martes, 3 de febrero de 2015

Memorias de Washington

Cuba Posible • 1 de febrero, 2015

Un simpático chofer y guía de turismo boliviano, hablante fluido de cuatro idiomas, viajero por el mundo y conversador inacabable nos llevó –a los más de 10 cubanos que desde la Isla viajamos para ser parte de la conferencia titulada "Cuba y Estados Unidos en tiempo de cambios"– a un tour por los monumentos históricos de la ciudad. Víctor, que así se llamaba nuestro chofer-guía, resultó un personaje fascinante que aseguró haber recorrido el mundo varias veces y llevar más de cuarenta años sin regresar a su país. Nos asombró por el conocimiento enciclopédico que demostró de la historia estadounidense. Para mayor agrado, cuando nos enseñó el monumento a Thomas Jefferson y comentamos acerca de las relaciones de este con su esclava negra Sally Hemings (relación de la cual nacieron 7 hijos), resultó que Víctor leía exactamente un libro sobre eso.

Dentro de las varias aproximaciones que es posible utilizar para entender la trascendencia y sentido de los monumentos históricos, está el considerar que son el tipo de transformación del espacio público que ha sido concebida para impactar.

El monumento, con su forma y tamaño, nos hace sentir la enormidad de la Historia y de aquellos que la impulsan. A la vez, y ahora en dirección opuesta, el hecho de ser un tipo de construcción diferente a las que lo rodean, hace del monumento una gran forma o volumen que atrae la mirada; aun así nada es tan curioso como el hecho de que, mientras más nos acercamos, la enormidad se transforma en una suerte de diálogo desde la intimidad, una experiencia interior que nos adentra en la Historia de otro modo.

Así nos fuimos sintiendo al pasar por entre paisajes que –gracias al cine y la televisión– nos acompañan desde siempre: la Casa Blanca, el Capitolio, el Pentágono y, sobre todo, los monumentos dedicados a Martin Luther King Jr., Thomas Jefferson, George Washington y el Lincoln Memorial, donde espera esa estatua enorme en posición sedente con la que es homenajeado el Presidente grande y leñador.

Fue hermoso encontrarnos allí una docena de cubanos que apenas unos días antes no nos conocíamos, o solo de manera fragmentaria, que en ese par de días compartiendo experiencias habíamos aprendido a respetarnos y querernos, y que –antes de regresar a Cuba– queríamos agradecer y rendir homenaje. Y todavía fue todo más visceral dado el motivo de nuestro viaje: exponer ideas e intercambiar argumentos en la conferencia "Cuba y Estados Unidos en tiempo de cambios"; así como por la fecha en que transcurrió el encuentro, a escasas semanas de que los presidentes Barack Obama y Raúl Castro sorprendieran al mundo con el anuncio de que las relaciones diplomáticas entre los dos países iban a ser restablecidas.

Organizada de manera conjunta por Cuba Posible, cuyas figuras líderes son Roberto Veiga y Lenier González y por el Cuba Research Center, dirigido por Phillip Peters, la conferencia convocó a un grupo de invitados cubanos que trabajan y viven en la Isla, junto con académicos y figuras del mundo empresarial y de la diáspora cubana, así como a una representación del Departamento de Estado para sostener varios intercambios acerca del presente y futuro de las relaciones entre ambos países.

Mesas de discusión, en las que la lectura de textos fue seguida por rondas de preguntas, alternaron con la exposición de experiencias testimoniales, cosa que hizo el trío de cuentapropistas provenientes de la Isla; la exploración de posibilidades futuras de la relación económica entre ambos países; una insólita sesión (suerte de refrescante brain-storming) en donde se invitó a exponer de modo colectivo las cosas que desean y esperan del restablecimiento, y par de intervenciones especiales, la de Alberto Coll, cubano que llegó a ocupar el cargo de Subsecretario de Defensa durante la administración de George Bush, padre, y la de Edward Alex Lee, actual Subsecretario Adjunto de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado.

La variedad de ángulos desde los cuales fue enjuiciado el gesto de los presidentes el 17-D, lo sucedido hasta hoy y los futuros previsibles que fueron explorados, resultaron aún más valiosos la diversidad entre los invitados a exponer, lo mismo en cuanto a lugares de procedencia que ocupación, raza, género o filiación política.

