lunes, 28 de noviembre de 2016

Un Fidel muy íntimo


Por Carlos Lage Codorniu
Mi niñez y mi adolescencia (como la de mis hermanos) estuvo marcada por la cercanía de Fidel. Eran los años "duros" del Período Especial y mi papá pasaba muchas horas con él. Al finalizar el día (o al empezar), sobre las 4am, Fidel dejaba a mi papá en la casa y allí seguía la tertulia como si fuera mediodía, en muchas ocasiones con mi abuela Iris.
A nosotros nos despertaron las primeras veces para saludar al Comandante, pero fue imposible después, por lo repetido. Cuando salíamos para la escuela y veíamos un par de vasos en la mesa del comedor decíamos: "en la madrugada estuvo Fidel".
Esa relación llegó a ser familiar y muy íntima. Fidel admiró mucho a mi padre y nos trasmitió esa admiración a nosotros. Si no, no pudiera escribir lo que escribo. Y admiró profundamente a una familia que sentimos cómo hizo suya. En los primeros días de recuperación después de su operación, dedicó con letra ilegible un abrazo a la familia y a mi papá. El día que se nos fue la abuela Iris escribió una sencilla pero emotiva reflexión.
Fidel me dio mi diploma de preuniversitario, fue el padrino de mi primer matrimonio y el día en que me eligieron presidente de la FEU, cuando terminé mi discurso, me dio un fuerte abrazo que no supe si familiar o emotivo o comprometido o todas las cosas juntas. Después habló 6 horas y advirtió que al Socialismo solo lo podríamos derrumbar nosotros mismos. Era el 17 de noviembre de 2005.
La huella que más nos caló de esa relación fue su extrema sensibilidad.
Fidel trataba a sus interlocutores a la par, sin importar la edad o el nivel cultural. La gente lo trataba de tú, porque él no ponía distancia alguna. En la sala de la casa presenciamos intercambios simpatiquísimos entre Fidel y Olga y Julia, dos negras iletradas que criaron a mi papá y mis tíos antes de la Revolución y se quedaron en la casa hasta sus últimos días, como abuelas.
Y a cuanta cosa que un niño decía él prestaba atención como si se tratara de una cuestión de Estado. Cuando en la secundaria decidí estudiar la mitología griega, cuando empecé un círculo de interés en el zoológico o hice algún periodiquito para la escuela, Fidel indagaba con profundidad (y muchas preguntas) sobre todos los detalles.
Mi primer encuentro con Fidel fue a los 9 años. Mi hermano estaba recién operado de una obstrucción intestinal y mi papá se quedó conmigo en la casa. Fidel lo llama a trabajar y mi papá le explica la situación, a lo que él responde que me llevara. No sé dónde habrán quedado los asuntos de gobierno esa noche, porque yo recuerdo un interrogatorio de 3 horas sobre el estado de salud de mi hermano, la calidad del pan del barrio de mi abuela, mis asignaturas y actividades escolares, y mucho más.
Escenas parecidas se repitieron muchas veces. Él mandaba a llamar a la familia para acompañarlo a comer y ahí lo vimos desarrollar una idea hasta el final con una lucidez increíble. Hablaba de los problemas de Cuba, del Medio Oriente, de Estados Unidos, de nutrición o de nuevos descubrimientos científicos. Era un monólogo de muchas horas que resistimos las primeras veces (en otras no pudimos aguantar el sueño). En una ocasión, después de muchas horas en la mesa, Dalia le dice que los niños estaban dormidos, a lo que él respondió: "déjalos que duerman".
