EDITORIAL
En horas como estas los desacuerdos y las críticas quedan atrás. Especialmente porque el camino a ellas se fundó en el sueño de construir una Cuba mejor, un mundo mejor, un hombre otro. Fidel Castro fue eso: el impulso para hacernos inconformes, críticos, para pensar que podíamos asir la utopía y luchar por ella, a contrapelo de un llamado permanente a la fugacidad del bien colectivo.
No creo probable que los fanáticos asomen la cabeza, pero podría ocurrir. A estas horas, lejos de la gente que lo sufre, haría falta entonces otra carga. No se trata de un estado lacrimoso, de la inmovilización, del desencanto; al contrario, es momento de seguir en las luchas cotidianas: seguir hablando del imperialismo, reivindicando el socialismo y criticando a los burócratas que lo retardan, lo funcionalizan al esquema dominante.
Fidel Castro dio un sentido otro a la revolución. Con él asumimos que la Patria no es patrimonio de nadie, que la revolución es más grande que nosotros, que la lucha es mundial, que las ideas se defienden a cualquier precio. Negar su lugar en la Historia de Cuba sería un acto infantil y malsano.
De seguro, la expresión de la gente en las calles, las redes sociales, las llamadas de madrugada, la necesidad de confirmación… son una prueba de que, a pesar de la distancia de los últimos años, de los graves problemas que enfrentamos, hay obras que perduran y símbolos que quedan.
Esta noticia nos une y al mismo tiempo, al menos a nosotros, nos llama a continuar un camino que bebió de la epopeya de 1959.
Gracias por este editorial y por el artículo titulado Un Fidel muy íntimo
ResponderEliminarnos muestran la gentileza y la valentía que necesitamos para que Fidel viva en cada uno de nosotros.