Martes, 27 de enero de 2015, el primer día

La conferencia comenzó con una introducción y saludo, por parte de Phillip Peters, después de lo cual se presentaron los textos de la primera de las mesas, titulada "Cambiando a Cuba – Política y sociedad". El primero de los ponentes, el ensayista y poeta Víctor Fowler, propuso la idea de que el cambio en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba era equivalente a un gigantesco proyecto de ingeniería social. Fowler señaló los aspectos más destacados que deberán contribuir al cambio, los obstáculos más evidentes para obstruirlo, así como los impactos más previsibles en las esferas económica, social, política y cultural. La intervención de Roberto Veiga abordó el impacto de esta relación nueva en el orden político dentro de la Isla, su conexión con la necesidad de ampliar los marcos de inclusión y oportunidades de participación en la construcción y corrección de la democracia cubana, así como la necesidad de realizar todas las transformaciones que propicien más libertad, al tiempo que también impliquen la defensa de la independencia y soberanía nacionales. En cuanto a Lenier González, este centró su intervención en la complejidad de la sociedad civil cubana y en la demanda de participación que el nuevo escenario demanda de ella; según su perspectiva, Cuba está abocada a una transformación que solo desplegará sus posibilidades en la medida en la que la sociedad civil aumente su complejidad y dinamismo. Esto conduce a una responsabilidad compartida entre los actores de esta sociedad civil y los líderes del Estado, a quienes toca favorecerla, estimularla y protegerla.

El segundo panel de la mañana se tituló "Debates actuales en Cuba" y propició un amplia cantidad de intervenciones del público. El ensayista Julio César Guanche, presentó un texto en el cual, recurriendo a estadísticas tomadas de fuentes internacionales, identificó numerosos indicadores en los cuales Cuba garantiza la protección de derechos a todos sus ciudadanos por igual. Si bien para Guanche esto es una muestra concreta de realización de una intencionalidad democratizadora, su concepción del Derecho tiene su base en la idea de interdependencia de los derechos sociales y políticos; de esta manera, donde mismo el proyecto político cubano genera democracia (al proteger a su población, en particular la más desposeída), limita democracia (al demostrar múltiples debilidades en cuanto a la promoción de la participación, la asociación y el ejercicio de la crítica). Michel Fernández, jurista y profesor universitario cubano argumentó acerca de los desafíos de la institucionalidad jurídica para evolucionar hacia mejores mecanismos que garanticen el universo de derecho de los cubanos. La profesora y periodista Elaine Díaz presentó una interesante descripción de cómo las nuevas tecnologías han impactado la esfera pública cubana, dando origen a audiencias nuevas y a un nuevo tipo de intelectual para quien el activismo en la red y el debate público de los males sociales es un imperativo.

Dos paneles completaron la sesión de la tarde. En el primero, María Isabel Alfonso, miembro de CAFE, Harold Cárdenas, del blog La Joven Cuba y Michael Bustamante, historiador cubanoamericano, analizaron la necesidad de conseguir, cada vez más, la inserción de la emigración cubana en las dinámicas sociales de la Isla. Esto generó un debate interesante que, desde posiciones diversas, mostró un consenso sólido en tono a este propósito. En el otro panel, Julia Sweig, William Leogrande y Geoff Thale, dialogaron con los participantes acerca de las posibilidades de la administración Obama para avanzar en el restablecimiento de relaciones entre los dos pueblos.

Miércoles, 28 de enero de 2015, el segundo día

El segundo día comenzó con una mesa de particular interés: la de los tres cuentapropistas que expusieron sus experiencias como dueños de negocios privados en la Cuba de hoy. Sus testimonios introdujeron la opinión de un sector emergente que, pese a dificultades, se afianza cada vez más dentro de la economía cubana tanto por su importancia simbólica como por su significación relativa. Los expositores de esta parte del día fueron: Luis Dueñas, de la consultoría económica Scenius, primera de carácter cooperativo en el país; Niuris Ysabel Higueras, dueña del restaurante L'Atelier y Yovanni Cantillo, dueño de La Isla, una agencia inmobiliaria privada. Los emprendimientos que estos actores protagonizan en el espacio de la nueva economía cubana son el mejor ejemplo de que los cambios van teniendo lugar. Este mundo, que funciona con capitales propios, con trabajo individual, familiar o asociado, y que enfrenta numerosos problemas –la enorme inestabilidad del mercado de suministros, acaso el más negativo– al mismo tiempo prueba que para los pequeños propietarios cubanos es posible funcionar y de crecer.

