Rafael Botalín Díaz tiene 15 años y sufre una malformación vascular arteriovenosa grado 4 en el cerebro que lo puede matar de una momento a otro. Se la detectaron en abril, cuando sufrió convulsiones y una pérdida del conocimiento de media hora.
Lo atendieron en el Hospital Infantil de Santiago de Cuba pero al detectar la gravedad de caso Salud Pública lo montó en un avión para La Habana acompañado de sus padres y una enfermera para que lo atendieran en el Instituto de Neurología.
En la capital los médicos confirman el diagnóstico y deciden que por la complejidad y gravedad del caso no puede atenderse en Cuba. El adolecente necesita embolizaciones múltiples y radiocirugía por lo que recomiendan enviarlo a España.
El padre de Rafael me explica que existe una comisión que estudia cada uno de los casos que deben ser enviados al exterior. Esta habría también aprobado el traslado del paciente a un centro especializado en el extranjero.
Todos los gastos del viaje corren por cuenta de la Salud Pública cubana. Incluyen entre 30 mil y 50 mil euros de atención médica y los pasajes para el niño y su madre. A ella se le asigna además un dinero para hotel, alimentación y transporte.
No tengo ninguna queja de la atención medica que se le ha dado a mi hijo, el problema está en que el viaje empieza a demorarse y nadie me da explicaciones, me dice desesperado el padre del paciente, quien también se llama Rafael Botalín.
Explica que tras una primera reunión con la funcionaria encargada de estos casos no volvió a ser recibido. Y agrega que las pocas veces que pudo contactar telefónicamente con esta persona la respuesta fue lacónica: no tengo nueva información para Ud.
Solicitó sin éxito varias veces una entrevista con el Viceministro de Salud Pública para que le dieran una respuesta pero nunca logró pasar de las secretarias que siempre responden que su jefe está de vacaciones, reunido o no se encuentra.
Asegura que finalmente una de las secretarias se compadeció de él y le informó por teléfono que le verdadera causa de la demora es que ya se acabó el presupuesto de este año para enviar enfermos al exterior y que tendría que esperar hasta enero del 2015.
Rafael volvió a consultar con los médicos quienes le ratificaron que el caso es grave y debe tratarse a la mayor brevedad. El problema radica en que es una malformación muy compleja, agravada por los cambios que se generan en la adolescencia.
Le explicaron que otro evento como el que sufrió en abril podría dejar secuelas o provocarle la muerte. Sin tener ninguna respuesta del ministerio, el padre escribe decenas de cartas que nadie responde, a UNICEF, la OMS y el Comité Central del Partico Comunista, entre otros.
Finalmente acude a Cartas desde Cuba intentando que el caso se haga público porque cree que se enfrenta a trabas burocráticas y no está dispuesto a que la vida de su hijo dependa de eso. "Si se acabó el presupuesto que lo saquen del dinero de programas de salud menos importantes", me dice.
"Cuba invierte en ayudar a las parejas que sufren de infertilidad y eso me parece muy bien pero no se puede priorizar eso sobre la vida de los niños que ya han nacido", agrega en un razonamiento tan cargado de emoción como de lógica.
Sin duda, los recursos económicos de Cuba son limitados y el envío de pacientes a atenderse al extranjero por cuenta de la Salud Pública es muy meritorio para un país subdesarrollado. Pero el reordenamiento de la sanidad no puede ser un mero trámite burocrático.
Es sano que los diferentes sectores de la economía se rijan estrictamente por un presupuesto pero existen otros como la salud y la educación donde la flexibilidad es imprescindible para que ningún niño muera de una enfermedad curable ni se quede sin maestro.
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