Por Carlitos
En el 2016 quiero seguir viviendo en Cuba, ver a mi hijo mayor cursar su tercer grado en una escuela cubana y a mi hijo menor su prescolar. Quiero que beban lo mejor de nuestro sistema de enseñanza, que vivan también sus grietas, que encuentren en la casa lo que a la escuela le falta (y más), que sigan mataperreando sobre calles rotas y entren como Pedro por casa del vecino a darle comida a la cotorra, que sigan disfrutando de tener una familia grande y con mucho amor, de tener muchos primos que crecen como hermanos.
Quiero que valoren tanto como el parque compartir en familia y amigos, la Colmenita, los títeres de El Arca (en la Habana vieja), los museos o hasta un juego de pelota en el Latino. Quiero que un día conozcan otros países, pero antes quiero que conozcan el suyo.
Quiero que su mejor enseñanza sea ver a otros amar, luchar, servir, cultivarse, intentar ser un tilín mejores (y mucho menos egoístas). Y para eso, por más dura que esté la cosa, esta isla milagrosa sigue siendo un lugar especial, muy especial, por su gente. Me lo ha dicho Maritza, una amiga sudafricana que ha recorrido mundo y ha hecho familia aquí y Ángel, un amigo chileno que insiste en que sus cinco hijos crezcan en Cuba.
Quiero seguir teniendo mis amigos a mano y darles todo mi apoyo y mi fuerza para echar para adelante. Quiero que no se me vayan más, y si se van, quiero que les vaya bien, muy bien y, si es posible, que dejen una maleta hecha para cuando valga la pena volver.
Quiero que mi trabajo, que tanta satisfacción profesional me da, también me sirva para vivir. Quiero, por qué no, poder viajar y conocer otros países, porque viajar amplía mis horizontes y porque siento que conocer otros destinos, otras gentes y otros saberes me hace más cubano.
Quiero que la economía se refleje en nuestro plato de comida, que se levante el bloqueo y que vengan los inversionistas extranjeros, quiero que la prisa pese sobre la pausa y un Congreso del Partido que huela a futuro inmediato y a metas concretas. Quiero que no pequemos de ingenuos y le entreguemos a los gringos lo que tanto trabajo nos costó cultivar: nuestra soberanía y la calidad de nuestra gente. Tampoco quiero que ello sirva de pretexto para seguir montando barricadas.
Quiero que mi país rejuvenezca, que nos despojemos de extremismos y sospechas, de oportunismos y cobardías; quiero que sigamos aprendiendo a debatir y a escuchar, que sea el debate público y no la censura lo que deseche lo moral o políticamente incorrecto, que el debate público defina lo que como sociedad queremos; quiero que participemos todos, que a la gente le parezca importante y útil no quedarse callada, que funcionarios y periodistas no tengan que usar un seudónimo o un blog personal para decir lo que piensan.
Quiero que en cada lugar nuestros jefes sean los más capaces, que no haya miedo a que haya líderes, que me expliquen bien hacia dónde vamos y que me digan hasta cuándo y quienes son los responsables. Quiero dejar de oír consignas vacías y recetas del pasado, apologías a líderes y héroes inmaculados y sociedades perfectas y sin errores, quiero sentir que somos más fuertes porque la crudeza con que nos miramos nos permite admirar mucho más lo que tenemos e identificar mejor hacia dónde vamos.
Quiero que todos estos anhelos no se queden en un post y que yo tenga lugar donde hacer más, donde se me oiga; quiero chance a participar más. Quiero que ser revolucionario e irreverente se valore más que ser obediente y sumiso.
Sé que quiero demasiado y que incluso lo que me toca parece una hazaña titánica, pero decía Galeano que para eso sirven las utopías, para avanzar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agregue un comentario