Quizás el mejor ejemplo de esa sensibilidad de Fidel fue en un 26 de julio en Santiago de Cuba. Después de 6 horas de discurso fuimos a comer y ahí conversó por unas 3 horas más. Cuando ya parecía que íbamos a dormir, mi hermana (que tenía 7 u 8 años) y parecía que no oía la conversación, pregunta: "¿y qué es una póliza de seguros?". Fidel paró en seco y le dijo: "espérate Cristinita que te voy a explicar". Fueron unas dos horas más, en las que ponía ejemplos y le preguntaba a mi hermana en cada momento si entendía bien. A eso de las 6 de la mañana fuimos a la cama y no habían pasado dos horas cuando sentimos el teléfono: "bajen rápido a desayunar que el Comandante se va para la Habana". Era un ciclón. En el desayuno estuvo conversando unas 3 horas más.
Fidel tenía una capacidad increíble para analizar la naturaleza de los problemas. Un día en que celebrábamos el cumpleaños de mi mamá en mi casa, me llama a una esquina y me dice: "¿es cierto que se hace fraude en tu escuela?". Yo no lo podía creer (había un fraude masivo en mi secundaria del que yo era parte), pero no hubo regaño.
Al otro día mi mamá fue a la escuela a hablar con la directora y se repitieron los exámenes. Cuando concluí la primera de las nuevas pruebas, al llegar a la casa, tenía una llamada de Fidel: "¿cómo saliste? ¿viste que no te hacía falta?". Unos días después, en un acto público en el Karl Marx, hizo una crítica muy fuerte del fraude, pero lejos de arremeter contra quienes lo cometían, lo hizo contra el tipo de evaluaciones y las condiciones que propiciaban que el fraude ocurriera.
El 12 de agosto de 1995 fuimos a comer a Palacio. Eran años duros y Fidel parecía mostrar en su celebración la angustia por la suerte de todos. La comida fue frugal: una sopa y unas croquetas, como se hizo costumbre en esos tiempos. A las 12 de la noche solo hubo una foto: Fidel, Felipe y su familia, mi papá y su familia, Eusebio, Chomy y la escolta (su familia más cercana). A aquellos fornidos de verde, en medio de sus caparazones, se les veía una inmensa y tierna admiración por el Comandante, al que habían entregado todos los minutos de su vida. Antes de dispararse el gatillo, Fidel me dice: "ve y tráeme el busto de Martí que está en mi escritorio". Así celebró Fidel sus 69.
Creo que se me queda mucho. Creo que no es escribible esta relación (hay emociones para las que no existen palabras). Ese Fidel humano, ese Fidel íntimo es el mejor Fidel que merece conocer la gente. Afortunadamente es el que podré mostrar a mis hijos.
Si algo fue mi papá en sus responsabilidades fue humilde y desprendido. Por eso, no conocimos privilegios materiales. Y los que necesariamente tuvimos no lo valieron, al menos así lo apreciamos y así nos lo hicieron ver. Nuestro privilegio fue la cercanía de Fidel, un Fidel con virtudes y errores, gigante de cualquier forma.
Por eso no importa que haya hecho alguna que otra cosa que no compartiera, alguna incluso que fuera costosa, no importa que haya escrito alguna reflexión que no pueda entender de ninguna manera. Llevaré siempre un cariño bien íntimo y un compromiso con el proyecto humano que él (más que nada y que nadie) representa y por el que nos hizo soñar.
Por eso, cuando muchos preparan "planes de retirada", sigo soñando con socialismos posibles, con cierta testarudez que desafía presentes difíciles.


