo para que se pronunciaran políticos, presidentes y analistas. Todo se cubría minuto a minuto, menos en Cuba, donde casi tres horas después el diario Granma mostraba en su portada las mismas noticias con que había amanecido ese día, a la vez que Cubavisión Internacional trasmitía una novela como si minutos antes no hubiese sucedido nada.
"Si no fuera por TeleSur no me hubiera enterado de nada", comentó Graciela Menoyo, una anciana jubilada que haciendo zapping se tropezó con la cobertura especial del canal latinoamericano. "En la radio dijeron que Raúl hablaría a las 12:00 pm, pero no dijeron más. Finalmente todo lo vi por Telesur, porque la televisión cubana ni siquiera cambió su programación matutina", concluyó la señora.
Una vez más los blogs y las redes sociales se llevaron las palmas ante tanta ineficiencia de la prensa. Si bien la iniciativa institucional y la infraestructura de los medios resultan ser grandes obstáculos, la blogosfera y plataformas como Facebook y Twitter fueron ideales para saltar ese vacío e informarse de primera mano, siempre contando con que apenas un 15% de la población cubana se conecta irregularmente a Internet.
Aún así la indignación de muchos cubanos se hizo sentir desde muchas latitudes. Sheela Heco Nbf, cubano radicado en la República Checa, se quejaba de la trasmisión de una novela en Cubavisión Internacional tras el discurso de Raúl, mientras acusaba de traición a la patria al sistema de medios cubanos por su nefasto papel.
Por su parte Sabdiel Batista, un destacado periodista del centro del país, se preguntaba por qué los principales medios aún no habían publicado nada sobre el regreso de los tres héroes y la liberación de Alan Gross.
Una posible respuesta podría encontrarse en una réplica hecha a este autor en Facebook por Sergio Gómez, periodista y directivo del periódico Granma, quien aclaró que la falta de publicaciones se debía precisamente a la caída del sistema web "por problemas técnicos".
De una forma u otra, problemas técnicos o no, poco resolveremos con brillantes periodistas que no estén dispuestos a buscarse problemas e intenten cada vez más parecerse a su tiempo en vez de al de sus jefes.
Si está probado que la prensa es altamente ineficiente y a su vez está totalmente viciada, no tiene sentido prolongar más lo que para muchos es un cáncer maligno: su estructura y dependencia partidista.
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