The New York Times • Por la Junta Editorial, 17 de diciembre de 2014
Después de meses de negociaciones secretas con el gobierno cubano, el presidente Obama anunció el miércoles amplios cambios para normalizar las relaciones con La Habana, una atrevida medida que cierra uno de los capítulos más insensatos en la política exterior norteamericana.
La decisión de la administración de restaurar totalmente las relaciones diplomáticas, dar pasos para eliminar a Cuba de la lista del Departamento de Estado de países que patrocinan el terrorismo y reducir las restricciones a los viajes y al comercio es un cambio de dirección que ha sido apoyado con firmeza por esta página. La Casa Blanca nos está conduciendo a una era transformacional para millones de cubanos que han sufrido como resultado de más de 50 años de hostilidad entre las dos naciones.
El señor Obama pudo haber dado pasos modestos hacia un deshielo. En su lugar, ha ido valerosamente tan lejos como puede ir, dentro de las limitaciones de una ley anticuada de 1996 que impone duras sanciones a Cuba en la búsqueda de un cambio de régimen.
"Estos 50 años han demostrado que el aislamiento no funciona", dijo el señor Obama. "es hora de un nuevo enfoque".
El presidente de Cuba Raúl Castro merece crédito por su pragmatismo. Aunque Cuba sigue siendo un represivo estado policíaco con una economía fracasada, desde 2008 y bajo su liderazgo el país ha comenzado un proceso de reformas económicas que han empoderado a cubanos comunes y corrientes y eliminado restricciones de viaje que el gobierno impuso cruelmente a sus ciudadanos.
"Debemos aprender el arte de la coexistencia con nuestras diferencias de manera civilizada", dijo el miércoles.
Los cambios que anunció la administración Obama tienen el potencia de empoderar la creciente clase empresarial cubana al permitir transacciones comerciales y financieras con Estados Unidos. La Casa Blanca también tiene la intención de facilitar a las companies norteamericanas de tecnología que actualicen los primnitivos sistemas de Internet de la Isla, un paso que podría significa mucho para fortalecer la sociedad civil.
Dada la complicada historia de Cuba con Estados Unidos, es casi seguro que este nuevo capítulo incluya sospechas y retrocesos. Los líderes de ambos países deben hacer todos los esfuerzos para enfrentar esto de una manera racional y constructiva.
Estados Unidos ha hecho bien con presionar a favor de más libertades personales y el cambio democrático. Pero su enfoque punitivo ha sido abrumadoramente contraproducente. Al dar pasos hacia adelante, el apoyo de Washington a la sociedad civil de Cuba y a los disidentes probablemente sea más efectivo, en buena parte porque otros gobiernos en el Hemisferio Occidental ya no podrán tratar a Cuba como una víctima de la dura política sin sentido de Washington.
Como parte de las negociaciones, el gobierno cubano liberó a un anónimo agente norteamericano de inteligencia que había estado encarcelado casi 20 años, y a Alan Gross, un anciano subcontratista norteamericano que estaba en prisión en Cuba desde 2009. Mientras tanto, Estados Unidos liberó a tres espías cubanos que habían cumplido más de 13 años de prisión. El intercambio de prisioneros allanó el camino para un cambio de política que pudiera convertirse en el principal legado del señor Obama en política exterior.
Funcionarios de la administración reconocen que es improbable que el Congreso tome medidas complementarias hacia relaciones más sanas con Cuba a corto plazo. Pero esta medida inevitablemente informará el debate acerca de las ventajas de las relaciones. Con toda probabilidad, la historia demostrará que el señor Obama tiene razón.
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