viernes, 25 de noviembre de 2016

Fidel y el sueño de lo posible

EDITORIAL

En horas como estas los desacuerdos y las críticas quedan atrás. Especialmente porque el camino a ellas se fundó  en el sueño de construir una Cuba mejor, un mundo mejor, un hombre otro. Fidel Castro fue eso: el impulso para hacernos inconformes, críticos, para pensar que podíamos asir la utopía y luchar por ella, a contrapelo de un llamado permanente a la fugacidad del bien colectivo.

No creo probable que los fanáticos asomen la cabeza, pero podría ocurrir. A estas horas, lejos de la gente que lo sufre, haría falta entonces otra carga. No se trata de un estado lacrimoso, de la inmovilización, del desencanto; al contrario, es momento de seguir en las luchas cotidianas: seguir hablando del imperialismo, reivindicando el socialismo y criticando a los burócratas que lo retardan, lo funcionalizan al esquema dominante.

Fidel Castro dio un sentido otro a la revolución. Con él asumimos que la Patria no es patrimonio de nadie, que la revolución es más grande que nosotros, que la lucha es mundial, que las ideas se defienden a cualquier precio. Negar su lugar en la Historia de Cuba sería un acto infantil y malsano.

De seguro, la expresión de la gente en las calles, las redes sociales, las llamadas de madrugada, la necesidad de confirmación… son una prueba de que, a pesar de la distancia de los últimos años, de los graves problemas que enfrentamos, hay obras que perduran y símbolos que quedan.

Esta noticia nos une y al mismo tiempo, al menos a nosotros, nos llama a continuar un camino que bebió de la epopeya de 1959.

lunes, 21 de noviembre de 2016

Para que no le pongan la etiqueta…


Por Fernando Luis Rojas

Hace unos días se produjo una interesante polémica en Facebook que a grandes rasgos tocaba asuntos como el poder, la ideología, la escritura y algo tan impreciso como “el escribir bien”. De ella, entre otras lecturas, saqué en claro que a la izquierda –otro término particularmente impreciso– le ha hecho un daño particular el discurso panfletario y que Francis Fukuyama,  tiene (y tendrá) resurrecciones cíclicas. Ciertamente, la matriz política del dogma ha diferido a un lugar secundario el oficio de autores como Carlos Marx y León Trotski, reflejado por ejemplo en textos como El 18 Brumario y El Capital, y Literatura y Revolución e Historia de la Revolución Rusa, respectivamente.
Es El Capital y específicamente el famoso Capítulo XXIV dedicado a la llamada Acumulación originaria lo que me sirve de base en este post. Sirvan de preámbulo tres ideas básicas:
1. La esencia de esa acumulación originaria se encuentra en la disociación del productor respecto a los medios de producción y a su necesidad de “vender” su única mercancía, la fuerza de trabajo;
2. La abstracción metodológica que lleva este proceso hasta el Capítulo XXIV tiene que ver con el funcionamiento del capitalismo en tiempos de Marx y las formas de acumulación de capital en ese contexto;
3. Marx analiza el proceso en la sociedad capitalista y en este sentido valora la capacidad revolucionaria del proletariado para subvertir este orden de acumulación… pero lógicamente, la complejidad del proceso de acumulación originaria –identificado en ocasiones como prehistoria del capital– parte de que no se produce en una sociedad típicamente capitalista.
Ahora bien, ¿cómo explicar entonces la acumulación que derivó en las sociedades capitalistas post-socialistas[1] de Europa del Este y la URSS? ¿Podría el proyecto cubano transitar a puertos como ese? ¿Qué elementos deberían conjugarse?
En primer término estaríamos hablando de la privatización de los principales medios de producción. Para ello, existen varios caminos posibles:
  1. El control de los mismos a través de la apertura a la propiedad privada capitalista.
Aunque en la Cuba actual se insiste en que esta apertura es una especie de “cesión” del Estado de aquellos espacios de los que no puede (o no debe) ocuparse,  pueden producirse procesos de acumulación y concentración en diferentes sectores empleando mecanismos como la inscripción de licencias (y propiedades destinadas a negocios) a través de terceros. Hemos escuchado muchas veces que el aparente “dueño” de un bar, cafetería o restaurant es la pantalla de algún extranjero o cubano residente en el exterior.
En rigor, las formas que tiene el Estado cubano –con su actual esquema de funcionamiento– para atender este proceso sería la coerción tipo Ofensiva revolucionaria, interrupción de la entrega de licencias, incremento de impuestos y otras maneras desacertadas en la actual coyuntura. Creo que la solución pasa por la descentralización, el aumento de capacidad decisoria de los gobiernos locales y la implementación del control popular resultado de un diálogo (y una práctica) que reivindique la verdadera socialización en detrimento de la estatización al uso durante varias décadas.
  1. El fortalecimiento de un sector burocrático que comprende responsabilidades políticas, administrativas, funcionariado; y que otorga un peso a los vínculos familiares, de amistad, entre otros.
En un país con una fuerte cultura institucional y burocrática, como es Cuba, constituye esta una gran amenaza. De hecho, buena parte de la experiencia en la antigua URSS en esto que pudiéramos llamar “acumulación transicional del capital” ilustra que puede explotar ¿sorpresivamente? un grupo que considera “su feudo”, “su propiedad”, “su derecho”, aquello que dirige.
Es por eso que algo que genera reportajes ocasionales y recibe la nominación rimbombante de Código de ética de los cuadros no existe solo para ser firmado y aplicado convenientemente a los niveles subordinados; que la Contraloría debería actuar con la misma verticalidad con que se dirige, es decir, comenzar auditando o controlando los niveles de dirección más altos en cualquier sector; que no debía descalificarse o desatenderse ningún llamado o denuncia que aparezca en algún medio, el que sea, ya corresponderá a las propias instituciones cubanas comprobar su validez.
Al menos estos dos caminos parecen un terreno conflictivo ahora mismo en Cuba. No están necesariamente separados. Hay otros. Quizás comparar en algún momento las facilidades –en materia de iniciativa y derechos económicos– que brinda el país a los que residen en él, en contraste con los cubanos en el exterior y extranjeros.
Son muchos los temas que debemos discutir descarnadamente si queremos, en serio, que al socialismo cubano no le ajuste el axioma de que el socialismo es un camino más largo (o un camino otro) al capitalismo.       



