Como ya nuestra prensa nos tiene mal acostumbrados, casi a mitad del noticiero estelar y a través de una escueta nota informativa, se acaba de informar a los cubanos la destitución de su cargo del tristemente célebre Christian Jiménez, máximo directivo del deporte en la isla y quien durante 9 años se encargó de boicotear y denigrar con su pésima gestión el prestigio internacional del movimiento deportivo cubano.
Lo irónico es que su función supuestamente era lograr todo lo contrario, y desde su posición privilegiada lejos de contribuir al desarrollo de esta esfera, Jiménez logró implantar como récord personal la desatención y deterioro de la mayoría de las instalaciones deportivas en Cuba. En su mandato aumentó el descontento y como nunca se dispararon las deserciones de nuestros mejores atletas. La presencia de Cuba en el medallero olímpico se disipó hasta llegar a números ridículos. El béisbol tocó fondo llegando al desprestigio internacional, y por si fuera poco, bien sonados han sido los casos de corrupción de directivos o glorias del deporte devenidos en funcionarios de alto nivel. Toda una cadena de males que sin lugar a dudas ha provocado la caída en picada de nuestro país al más bajo nivel internacional de las competiciones deportivas.
En este penoso escenario, lo más preocupante es que luego de varias décadas como indiscutible potencia mundial, nuestro deporte podría tardar décadas en recuperarse, sobre todo en un mundo donde cada vez más el éxito deportivo depende de grandes inversiones, renovación tecnológica, y lo más importante, decorosos incentivos económicos a las grandes estrellas de cada disciplina.
Escobita nueva… ¿barrerá bien?
Reza un viejo dicho que más vale tarde que nunca, por eso la designación del destacado profesor Antonio Eduardo Becali como nuevo presidente del INDER, (Instituto Nacional de Deporte y Recreación) trae un soplo de aire fresco al movimiento deportivo cubano, ya sea tanto por su edad como por sus resultados como atleta o ex entrenador del equipo nacional de judo femenino.
Pero no es lo mismo comandar una tropa de exitosas luchadoras que dirigir el tan complejo y burocrático movimiento deportivo cubano. No bastará entonces con su imponente figura, sino el saber sobreponerse ante los nuevos retos que tendrá que asumir con osadía, si es que Becali cree necesaria una nueva revolución dentro del deporte revolucionario cubano.
En mi opinión, entre sus más importantes retos deberían estar la reestructuración inmediata del INDER, el urgente reemplazo de aquellos que como su antecesor aún ocupan altos cargos sin resultados notables, un cambio radical del sistema de pago y retribución a los atletas de alto rendimiento según sus títulos alcanzados, y ampliar hacia todas las disciplinas la contratación de atletas en ligas profesionales foráneas, algo que si bien ya ha comenzado a dar sus frutos en el béisbol, aún no pasa de ser un experimento que mucho está tardando en concretarse de manera general.
En este sentido, y sobre todo en plena fase de actualización del sistema económico en la isla, las ganancias netas por contratación de deportistas hacia ligas profesionales podría disparar el producto interno bruto de la nación, sin contar el altísimo nivel competitivo que adquirirían los nuestros compitiendo en clubes de excelencia mundial, o la importante preservación de talentos nacionales, toda vez que el deportista se sienta debidamente recompensado tanto profesional como económicamente.
Pero Becali no es quien manda en Cuba, y por bravo que sea serán muchos los muros de contención que tendrá que derribar, si realmente le interesa aportarle a Cuba tanto como nos hace falta para revitalizar nuestro deporte.
Yo siempre pienso en los logros de nuestra cultura, en lo que logró con sus políticas y mente abierta Abel Prieto en su época de Ministro de esa rama, precisamente tolerando diferencias políticas, dialogando, acercando a sus artistas a su patria, y permitiendo sus partidas y regresos como un hecho natural, siempre y cuando estuvieran prestos a poner en lo más alto el nombre de Cuba como potencia cultural que también somos.
Quizás Becali sepa entender esto, como que ya es hora de abrirse al mundo, pero su reto será cada vez mayor si no logra descifrar el meollo del asunto: nuestros atletas siguen siendo los mejores del mundo, incluso aunque jueguen con los Yankees de Nueva York, compitan por un club francés de atletismo, o arrasen en la liga italiana de voleibol.
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