jueves, 10 de julio de 2014

La agricultura: entre guajiros y oficinistas

Fernando Ravsberg

Finalmente el gobierno cubano se decide a tirarle un salvavidas a la agricultura, eliminando parte de la burocracia que la ahoga. 6400 puestos administrativos desaparecen junto al organismo encargado de distribuir la producción agrícola.

Se trata de un aparato burocrático, conocido como "acopio", que se destacó siempre por su ineficiencia, siendo el responsable de la pérdida de más de una cosecha y del mal estado en que llegaban casi todos los productos al consumidor.

Ahora parece atacarse el problema de fondo, en la agricultura hay demasiada gente mandando. A la tierra no se le saca frutos sentándose en un buró y escribiendo órdenes absurdas, como la que prohibía a los campesinos construir una casa en su finca.

La historia de los disparates es enorme, desde un General retirado al que no se le permitió importar un tractor que le regalaron hasta la orden de ahorrar madera haciendo más cortos los palos de las cercas vivas, lo cual las mataría porque el ganado se come los brotes.

No debe haber en Cuba un ministerio más grande que el de agricultura y pocos lo igualan en resultados. Su sede es un edificio enorme ubicado en La Habana, muy cerca del centro del poder político pero muy lejos del campo y de los campesinos.

A lo mejor es por eso que tardaron años en oír a los guajiros cuando estos reclamaban que se bajaran los precios de las herramientas y los insumos o explicaban que para trabajar la tierra es imprescindible vivir dentro de la finca, dormir en ella.

Solo a un burócrata con automóvil estatal se le puede ocurrir que un campesino va a vivir en el pueblo o en la ciudad y viajar cada mañana hasta su tierra para trabajar. Cualquiera sabe que la primera noche que se ausente pierde todos sus animales.

Un organismo rector de la agricultura

Durante estos 6 años de reformas, el gobierno había tratado de que ese gigantesco aparato se transforme así mismo y saque a la agricultura de la crisis en la que la ha sumido tras décadas de ineficiencia, mecanismos burocráticos, centralización y exceso de controles.

Sin embargo, las cosas en la agricultura no mejoran por lo que el gobierno parece querer extirpar el mal de raíz, evitando que las cosechas se pudran en los campos, que los campesinos no cobren y que desaparezca la leche mientras miles de vacas se mueren de hambre.

Hace pocos días el Secretario General de la central de trabajadores recordaba los U$D 2000 millones que el país gasta en importación de alimentos. A su lado el Ministro de Agricultura se limitó a decir que la producción de arroz había aumentado.

Sin embargo, el vicepresidente Marino Murillo informó al parlamento que casi una tercera parte de las tierras en manos de empresas estatales están ociosas, mientras que en el sector privado y cooperativo el 90% de las fincas están produciendo.

El ministro de agricultura, Rodríguez Rollero, dijo después que se flexibilizarán las funciones de las cooperativas, que agrupan al 66 % de los trabajadores del sector y donde se realizan la mayoría de las producciones agrícolas y forestales de Cuba.

Quieren eliminar así las trabas que frenan el desarrollo agrícola. Eso es bueno porque mientras el ministerio quiera seguir determinando por decreto cada detalle difícilmente podrá centrarse en trazar las grandes políticas nacionales ni ponerse al servicio de los productores.

Para desarrollar ese papel no hacen falta cientos de miles de funcionarios sino un pequeño grupo de especialistas capaces. Al resto se les puede dar la posibilidad de sumarse a una cooperativa o recibir tierras en usufructo, lugares donde seguramente podrán decidir sobre todos esos detalles que tanto les gusta.



 

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