[1] Aunque la cualidad de “socialistas” puede ponerse en tela de juicio y sería más pertinente utilizar otros calificativos como socialismo de Estado deformado, socialismo burocratizado, socialismo simbólico o discursivo, entre otros.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Dudar de todo

"A pesar de todo nos equivocamos. El golpe fue posible también debido a nuestros errores. (…) ¿En qué baúl avergonzado guardamos a los autores que enseñan a analizar la realidad bajo la óptica liberadora de los oprimidos?"

Frei Betto: "Nos equivocamos", septiembre de 2016

Por Carlitos

Si algo es cierto en el mundo de hoy es la ausencia de certidumbres.

Que un xenófobo, racista, machista, un impredecible como Trump sea el presidente de Estados Unidos parece una sorpresa, pero antes lo pareció que fuera un negro llamado Barack Hussein y antes un exalcohólico irresponsable como Bush Jr.

Quién hubiera anticipado la existencia de un papa argentino con discurso de izquierda, la filtración de cientos de miles de correos del gobierno más poderoso del planeta, el atentado contra las torres gemelas y un avión estrellado sobre el mismísimo Pentágono.

Quién hubiera anticipado que un profesor universitario con rabo de mula dinamitara las bases de la "democracia" española, que después de despertar tantas esperanzas Syriza sucumbiera a los dictados del FMI, que el Brexit ganara o que Alemania lograría por la vía de la unión monetaria lo que no pudo con el imperio nazi.

Quién hubiera sospechado que Cuba y Estados Unidos estaban tan cerca de empezar a restablecer relaciones diplomáticas, que la posición de los países de América Latina fuera determinante, que un indio aymara sería presidente de los bolivianos, un exguerrillero tupamaro de los uruguayos y un obrero metalúrgico de los brasileños.

Quién hubiera anticipado que Chávez se iría justo cuando más lo necesitábamos, que un gobierno de derecha impulsaría la paz en Colombia y que la gente votaría No al proceso, que los argentinos elegirían a Macri y que Dilma saldría expulsada de Planalto por un parlamento corrupto.

El mundo que conocemos no nos es conocido. El sistema capitalista y sus instituciones están en crisis, pero también sus alternativas. Tenemos frente a nosotros la complejidad de los procesos sociales, las casualidades históricas, los retos que impone el desarrollo tecnológico, la capacidad del ser humano para reinventarse y asumir otros códigos.

Por eso luce tan absurdo que, intentando plantear una alternativa, tantas zonas de nuestra izquierda y nuestras instituciones sigan privilegiando certezas, exigiendo confianza, aferrándose a verdades "intocables" y aborreciendo la crítica. ¿Acaso no vivimos en el mismo mundo?

