Por: Oniel Díaz Castellano
Ayer en la noche tuve la oportunidad de asistir a la premier en el cine Chaplin de la película Contigo Pan y Cebolla del cineasta cubano Juan Carlos Cremata. Y ocurrió algo que, confieso, me atrapó mucho más que la película (la cual aplaudo, confirmó una vez más la talla extra de los actores Alina Rodríguez, Enrique Molina y que este director tiene una habilidad especial para llevar a la gran pantalla obras teatrales).
Cremata, como es habitual en sus premier, le puso un toque distintivo… recuerdo su entrada vestido de pionero cuando se presentó en esa misma sala Viva Cuba. En esta ocasión, desfiló hasta el escenario frente a todos con un cartel que rezaba VIVA EL CINE LIBRE. Acto seguido, utilizó el micrófono para hablar ante todos, Ministro de Cultura y funcionarios del ICAIC incluidos en el público, sobre la lucha que han entablado nuestros cineastas desde hace un tiempo por lograr una Ley de Cine que ofrezca una marco legal adecuado a los tiempos que corren y permita a los nuevos actores que existen gozar del amparo de la legalidad para darle cauce a su creatividad. "Habrá quien diga que este no es el momento ni el lugar adecuado" Algo así dijo, antes de agregar que ya había oído muchas veces ese parlamento.
No soy cineasta, apenas un amante empírico con escasos conocimientos teóricos. Pienso que leyes nuevas necesitamos en ámbitos que apremian con mayor urgencia que el cinematográfico. Pero eso no desmerece en un ápice este reclamo y simpatizo con el mismo. En primer lugar, porque en el trasfondo está uno de los dilemas de estos tiempos: o liberamos la iniciativa de las personas en todas las esferas de la vida nacional rompiendo con el inmovilismo o el país no avanzará. Participación, implicación, protagonismo, y sobre todo en la Política, donde es necesario nuevas manera de hacer desde la individualidad/colectividad. Sin esto, no habrá éxitos en las reformas económicas, ni triunfos sociales, ni cambio de realidades.
Y en segundo lugar, porque veo en ese gremio pujanza, decisión y determinación para luchar por lo que consideran justo. Y eso me inspira, es algo que nos hace mucha falta: ACTIVISMO. Demostró Cremata ayer, al hacer justamente lo contrario, que sabe de memoria uno de los parlamentos de su película NADA…"Nadie cambia nunca nada".
Es hora de asumir, porque lo sabemos de la historia de este país, que nada cambiará hasta que no luchemos por hacer que las cosas sucedan. Que hablar en pasillos y asentir cuando hay que negar (o viceversa) es perpetuar el conformismo. Todo momento y lugar es adecuado para comenzar a hacerlo. Cierto es que implica riesgos, y hasta los prácticos que a todo ideal oponen razones para matarlos de realidad nos dirán que no vale la pena. Pero nunca comienza a estar más cerca una transformación que cuando se levanta la mano o se tira una palabra al aire para darle cauce a un sueño.
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