La intervención especial de Edward Alex Lee, subsecretario Adjunto de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, atrajo gran expectativa y provocó comentarios que, en una atmósfera de respeto, cuestionaron aspectos de su discurso. Para el señor Lee la reconstrucción de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos debe respetar principios innegociables. Por ejemplo, el derecho de los diplomáticos estadounidenses a moverse libremente por el país y el de todo ciudadano cubano a acercarse, sin consecuencias, a la sede de la futura embajada de Estados Unidos en Cuba. A la pregunta de si la Ley de Ajuste Cubano sería revisada o eliminada, Lee respondió que su país la mantendría en tanto el orden político cubano permitiera imaginar la existencia de lo que denominó "amenazas creíbles" para la vida de personas que se acogen a esta legislación, por ejemplo, balseros a los que se aplica la normativa "pies secos, pies mojados". En este punto, Fowler cuestionó la lectura exclusivamente política de la emigración cubana, así como la obstinada renuncia de las autoridades estadounidenses a aceptar que las protecciones garantizadas por la Ley de Ajuste Cubano son el incentivo mayor para perpetuar la situación que la misma Ley quiere solucionar: la de un grupo al cual se hace necesario, por motivos políticos, proteger. Dicho de otro modo, que la Ley de modo implícito politiza –o es la mejor condición para politizar– hechos mayormente económicos. Además de esto, Fowler expresó el deseo de que el concepto "amenaza creíble" como tal forme parte de las discusiones futuras que deberán conducir a la normalización de las relaciones. Harold Cárdenas y Roberto Veiga se refirieron ambos al concepto de "soberanía nacional" y a la visión simplificadora con la que numerosas personalidades políticas estadounidenses emiten juicios acerca de la sociedad civil cubana, privilegiando en su atención y apoyo a un sector (identificado como disidencia política), al tiempo que muestran escaso interés o negligencia absoluta en cuanto al devenir y logros de otros sectores muy amplios de la sociedad cubana. Finalmente, Veiga habló de la importancia de hacer la gran cantidad de cambios que la sociedad cubana requiere, pero no porque lo desee el gobierno de Estados Unidos, sin su tutela y sin poner en riesgo la soberanía. Hugo Cancio, presidente de Fuego Enterprises y director de la revista Oncuba preguntó si esto de ahora no era acaso un modo de que Estados Unidos intentase lograr sus objetivos, pero "por otras vías".

La última de las mesas tuvo como título "El futuro de las relaciones económicas" y contó con la participación de Devry Boughner, vicepresidenta de Cargill, Jodi Bond, vicepresidenta de la Cámara de Comercio de Estados Unidos y Carlos Saladrigas, empresario cubanoamericano y directivo del Cuba Study Group. Aquí Boughner habló sobre el deseo de Cargill, empresa que ya vende alimentos a Cuba, de multiplicar la cantidad de negocios que hace con el país, colocar inversiones y buscar opciones para la complementariedad de producciones entre los agricultores cubanos y las decenas de miles con las cuales Cargill negocia por el mundo. Además de ello, Boughner anunció que el mes próximo viajará a La Habana un amplio grupo de granjeros estadounidenses para estudiar sobre el terreno posibilidades de colaboración. Bond habló de los esfuerzos, a lo largo de años, que la Cámara de Comercio, que agrupa a más de 10 000 empresarios, hizo para conseguir el levantamiento del embargo/bloqueo, así como de la voluntad de la organización de dar inicio a negociaciones con Cuba en cuanto sean públicos los permisos exactos acerca de lo que va a ser permitido por el gobierno de Estados Unidos como comercio autorizado con Cuba. Saladrigas, por su parte, presentó un muy estructurado y meditado proyecto enfocado en lo que –según su opinión, sin desmontar la estructura socialista cubana– puede ser hecho para potenciar el crecimiento de pequeños y medianos propietarios privados; en su concepto, la recuperación económica solo puede alcanzarse gracias a la expansión y protección de los sectores de clase media y propietarios privados.

Final

No hay manera de que los problemas pertinentes a las relaciones entre Cuba y Estados Unidos puedan ser analizados en solo dos días. Sin embargo, si se mantienen captando ojos y oídos, y analizando el cerebro, hay mucho que puede ser aprendido. En el tipo de escenario volátil que es la política internacional, la velocidad es un factor de primer orden; y el presidente Obama –con todo lo que esto implica para colocar su autoridad al servicio de la realización de un proyecto– aun estará en el poder dos años, mientras que el presidente Raúl Castro promete pasarlo en tres años a un líder de la nueva generación. Hay un imperativo o condicionamiento temporal para que las transformaciones comiencen, ganen en rapidez y pasen a una etapa de fortalecimiento.

