jueves, 9 de marzo de 2017

De Oráculos, la cabeza y el estómago

Por Fernando Luis Rojas

“Vertical” y “Horizontal” son dos términos que campean en el lenguaje político. Más allá de los significados con que han calado en el sentido común y en la academia, cabe siempre la posibilidad de problematizarlos. A mí en lo particular, la idea de “mandar obedeciendo” me suena a una verticalidad inversa; por ejemplo. Por otro lado, esta apropiación en el terreno político, invisibiliza o desplaza otras “verticalidades” operantes: económicas, culturales, ideológicas, académicas, educativas…
En la antigüedad, el Oráculo representaba el doble carácter de la verticalidad. Era, por una parte, el lugar al que se acudía para la consulta; digamos, el espacio, la referencia. El oráculo era además la respuesta, el futuro, y por si no bastara, el camino. En materia de pares sería más o menos así: la Academia y el libro, la Organización y el manifiesto, el Ministerio y las resoluciones, las Salas de lo Constitucional y su interpretación de la ley fundamental…
Aunque se ha diversificado, el asunto –en esencia– no ha cambiado mucho. A diario nos asalta por la izquierda Delfos, por la derecha Dídima, por el centro Delos. Y a veces se intercambian. Hay multitud de formas, al menos en el lenguaje: “somos marxistas” y “esta es la interpretación correcta de Marx”, “luchamos por la democracia” y “esta es la forma de ser democráticos”, “estoy comprometido con lo popular” y “esta es la expresión de lo popular”, “esos autores están superados” y “ahora deben leer estos otros”, “la Revolución es…” y “nosotros somos los verdaderamente revolucionarios”, “esta es la forma de luchar” y “todos los que no siguen ese camino no luchan”… y así por el estilo.
Yo, por lo menos, no estoy libre de ese contagio antiquísimo del doble carácter de la verticalidad. A veces víctima, y otras tantas entrando al juego de victimarios. Pero esa es la cabeza. El estómago corrige, cuando lo dejamos. El estómago corrige cuando nos ubica diariamente a la par de muchos, cuando sigue planteando –el también milenario problema– de los millones que del verticalismo solo han visto el punto sobre sus cabezas.  
   

1 comentario:

  1. Te felicito, Qúe bueno decir tanto con tan pocas palabras.
    Menos retórica y más sentido común.
    Más transformación y menos descripción.

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