lunes, 18 de enero de 2016

“El buen vecino”

Por Carlitos

Obama viene a Cuba, al menos eso parece por los últimos reportes de prensa. Y es lógico que pretenda sacar partido político al hecho de ser el primer presidente norteamericano en venir.

Me pregunto, en primer lugar, si necesitamos una visita de Obama. Él tiene el mérito de modificar la política norteamericana hacia Cuba. Sin embargo, según sus propias palabras, es solo un cambio de táctica. El panorama ha cambiado mucho (y en el mundo pretenden sacar partido), pero la decisión no es el resultado de que el político norteamericano "al fin entienda a los cubanos", sino del pragmatismo, de identificar que el "soft power" tiene mejores formas de "minar" nuestro proyecto. Es el resultado de que Cuba no haya cejado en su empeño (con la enorme cuota de sacrificio de nuestra gente) y de la solidaridad latinoamericana y mundial. Obama hizo lo mejor que podía hacer, frente a las variables que tenía delante. Fue valiente y eso es lo admirable.

Pero, ¿qué ha hecho Obama además de abogar por el levantamiento del bloqueo? Tomar medidas como tickets de entrada hacia el próximo paso político (la Cumbre de las Américas, la apertura de las embajadas), pero que poco o nada han significado para las relaciones comerciales entre los dos países. A mi juicio tendría que ganar más méritos para venir a Cuba, o tendríamos que ponérsela difícil y no precisamente por la decisión de reunirse con un grupito en el que nadie cree. Ya prepara su próximo ticket (la eliminación del programa de parole para los médicos), pero parece poco.

Me pregunto, en segundo lugar, ¿cómo lo recibiríamos si viniera? ¿como al Papa o como a François Hollande? Por muy simbólicas que hayan sido sus decisiones, dentro de los últimos mandatarios que visitaron Cuba ninguno tiene menos méritos que uno norteamericano para pasearse por nuestras calles.

Él explotaría los símbolos, como lo hizo Kerry, ¿lo sabremos hacer nosotros? ¿estaremos nuevamente a la defensiva? Es probable y triste que muchos cubanos lo reciban con júbilo, pero creo que no sería culpa de los cubanos, sino de nuestra pésima propaganda política, que junto a la eficiencia de la de ellos, con demasiada frecuencia hace ver a los héroes como villanos, y viceversa. Parecería que, buscando objetivos opuestos, ambas maquinarias obtienen los mismos resultados. Es culpa también de nuestra dura realidad económica, que busca mesías por todos lados.

Me pregunto, finalmente, ¿cuál será el destino de la Tribuna Antiimperialista? Hace poco anunciaron por televisión un concierto en la esquina de línea y malecón, provocando una enorme confusión. Estamos tratando de establecer relaciones con el vecino, porque es la forma más civilizada, porque es la única vía posible en pleno siglo XXI, pero ellos siguen siendo el imperio y nosotros la pequeña isla que intenta un proyecto alternativo (al menos eso creo).

Por eso, no entendería que por ninguna razón, ni siquiera diplomática, dejáramos de llamarnos antiimperialistas. Nuestros muertos, los de los drones, los de nuestros hermanos latinoamericanos, siguen pesando sobre la bandera de las barras y las estrellas, y no paran. A la tribuna le quitaría la gritería y la consigna barata, pero nunca lo de antiimperialista.

Hemos decidido tenderle la mano al guapo del barrio y él a nosotros, pero no como sumisos que renuncian a sus principios, sino con la frente en alto y hablándole de tú a tú. Cambiamos la gritería por la mesa de negociaciones, pero por lo demás "el cuartico está igualito".  

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