Editorial
“El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que en verdad siente”
Fernando Pessoa
Nos declaramos culpables de poner
un granito en la nefasta comunicación política de nuestro país. Somos culpables
de vanidad, porque a veces preterimos el sentido común, las representaciones de
la gente, sus problemas; y pesan más nuestros criterios, nuestras verdades,
como si un blog o una revista digital pudieran hablar (y hablaran) a todos, por
todos.
Nos declaramos culpables de
oportunismo y autoengaño, porque nos presentamos ingenuos cuando en el fondo
sabemos que le hablamos a decisores de política y que tenemos igual circulación
en las redes que en los salones de reuniones.
Nos declaramos culpables de falsa
pureza y cobardía porque nos basta con levantar la bandera: “nadie nos paga por esto” cuando
sospechamos –y callamos– que esa es la punta del iceberg. Puede hundir,
¡claro!, pero hay también mucho hielo debajo.
Nos declaramos culpables de
terquedad y soberbia, porque mañana será “el otro” el equivocado, y daremos
agua a las palabras y vendrá otro post o artículo en que sigan inamovibles
nuestras creencias, como si tuviéramos la cabeza de piedra.
Nos proclamamos culpables de no
“etiquetar”, o al menos, hacerlo en confianza e íntimamente; porque los
términos sin contenido son nada, ¡y hay mucha “nada” cabalgando por todos
lados!
Nos declaramos culpables de
imprecisión y “falta de combatividad”. Nos convertimos en hijos aventajados de
Harry Potter y su cuidado permanente por “el
que no se debe nombrar”; porque hay mucho amarillismo vestido de Revolución
o de Libertad, y mucha gente que quiere oír su nombre, no importa dónde, pero
escucharlo.
Nos declaramos culpables de
desear el mal al prójimo, específicamente a ese que le desea el mal a otro.
Nos declaramos culpables de
saturación, porque nos asfixia una agenda comunicativa que tenga un solo canal,
un solo tema; porque en rigor, los cubanos tenemos cientos de problemas
cotidianos que dan para otras cien agendas.
Nos declaramos culpables de no
escribir claramente, de situar un Editorial medio críptico cuando está sonando
el río.
Nos declaramos culpables de esta
culpa colectiva.