Suponen que una sola forma de pensar es posible. Permanecen detenidas en el tiempo, pareciera que al revés, creyendo que las armas de ayer serán eficientes en el convulso, interconectado e inesperado mundo de hoy.

Luce absurdo porque en más de un análisis (que por estos días abundan) se reconoce que una de las grandes responsables de la derechización de la política en Estados Unidos, en Europa y por doquier es la izquierda (más que la derecha), su falta de visión unitaria, su desvinculación con las masas y su incapacidad para edificar alternativas reales.

Luce absurdo porque proviene de quienes se hacen llamar defensores del ideal socialista. Y el marxismo no es un dogma, sino una herramienta científica y política para entender el mundo y transformarlo.

Al ser interrogado por sus hijas sobre cuál era su máxima favorita, Marx respondió: dudar de todo.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Trump presidente!!!

Por Miguel Fuentes

Hubiera querido escribir algo más acabado, pero los acontecimientos políticos de las últimas horas y –¿por qué no? de los últimos meses, demuestran que vivimos en un mundo donde se imponen la premura, la inmediatez, lo imprevisto. Sí, me tomó por sorpresa el resultado electoral en los Estados Unidos, como a muchos. ¿Cómo puede salir un tipo que no tiene nada que ver con la política, millonario, xenófobo, racista, en la construcción mental de algunos analistas “impopular”...? Parece uno de esos show que él mismo dirige, ¿o era realmente eso lo que buscaban y será un show el propio sistema? ¿Cómo pudieron equivocarse tantos especialistas y analistas, medios, encuestadoras? ¿Cómo puede haber tantos americanos que hayan votado por él? ¿Impopular? 

Creo que el sistema y los grandes centros de poder del mundo han mandado un mensaje y una lección. A seguir estudiando y prepararse.

 

 

miércoles, 9 de noviembre de 2016

No quiero saber nada de Hillary ni de Trump

Por Carlitos

Hoy solo se habla de las elecciones norteamericanas, pero creo necesario hablar de Julito.

En un artículo que circuló por la red hace un par de semanas se especulaba sobre la "culminación del contrato" de Julio Antonio Fernández Estrada como profesor de la Facultad de Derecho. Traté de buscar en otros lugares en internet para hacerme de un mejor juicio y nada. Pero en estos casos importa el hecho en sí más allá de los detalles.

En los últimos tiempos, diversas ofensivas contra el pensamiento diferente se hacen noticia. Y aunque en todas las historias se huele el peligroso tufo de la vieja y suicida fórmula de "botar el sofá", todas no son iguales. Todas no tienen el mismo efecto. Al menos a mí la noticia de Julito (como le llaman sus amigos y alumnos) me indignó más que otras.

Basta leer a Julito para sentir un inmediato contagio. Quienes le siguen no solo reconocen una vasta cultura, el rigor en el conocimiento del Derecho, su agudeza para escudriñar las causas de las cosas, sino una pasión por Cuba y el Socialismo que desborda sus indiscutibles habilidades para escribir.

Julito es de las pocas voces que mantienen un discurso consecuente a favor del proyecto socialista en cualquier medio, auditorio o espacio académico. Defender abiertamente el Socialismo desde las páginas de OnCuba es un verdadero acto de atrevimiento y una gran contribución a su causa. Sinceramente, es algo aplaudible, lejos de cuestionable.

Quienes le conocen saben que Julito no es solo lo que escribe. A esa capacidad de imantar con su discurso oral o escrito, se suma su forma muy natural de ser y su sentido del humor. Es de esos profes cuyos estudiantes tienen siempre algo que recordar y cuya única vocación es impartir buena docencia y aportar al debate sobre una Cuba mejor.

Necesitamos muchos Julitos, no me queda duda. Entonces, ¿qué hacemos nosotros, en medio de tantos problemas, en medio de tantas dudas, desprendiéndonos, cuestionándonos o acusando a alguien como Julito? ¿Por qué con tipos como él? ¿Por qué con tanta frecuencia la duda sobre los valores verdaderamente revolucionarios?

