martes, 6 de enero de 2015

Los riesgos del deshielo y las reformas

Tomado de Sur.Infonews, por Emiliano Guido

Desde la ventana de una habitación del famoso hotel Habana Libre, la capital cubana luce misteriosa y sensual. El sol ya es una bola de fuego a punto de ser engullido por un mar tan plomizo y oscuro como el cielo habanero. En unos minutos, la avenida 23 –principal arteria de El Vedado, el barrio de las embajadas, de la cinematográfica heladería Coppelia y del Habana Libre– comenzará a llenarse de estudiantes, artistas, jineteros (guías turísticos informales) y coco taxis. La noche es un juego abierto de luces, miradas y aromas picantes.

Sin embargo, ya de día, una música más monótona envuelve a la ciudad, uno de los últimos estandartes del comunismo internacional. El turista, o el periodista, transita el llano, recorre las páginas del solemne diario Granma, habla con gente a la que no puede caracterizarse de gusana (contrarrevolucionaria) y la pregunta del millón le zumba al oído como un mosquito molesto: ¿hacia dónde camina el socialismo cubano? Unos años atrás, un periodista de la agencia de noticias Prensa Latina le dijo Miradas al Sur que ciertas cosas del modelo comunista cubano ya no iban más.

"No puede ser que la libreta incluya todos los alimentos básicos y a todos los ciudadanos. Esa asistencia, ni siquiera, la dan China o Vietnam", advertía el colega y, automáticamente, brindaba dos pistas de los tiempos que se venían: menor intervención social del Estado y el ejemplo de la vía china como nueva escuela marxista-leninista a seguir.

Es cierto, cuatro años atrás, el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba aprobaba el documento central presentado por el jefe de Estado, Raúl Castro, denominado Lineamientos de Política Económica y Social, que abría una pequeña ventana al libre mercado. Sin embargo, después de caminar La Habana y abrir los cinco sentidos para ver qué pasa, queda la impresión de que dicha transición es a cuentagotas, a paso de tortuga, como marchan los viejos autos soviéticos Lada, que aún siguen rodando en la isla caribeña.

Sin embargo, en el último tiempo ha comenzado a brotar en La Habana una pequeña fracción de cuentapropistas. Se trata de personas que pueden montar un pequeño negocio privado gracias a un mínimo auxilio financiero del gobierno. Generalmente, utilizan una habitación de su casa con salida a la calle para negociar con el público.

¿Qué venden?Cualquier mercadería que no sea parte de las dos bocas de expendio comerciales clásicas de Cuba. Es decir, no ofertan, obviamente, ni los artículos de primera necesidad que monopoliza por el Estado ni, en la otra punta del menú, los artículos importados asibles en los escasos shoppings disponibles. Entonces, en un timbriche –apodo cubano de los negocios caseros– se pueden encontrar duchas, llaves, tuberías de agua, clavos, lámparas, bombillas o herrajes para baño.

Juan, que abandonó o fue abandonado de su puesto laboral en el ministerio de Comunicaciones, no fue muy optimista cuando habló con Miradas al Sur sobre su nuevo oficio de arreglador de bicicletas: "Repuestos no consigo y pesos, menos". En síntesis, esta nueva corriente del proletariado cubano –que comenzó a participar con columna propia en los desfiles proletarios del 1 de mayo– está dando sus primeros pasos. La duda radica en si serán sujetos de un nuevo tipo de modelo comunista o si expiraran como clase ante la falta de créditos y demanda.

Fernando Ravsberg, corresponsal de la agencia BBC en La Habana, también coincide en sus piezas periodísticas sobre las dudas que despierta la llamada transición cubana. En uno de sus últimos artículos telegrafiaba lo siguiente: "Quise saber más sobre las razones de la lentitud de los cambios anunciados, así que fui directo a la fuente, me acerqué al vicepresidente Marino Murillo y le pregunté: ¿por qué no avanzan más rápido en los llamados ajustes del modelo? Fue muy concreto en su respuesta:'tenemos un déficit de liquidez de divisas que hace más trabajosa cualquier transformación, la crisis mundial dificulta los créditos y también nos falta prepararnos mentalmente para los cambios".

