viernes, 3 de octubre de 2014

El huevo, la gallina o la administración del gallinero

Hace pocos días el periódico del Partido Comunista, Granma, hacía referencia a la necesidad de mejorar la productividad para aumentar los salarios, (1) pidiendo un mayor sacrificio de los obreros con el fin de crear más riquezas como única vía de mejorar sus ingresos.

Pero lo cierto es que muchas veces no está en manos de los trabajadores cubanos lograr una mayor productividad y eficiencia, sino de los directivos de sus empresas y de las estructuras burocráticas creadas por el gobierno con el fin de controlar y centralizar.

Dos de estas nefastas instituciones ya fueron desarticuladas, Acopio y Vivienda. La primera famosa por su ineficiencia para distribuir las cosechas y la segunda se había convertido en un semillero de corruptos que especulaban con la escasez de viviendas.

Sin embargo, aún queda mucho por hacer en el camino de las desburocratización. Se trata de un nudo gordiano imposible de desatar si no se tiene la decisión de tomar medidas radicales. Hay estructuras cuya desaparición es imprescindible para avanzar.

Es aconsejable además que cada uno ocupe el lugar que le corresponde. Me atrevería a decir que en ninguna parte del mundo el Ministerio del Transporte decide la marca de los motores que llevarán los buses que importan las empresas transportistas.

A diferencia de Cuba, en otros países las importadoras no deciden que se compra y a quien. Su papel se limita a hacer los trámites imprescindibles para el paso por aduana de los productos o equipos que los clientes decidan adquirir de acuerdo a sus necesidades.

Todos estos enredos de la corruptela burocrática hacen muy difícil el funcionamiento de las empresas que sufren porque se importan motores estadounidenses sin repuestos o porque los equipos médicos se pudren en aduana esperando que los importadores los recojan.

Durante los últimos días supe de más detenciones de altos funcionarios de las importadoras cubanas. Cada mes cae alguno preso sin que por ello se logre parar la corrupción que las carcome, vendiendo los contratos al que mejores "comisiones" les paguen.

Además acaban de condenar a un importante empresario extranjero que gracias a estos mecanismos robó al país decenas de millones de dólares. ¿Cuantas detenciones más harán falta para comprender que es ese laberinto burocrático el que facilita la corrupción?.

Las empresas cubanas están atadas de pies y manos, deben consultarlo casi todo y no disponen de libertad para administrar sus beneficios. Algunas tienen que pedir permiso hasta para contratar los servicios de una cooperativa o un cuentapropista.

A las verdaderamente productivas y eficientes no se les permite reinvertir libremente sus ganancias. Por el contrario, se las ordeña aplicándoles una arbitraria paridad entre el dólar y el peso cubano, tasa que sirve para financiar a los improductivos.

No son los trabajadores los que crearon estos mecanismos, no son ellos quienes designan a dirigentes empresariales incapaces o corruptos, tampoco son los que se inventan estructuras burocráticas innecesarias, ni fueron los que decidieron establecer la dualidad monetaria.

Pedirles a los campesinos que aumenten la cosecha sin garantizar los insumos imprescindibles para el trabajo dará escasos resultados. Igual que presionar a los obreros para que mejoren la producción si las máquinas están paradas por falta de piezas de repuesto.

Se trata de planificar la economía de tal forma que no se detengan los procesos productivos por falta de previsión, que los dirigentes empresariales paguen con sus cargos la ineficiencia y que los castigos judiciales por corrupción sean más severos.

Paradójicamente, hoy por robar en una vivienda se puede enfrentar una condena más dura que la aplicada a un ministro que especulaba con la comida de todos los cubanos o a los implicados en la muerte de decenas de pacientes del hospital psiquiátrico de La Habana.

Granma se pregunta "qué va primero: ¿salario o productividad?" y lo compara con el dilema del huevo y la gallina. Sin embargo, navega solo en la superficie porque difícilmente habrá mejores resultados mientras no se cambien las estructuras y los sistemas de dirección empresarial.

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