Por JS
Al que le disguste mi sincero afán
de decir la vida en mi canción,
sólo le diré que, cuando pueda,
colgaré mi voz de algún lugar común,
que, cuando pueda, dejaré mi forma de pensar…
Silvio Rodríguez (1967)
No hay condición más difícil, presionada y torpedeada para un revolucionario que la consecuencia. Porque un revolucionario apuesta, arriesga y la Historia – de la mano de los hombres – se ha empeñado en demostrar que es más fácil torcer un intento revolucionario que la reacción, porque esta última, por torcida no puede variar su rumbo. No tiene hacia donde.
La Revolución no es un lugar común, porque cuando comienza a serlo se pierde y no hay mapa para las revoluciones. En este punto, para los actores hay varias opciones. Una, renunciar y generalmente, esa renuncia se acompaña de un esfuerzo grandioso para mostrar la decepción. La palabra preferida de esta inconsecuencia es “engaño” y claro, otros cargan la responsabilidad por el engaño. Es – para aprovechar la canción – mandar la guitarra al mar, tomar otra sin historia y no guardar la voz, ¡NO!, darle otro tono.
Otra opción es servir de coro a lo torcido. Para estos, la palabra preferida es “Revolución”. Se cansaron de arriesgar y mientras más hablan menos dicen.
La consecuencia es adversa para quienes no guardan voz ni guitarra. Si ven error critican, pero no niegan. Si ven ataque luchan. Y son el cebo preferido de los inconsecuentes. Los decepcionados los piensan dulce plataforma, y les adosan ceguera. Los coristas a lo torcido los creen pedestal para legitimarse, y les anotan apoyo. Pero los revolucionarios se resisten, casi siempre en minoría y en esa defensa, una nueva adversidad a la consecuencia. Pero sigue la batalla, más tarde, mucho más tarde, se guardará la voz.
Mientras tanto
Silvio Rodríguez
Al que le disguste mi sincero afán
de decir la vida en mi canción,
sólo le diré que, cuando pueda,
colgaré mi voz de algún lugar común,
que, cuando pueda, dejaré mi forma de pensar,
que, cuando pueda, mi guitarra irá a parar al mar.
Pero mientras tanto, pero mientras tanto
yo tengo que hablar, tengo que vivir,
tengo que decir lo que he de pensar.
Mientras tanto, pero mientras tanto
yo tengo que hablar, cantar y gritar
la vida, el amor, la guerra, el dolor.
Y más tarde
guardaré la voz.
Al que se disguste con mi proceder
de esta gran manía de soñar,
sólo le diré que, cuando pueda,
haré un gran bulto de canciones y me iré,
que, cuando pueda, seré viejo y ya no cantaré,
que, cuando pueda, mi guitarra no acariciaré.
Pero mientras tanto, ay, pero mientras tanto
yo tengo que hablar, tengo que vivir,
tengo que decir lo que he de pensar.
Mientras tanto, pero mientras tanto
yo tengo que hablar, cantar y gritar
la vida, el amor, la guerra, el dolor.
Y más tarde
guardaré la voz.
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