La respuesta del hombre del Buro Político encargado de acelerar las reformas en Cuba parece lógica. Pero, ¿realmente, Raúl Castro tiene voluntad política de pegar un golpe de timón? Miradas al Sur le trasladó estos interrogantes a uno de los analistas más lúcidos del tablero latinoamericano, Pablo Stefanoni, secretario de redacción de la revista Nueva Sociedad, que esto aseguró: "Creo que Raúl Castro tienen la intención de cambiar, sustancialmente, el sistema económico, pero ello está bastante frenado por las discrepancias intra-elites.

El problema es que la transición debe avanzar dentro de una línea muy delgada por fuera de la cual todo podría descarrilarse. Y el gobierno cubano conoce muy bien lo que pasó en la ex URRS y Europa Oriental".

Por lo tanto, pareciera que Cuba camina hacia otro paradigma económico pero con mucha cautela, como si se trasladara a ciegas y en un campo minado. "Es que no sería la primera vez que se produce una apertura económica que termina unos años después con un cierre estrepitoso. La mayoría de los cubanos ya lo han vivido directamente y los que eran muy jóvenes conocen las anécdotas por sus padres. 'Yo voy a aprovechar esto mientras dure', me dice un amigo que abrió una cafetería. Es una filosofía bastante extendida que hace avanzar a la gente tratando de mantener siempre una muda de ropa seca, por si acaso", agrega Ravsberg desde la capital cubana.

Samuel Farber, un sociólogo cubano con residencia académica en Nueva York, acaba de escribir un interesante artículo para Nueva Sociedad donde dialoga con el presente de La Isla desde las páginas de la atrapante novela del cubano Leonardo Padura –El hombre que amaba a los perros–. Dice Farber que el libro de Padura –donde ficcionaliza la estancia en Cuba en los años sesenta del asesino de Leon Trotsky– es una excusa para debatir o criticar desde la izquierda, ciertos aspectos anquilosados del régimen cubano. Pero, además, Farber advierte otras cosas: "Sin embargo, el obstáculo más grande de nuestro país, a largo plazo, es de índole material. Me refiero a la creciente intensidad con que las fuerzas del mercado capitalista y del modelo de tipo sino-vietnamita se están imponiendo en la isla. El nuevo modelo está impulsado por los sectores de gerentes y tecnócratas afincados en las joint ventures con el capital extranjero en el turismo, níquel y otras industrias, y especialmente en el Grupo de Administración Empresarial (Gaesa), el poderoso sector empresarial de las Fuerzas Armadas".

Un par de datos político-económicos ayudan a entender mejor la peculiar coyuntura cubana. Primero, que el gran cambio del régimen cubano se dio, en realidad, durante el llamado período especial. Como recuerda el historiador cubano Sergio Guerra Vilaboy: "En dicha etapa, la capacidad de importación de Cuba cayó abruptamente de casi 8 mil millones de dólares anuales a menos de dos mil, mientras el PBI bajó un 40%". Con esos números cargados como una mochila pesada en la espalda, Fidel Castro abrió el juego: montó la industria del turismo con capitales extranjeros, democratizó el voto en la Asamblea Nacional (Poder Legislativo) y modificó el tono del relato político oficial, más nacional que internacionalista.

En su larga entrevista a Fidel Castro, el escritor español Ignacio Ramonet advertía que la política exterior y doméstica de Cuba se rige por un principio inexpugnable tomado de un apotegma jesuita: "En una aldea asediada, cualquier disidencia es traición". En caso de prosperar el desbloqueo económico norteamericano a La Habana, el gobierno cubano ya no tendrá ese tópico como principio rector de su política. En ese sentido, el sociólogo cubano Luis Emilio Aybar Toledo advirtió este fin de semana a la agencia IPS que el avance del deshielo diplomático entre Washington y La Habana precipitará en la mayor de las Antillas: "La vulnerabilidad a influencias externas de diverso tipo. El gobierno de Estados Unidos lo tiene claro, por eso dio este paso", advirtió el profesional, para quien la solución del dilema de la apertura cubana "radica en entender que se puede ser pragmático y al mismo tiempo radical".

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