viernes, 18 de julio de 2014

El comercio entre Miami y La Habana

Tomado de Progreso Semanal, por Jesús Arboleya

Basta revisar algunos de los sitios web de la prensa oficial cubana, en la zona de comentarios, para comprobar el volumen y la naturaleza de las protestas de los ciudadanos, que se consideran perjudicados por las regulaciones anunciadas por la Aduana Nacional de la República, respecto a la importación de productos no comerciales.

De todas formas, quisiera referirme a un asunto relacionado con estas medidas que apenas ha sido mencionado y es sobre su impacto en el comercio entre Miami y La Habana – dígase Cuba – y sus consecuencias para las relaciones con Estados Unidos.

Ambos gobiernos prácticamente ignoran la existencia de este mercado y son escasos los estudios que abordan el tema. Sin embargo, estamos hablando del tráfico de más de medio millón de personas anualmente, lo que implica el mantenimiento de una amplia infraestructura de ventas y aeroportuaria en ambos lados, a lo que se suma el impacto de estas personas en los mercados locales cuando permanecen de visita. Además se mueven miles de millones de dólares en remesas y otro tanto en el comercio de productos.

Siempre se habla del ingreso que este mercado significa para Cuba, pero apenas se mencionan sus ventajas para Miami. De hecho, toda una red de pequeños negocios locales miamenses subsiste gracias a estas actividades, las cuales brindan empleo a miles de personas, lo que en parte explica el respaldo que tiene cualquier política orientada a incrementarlas.

Para la extrema derecha cubanoamericana se trata de una violación flagrante y masiva del bloqueo contra Cuba y no dejan de tener razón. Debido a esto, el gobierno norteamericana ha tratado de frenar este comercio mediante regulaciones, persecuciones y obstáculos burocráticos de toda índole. El resultado ha sido que, aunque en ciertos momentos han logrado limitarlo, nunca han podido eliminarlo, porque responde a necesidades objetivas y sentimentales que ningún gobierno puede ignorar.

Precisamente por estas razones, la política cubana frente a este comercio resulta a veces poco comprensible.

Cuando en 1979 se iniciaron los viajes a Cuba, tal apertura fue ampliamente respaldada por los comerciantes de Miami, hasta el punto de que los terroristas les cayeron a bombazos. Se decidió entonces abrir las "tiendas para la comunidad" y las importaciones de productos fueron severamente restringidas. Quizá, dada las condiciones de la época, fue una medida económica efectiva para la recaudación de divisas, pero a la larga resultó una mala política, porque el "diálogo" con Cuba perdió una base de apoyo fundamental.

Hoy día se justifica menos, ya que desde el establecimiento de la doble moneda las tiendas recaudadoras de divisas (TRD) dejaron de cumplir esta función para dedicarse a recaudar moneda nacional, lo que implica un gasto en divisas para abastecer los mercados estatales. Esta lógica económica explica los altos precios, el desabastecimiento y la mala calidad en los productos que ofertan estas tiendas, provocando el malestar de todo el mundo.

Es cierto que a falta de un aumento significativo de la producción nacional y la subvención por parte del Estado de los servicios básicos a la población, el balance económico interno exige mecanismos para recaudar la moneda circulante, pero quizá esto puede lograrse mediante tarifas aduanales e impuestos razonables, así como otras medidas que no estimulen el mercado negro y mejoren el abastecimiento de productos, sin que esto signifique una carga económica para el Estado. No digo que no existan, obviamente deben existir, pero yo no conozco personalmente a ningún economista cubano que rebata este argumento.

Esta claro que es más fácil decirlo que hacerlo, pero, en cualquier caso, creo que Cuba tiene que mirar el mercado que se origina en la emigración desde una perspectiva diferente a la utilizada hasta ahora. Así lo exige la nueva política migratoria, la existencia de cientos de miles de colaboradores en el exterior, las reformas económicas en curso y la propia política hacia Estados Unidos. Evidentemente hace falta un cambio de "mentalidad".

El vínculo económico con su país de origen constituye un factor básico para mejorar las relaciones con la emigración, como aspira la política cubana, y en el caso de Miami, tiene un impacto significativo en la política de Estados Unidos hacia Cuba, como demuestran las últimas encuestas realizadas por diversas instituciones norteamericanas.

De lo que se trata entonces es de mirar el asunto con realismo y despojarse de prejuicios que se contradicen con las propias reformas económicas que encauza el gobierno cubano. Más que concebirlo desde una perspectiva negativa, tomando medidas impopulares dentro y fuera de Cuba, hay que buscar la manera de organizar este comercio, no solo para facilitarlo, sino también para dignificarlo, hasta el punto que aparezca como lo que realmente es: una manifestación mutuamente beneficiosa del vínculo natural del país con su emigración.



 

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