miércoles, 28 de septiembre de 2016

Colores para suavizar ausencias

Sobre el transporte público en La Habana (I)

Por JS

Las políticas de racionamiento acompañaron desde el pasado siglo (y lo siguen haciendo) a varias de las experiencias autodenominadas socialistas. La fórmula también se aplicó en otros países en épocas de crisis. En rigor, el racionamiento ha obedecido a dos objetivos fundamentales: por un lado, optimizar los recursos para disminuir los efectos nocivos en tiempos de “vacas flacas”; y por el otro, como fórmula para mantener determinados niveles de equidad y atención a sectores menos favorecidos.

El arquetipo de estas políticas en Cuba es la denominada “libreta de abastecimiento”. Pero no es la única. En los últimos años, en el transporte público ha campeado una manera de racionamiento mucho más rigurosa y deprimida que la anatematizada libreta.

Súbase a una guagua, y si el estado técnico de la misma aún lo permite, podrá identificar entre tres y seis asientos que rompen el cromático uniforme de sus iguales. Dobles en los identificados como “P” y sencillos en las rutas más tradicionales, se hacen acompañar casi siempre por un cartel indicativo de que están destinados a embarazadas e impedidos físicos. Es decir, si fuéramos a respetar estrictamente este esquema organizativo, a un ómnibus solo pueden subirse en cada viaje un máximo de seis personas entre embarazadas, madres o padres con hijos pequeños, impedidos o ancianos.

Como pasa generalmente, la dinámica entre racionamiento y consumo reprimido es tan cíclica, que uno no logra distinguir si los colores educan o ensombrecen el asunto. Lo cierto es que mucha gente ni siquiera respeta el esquema, y hay que batirse por “el asiento que me toca”. Acceder a los otros se ha convertido casi en una rareza, las madres pueden recorrer kilómetros con un niño de meses sin que reciban un ofrecimiento. Claro que las actitudes para eludir una acción positiva son diversas, pero en rigor, expresan aspectos significativos de nuestra sociedad.

  1. No hay dudas que este es un pueblo especialmente instruido: hemos convertido nuestros asientos en bibliotecas y hemerotecas. A no dudarlo, son los ómnibus de La Habana el principal sitio de lectura del Granma y otras bibliografías múltiples.
  2. El cubano es un pueblo significativamente trabajador, ni siquiera son creíbles nuestras dificultades económicas. Da lo mismo el horario, las arduas jornadas son un somnífero de larga data, de parada a parada.
  3. Tenemos una población con un pésimo estado de salud físico, los dolores y operaciones acompañan diariamente a quienes viajan en ómnibus. Por fortuna, todo el sistema está engrasado y generalmente, los enfermos van sentados.

Estas cuestiones no son menores  o de poca importancia, sobre todo para un país en que cotidianamente se expresan los problemas asociados a la baja natalidad y el envejecimiento poblacional. Los colores intentan suavizar ausencias que tienen que ver con la gente,  y todas las maneras en que nos organizamos, juntamos, dirigimos, pero en última instancia, con la gente. Por estos días, de propuestas de leyes para acá y para allá, auditorías, controles, reivindicaciones gremiales, artículos “profundos”, debates ideológicos; quizás pueda hacerse un tiempo a problemas como este, que tienen que ver con la vida diaria de miles (y millones) de nosotros.       

   

 

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