Más allá de transformaciones superficiales o medianas, un cambio tal solo podrá ser alcanzado con la más amplia participación imaginable de la sociedad civil cubana y en la medida en que sus actores más representativos ocupen posiciones de liderazgo. Pero para ello, hay que superar y abandonar la paradoja según la cual la sociedad civil es parte de lo enemigo porque se deja entonces de entenderla en su complejidad y legitimidad de demandas; dejar de considerar que –porque no es algo tan manejable y simple como la polaridad oposición/gobierno– entonces ésta formada por sujetos peligrosos, portadores de conflicto, cuyas acciones resulta imperativo limitar. Estos sectores –que no se reconocen como oficialistas ni como opositores– arriesgan, trabajan y, como parte de un largo proceso, construyen cimiento para cambios en Cuba.

Al calor de las discusiones, que después del salón nos acompañaban hasta el hotel, también se nos hizo más claro que el intercambio no se limita a la esfera de lo económico, pues una verdadera normalización incluye la interconexión de estructuras políticas y administrativas; la comunicación entre ciudadanos de dichos países; y la reconstrucción del tejido social y cultural entre ambos.

Normalizar es buscar y fortalecer las bases de lo común, así como descubrir, respetar, intercambiar y armonizar lo diferente. Un proceso semejante no excluye la crítica, pero –en lugar de la presión, la amenaza o la violencia directa– reconoce el diálogo como principal mecanismo de solución de divergencias o conflictos, y crea y protege los espacios para su práctica permanente. De esta manera, los retos culturales de la normalización también suponen aprender de Estados Unidos, de su economía, cultura, sociedad y tradiciones políticas; en especial de los logros obtenidos por diversos sectores sociales de este país en sus luchas por derechos y reconocimientos.

Por ello fue tan emocionante desafiar el frío nocturno y terminar la conferencia con ese recorrido por la Historia que al inicio mencionamos. Ya se sabe que muchas cosas se estremecen en nuestra profundidad cuando miramos un monumento y quisimos apuntar hacia la creación de una relación nueva que descarte los malos referentes de épocas pasadas. No importa lo difícil o imposible que ello pueda parecer, preferimos soñar que eso nuevo puede ser construido y debe ser el horizonte de cualquier contacto entre dos que –a pesar de estar tan cerca y visceralmente enlazados– han sido enemigos tanto tiempo.

En una especie de casualidad histórica nos ha sido concedida, por tercera vez, la oportunidad de construir un modelo de relación entre países vecinos en condiciones de asimetría poco menos que radical. Como en una batalla mítica socialismo y capitalismo; enormidad territorial y pequeñez; economía poderosa hasta lo impensable y economía erosionada, ruinosa. Si bien es cierto que en tales condiciones carecemos de la suficiente comprensión acerca de cómo fabricar estas relaciones mejores y de cómo desarrollar de esta manera los ámbitos de la realidad cubana trasnacional, esto no constituye un déficit a lamentar, sino un reto que llama al entusiasmo, pues la carencia implica la posibilidad.

Aspiramos a que, en lo adelante, se multipliquen los procesos de intercambio, debate, concertación y planeamiento entre ambos países. El camino esta erizado de peligros y dificultades, pero también de oportunidades y aperturas.

Una muestra de que lo anterior resulta factible ha sido la participación de uno de los miembros de Cuba Posible (Víctor Fowler) en el equipo que, bajo la dirección del profesor y ensayista Alan West, hizo esa bella enciclopedia en dos grandes tomos que es "Cuba: history, culture, society", publicada por la casa editorial Cengage Gale. Este volumen, que reúne trabajos de casi 200 académicos e investigadores, lo mismo viviendo en la Isla que en la diáspora cubana o de estadounidenses, entre otros, es modelo de participación en un gran proyecto común dentro de una atmósfera de respeto, intentando verter juicios equilibrados y sin demonizaciones, para así construir la imagen de un país complejo y fascinante para el cual la relación con Estados Unidos es tan normal y necesaria como problemática y en ocasiones angustiante.

Fue un privilegio entregar al Sr. Lee, como regalo para el Departamento de Estado, el único ejemplar que teníamos. Al recibir el presente el Sr. Lee bromeó diciendo que prometía ser honesto y entregarlo a su destinatario, aunque bien que deseaba poseer un libro así. Ahora resta convencer a la editorial de que envíe ejemplares al organizador de nuestra conferencia, Phillip Peters; al Sr. Lee; así como a la Sra. Roberta Jacobson; al secretario de estado Sr. John Kerry y al presidente Barack Obama.

Necesitamos conocernos mejor.


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