¿Por qué, en cambio, no veo ni oigo la ofensiva contra los oportunistas, los arribistas, los mediocres, los preserva cargos, los aduladores, los complacientes aplaudidores? ¿Por qué siento con tristeza que crecen, que se les empodera y nos rodean como una plaga mientras nos damos el lujo de prescindir de Julito?

El Socialismo es obra de osados e irreverentes. Oscuro será el futuro si, teorizando sobre caminos, planes y lineamientos, negamos los valores que nos trajeron hasta aquí. Porque al final, no solo es importante tener clara la meta sino con quien y con qué medios llegar a ella.

Hay luces por todos lados, pero parece que no se ven. 

miércoles, 2 de noviembre de 2016

El otro país

Por Carlitos

No sé si seamos conscientes de la velocidad a la que crece ante nuestros ojos otro país, un país muy distante de los deseos y las políticas.

Tenemos otra economía, la de los paladares, los hostales, los mercados agropecuarios, los boteros, las remesas, los nuevos ricos. El salario no alcanza, por lo que la mayoría de los cubanos tiene un ingreso adicional o distinto (se ha aprendido a vender y a hacer de todo), mientras una parte no despreciable de nuestros gastos van al mercado negro.

La cruda economía ha dado luz a otra vedad, a otros valores, a otras desigualdades, al deterioro de la calidad de nuestros logros sociales, a una mayor mercantilización del arte, al crecimiento galopante de la corrupción en pequeños y medianos estratos.

Surgieron otros medios de comunicación. Nadie calcula el nivel de audiencia que tienen el paquete y el cable. A través del paquete llegan promociones del sector por cuenta propia, revistas de farándula y hasta programas de televisión privados. Y la función de informar y colocar temas de debate sobre la mesa va transfiriéndose rápidamente a medios alternativos.

Tenemos otro debate político y otro ser político distante del modelo establecido. Lo muestran la blogosfera, las redes sociales, los espacios académicos, las colas, la calle, las modas, el discurso de nuestros intelectuales y artistas, los que ya no quieren ser militantes, la irritación y la apatía de la gente, y los que se marchan de Cuba.

Tenemos otro país demográficamente hablando, porque según varios estudios más de un millón de cubanos nacidos en Cuba (algunos dicen que dos) vive fuera de nuestras fronteras y una parte no despreciable entra y sale con frecuencia por nuestros aeropuertos. Ese contacto cercano con otras realidades establece una visión del mundo muy diferente a la que cocinamos aquí adentro.

Lo sorprendente de este otro país (que realmente son muchos) no es su existencia. En definitiva, ello es resultado de sensatas y necesarias medidas tomadas en los últimos años: la reforma migratoria, el incentivo al sector privado, el acercamiento a Estados Unidos. Es resultado de lo que hemos podido ser en medio de agresiones, contextos, virtudes, aciertos, pausas y errores.

Lo sorprendente es la manera que tienen los medios, cierta izquierda y una buena parte del discurso político de hacer como si no existiera, como si no hubiera motivos para reconocerlo, o como si haciendo lo mismo de siempre pudiéramos de la noche a la mañana convertirlo en el país deseado.

Desde distintos frentes (políticos, administrativos, judiciales) se lanzan ofensivas contra los representantes del otro país, pero muchas veces pecan de injustas o inefectivas porque las causas de su existencia van más allá de las "malas intenciones de los hombres".

El otro país tiene vida propia, es el país. No nos gusta, no es el país de nuestros ideales, pero la única manera de superarlo es asumirlo como es, transformarlo desde lo que es y no desde lo que quisimos que fuera.

O nuestras estructuras políticas se adaptan a coexistir con este otro, a aceptar sus códigos y las virtudes que también tiene, a construir el socialismo a partir del diálogo y el consenso, a ganar el terreno ideológico a base de ideas y fórmulas que conecten con la gente y el país realmente existente, o ese otro país terminará por imponerse y ser el único, de la forma más anárquica y perjudicial para todos.