jueves, 17 de julio de 2014

Regresaron los rusos a Cuba

Fernando Ravsberg

Pocas veces en medio siglo se puede presenciar un círculo completo de la historia como este que acaban de cerrar Cuba y Rusia. Por supuesto que las relaciones no pasarán exactamente por los mismos parámetros pero lo esencial es que otra vez La Habana y Moscú saben que se necesitan.

Recuerdo que en el año 90, al llegar a la isla presencié como se desmoronaban las relaciones entre los dos países y todos, amigos y enemigos de la Revolución Cubana, creyeron que se trataba de una ruptura tan definitiva que nunca más se podría recomponer.

En aquellos años, en el súper de mi barrio pusieron a la venta cajas de cítricos de exportación y muchos vecinos se sintieron alegres sin entender que esa abundancia era producto del fin de un sistema de comercio beneficioso y el preludio de la mayor escasez de su historia.

Los rusos le dijeron a Cuba que ya no habría intercambio, a partir de aquel momento si querían comercio tendrían que pagar en moneda dura como todo el mundo. Fidel Castro les respondió que en ese caso no comprarían las porquerías que sus antiguos hermanos socialistas le vendían.

El aire se enrareció aún más cuando Moscú reclamó que saldaran la deuda de 35 mil millones y los cubanos les recordaron que no eran dólares sino rublos. Además, pidieron indemnizaciones por incumplimientos de contratos, como en la central nuclear de Juraguá, que Moscú se negó a terminar.

Pero el punto más bajo en las relaciones bilaterales llegó en 2001, cuando el propio Vladimir Putin ordenó desmantelar la Base Militar de Lourdes, ubicada en las afueras de La Habana y dedicada al espionaje electrónico de las comunicaciones en la costa este de los EEUU.

La restauración de las relaciones con Cuba

Menos temperamental que su hermano, Raúl Castro trabajó desde el inicio de su mandato para recomponer los lazos bilaterales. Y lo hizo a través de las Fuerzas Armadas de Rusia, una institución que mantiene casi los mismos intereses que durante su pasado soviético.

Las relaciones intergubernamentales se multiplicaron pero no cabe duda de que el General cubano mantenía sus mejores contactos entre los militares. Tan es así que durante un viaje a Asia hizo una larga escala en un pequeño aeropuerto ruso para encontrarse con amigos personales.

Raúl Castro trabajó sus relaciones con Moscú con la precisión de un relojero y la discreción de un confesor, reflejada en la designación su propio hijo, el Coronel Alejandro Castro, para debatir con los rusos los temas más delicados: los militares y de seguridad.

El resto lo hizo occidente, igual que en los años 60. La diferencia histórica consiste en que al inicio de la Revolución Cubana empujaron a La Habana a los brazos de la URSS y hoy es todo lo contrario, obligan a Rusia a retomar sus relaciones con la isla.

Cuba sigue estando a 90 millas de los EEUU y pervive su enemistad bilateral. Dos realidades que convierten a La Habana en uno de los aliados más seguros y fieles del Kremlin en la región. El acercamiento es una lógica respuesta a una OTAN que cada vez se acerca más a sus fronteras.

Además en el plano comercial es el único país de América Latina en el que no tienen que competir con los intereses de Washington. El Embargo Económico de EEUU que pesa sobre Cuba desde hace medio siglo deja, otra vez, totalmente libre el camino de Moscú.

Otra de las diferencias históricas es que en los 60 Cuba estaba aislada, mientras hoy participa de los organismos de integración, tiene relaciones con todos los países del continente (excepto EEUU) y mantiene estrechos vínculos con algunos muy importantes como Venezuela, Brasil, Argentina o México.

Entre Cuba y Rusia ha prevalecido el pragmatismo. La Habana se libra de su mayor deuda, garantiza importantes inversiones rusas en sectores como el transporte aéreo, la energía o el petróleo y logra una alianza con todos los países BRICS, lo cual es una apuesta imprescindible para una nación que no tiene las simpatías de las potencias occidentales.

Mientras, Rusia consigue un puerto seguro en América Latina para el atraque de sus "buques" militares y de mercancías. Cambia una deuda incobrable por 3000 millones de dólares en inversiones en el Puerto del Mariel y recibe acceso a la búsqueda de petróleo en aguas cubanas.



 

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