Por Carlitos
Una triste historia de ofensas y cacerías de fantasmas ha protagonizado el debate en las últimas semanas, dejando dudas sobre cómo entendemos los cubanos (en especial los de izquierda) el concepto de unidad y qué rol jugará ello en nuestro devenir cercano. Mientras, se postergan debates medulares. Uno de ellos es el rol de los medios de comunicación en el proyecto socialista cubano.
Qué hay una crisis en la proyección de los medios de comunicación en Cuba es un hecho. No es una crisis reciente. Se profundiza una mezcla de excesos de controles e incapacidad para adaptarse a los cambios revolucionarios que se producen en las formas modernas de interacción social.
En un mundo marcado por la inmediatez y la extrema socialización de todo tipo de información, seguimos apostando por un modelo que privilegia el control. Mucho se habla de la censura, pero es un sistema mucho más complejo e improvisado donde las propias censuras, las sanciones, las declaraciones generan un ambiente de "secretos a voces" que confirman las verdaderas reglas del juego. No hay un canal, sino cientos a distintos niveles de las estructuras de nuestros medios que impiden, postergan, objetan, limitan la información con tal de preservar privilegios, estatus o hasta la capacidad de seguir aportando al proyecto.
Mientras, la era digital ha abierto una telaraña de medios alternativos que conjugan medios de prensa en toda su extensión, blogs y la interacción en las redes sociales. Con poca capacidad de ser restringidos en sus contenidos y alcance, estos medios han llenado el espacio que no llenan los medios oficiales, abriendo un mundo desconocido hasta ahora de debate y acceso a noticias de todo tipo.
Y si para la prensa oficial hay reglas y controles, para la alternativa hay muy pocos. Como en todo mercado mal o desregulado, la historia que ha acontecido es más que predecible: concentración de los periodistas y los blogueros en los medios que mejor pagan, concentración del público (mercado) en el seguimiento a estos medios y, por supuesto, afianzamiento de líneas editoriales que están en consonancia con sus fines comerciales y/o políticos.
Pareciera que obviamos el debate público sobre si habría en Cuba medios privados y cómo regularlos. Ya están aquí y con cierto nivel de institucionalidad. Y si ya es un hecho debe haber reglas claras, que no les den privilegios a unos a partir de los cuales puedan concentrar recursos y mercado. Cambiar monopolio estatal por monopolio privado me parece siempre la peor opción.
A ello habría que añadir que este mundo virtual es literalmente virtual para muchos cubanos, debido al atraso de nuestra infraestructura tecnológica. Muchos de mis amigos no están en la web, no escriben o ni siquiera leen. Algunos tienen internet, pero no Facebook o Twitter; otros tantos tienen correo, pero no internet. Y no todos tienen disposición y/o posibilidad de pagar 2 CUC la hora de conexión por estar informados. Entre la dinámica de la vida cotidiana y las difíciles condiciones de acceso a la web, muchos de los mejores criterios que he oído no llegan nunca al debate.
Más preocupante aun es no encontrar medios que reflejen, día a día, orgánicamente, toda la pluralidad del debate de los revolucionarios. Desde Patria hasta Pravda, todas las corrientes políticas han tenido en los medios de comunicación herramientas esenciales para la movilización y propaganda política. Pero nuestros medios oficiales, con mucha frecuencia, han convertido la propaganda en una idealización de la realidad, que en última instancia es una torpe subvaloración de la instrucción de nuestra gente y que únicamente logra el desgaste y el descrédito. Los medios alternativos que defienden el proyecto revolucionario, que no son pocos, no tienen (ni pueden tener) la regularidad, la articulación y el alcance de otros medios con estructura y financiamiento para ello.
La contraofensiva ideológica del capitalismo es esencialmente cultural y tiene como una de sus principales puntas de lanza a los medios de comunicación. El restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos otorga un papel protagónico a este plano de la confrontación. La incapacidad de los medios oficiales para adaptarse a este escenario de combate ideológico es como ir a la guerra desarmados y desnudos.
El modelo de comunicación política cubano está en crisis, no es una crisis reciente, sino una crisis que se profundiza. Como toda crisis, es también una oportunidad para resolverla. La buena noticia es que tenemos la materia prima para ello. Mirar los blogs personales, las declaraciones filtradas o conversar con nuestros periodistas, llena de esperanzas a cualquiera. Hay gente muy buena, muy preparada, muy joven y muy comprometida.
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