miércoles, 2 de noviembre de 2016

El otro país

Por Carlitos

No sé si seamos conscientes de la velocidad a la que crece ante nuestros ojos otro país, un país muy distante de los deseos y las políticas.

Tenemos otra economía, la de los paladares, los hostales, los mercados agropecuarios, los boteros, las remesas, los nuevos ricos. El salario no alcanza, por lo que la mayoría de los cubanos tiene un ingreso adicional o distinto (se ha aprendido a vender y a hacer de todo), mientras una parte no despreciable de nuestros gastos van al mercado negro.

La cruda economía ha dado luz a otra vedad, a otros valores, a otras desigualdades, al deterioro de la calidad de nuestros logros sociales, a una mayor mercantilización del arte, al crecimiento galopante de la corrupción en pequeños y medianos estratos.

Surgieron otros medios de comunicación. Nadie calcula el nivel de audiencia que tienen el paquete y el cable. A través del paquete llegan promociones del sector por cuenta propia, revistas de farándula y hasta programas de televisión privados. Y la función de informar y colocar temas de debate sobre la mesa va transfiriéndose rápidamente a medios alternativos.

Tenemos otro debate político y otro ser político distante del modelo establecido. Lo muestran la blogosfera, las redes sociales, los espacios académicos, las colas, la calle, las modas, el discurso de nuestros intelectuales y artistas, los que ya no quieren ser militantes, la irritación y la apatía de la gente, y los que se marchan de Cuba.

Tenemos otro país demográficamente hablando, porque según varios estudios más de un millón de cubanos nacidos en Cuba (algunos dicen que dos) vive fuera de nuestras fronteras y una parte no despreciable entra y sale con frecuencia por nuestros aeropuertos. Ese contacto cercano con otras realidades establece una visión del mundo muy diferente a la que cocinamos aquí adentro.

Lo sorprendente de este otro país (que realmente son muchos) no es su existencia. En definitiva, ello es resultado de sensatas y necesarias medidas tomadas en los últimos años: la reforma migratoria, el incentivo al sector privado, el acercamiento a Estados Unidos. Es resultado de lo que hemos podido ser en medio de agresiones, contextos, virtudes, aciertos, pausas y errores.

Lo sorprendente es la manera que tienen los medios, cierta izquierda y una buena parte del discurso político de hacer como si no existiera, como si no hubiera motivos para reconocerlo, o como si haciendo lo mismo de siempre pudiéramos de la noche a la mañana convertirlo en el país deseado.

Desde distintos frentes (políticos, administrativos, judiciales) se lanzan ofensivas contra los representantes del otro país, pero muchas veces pecan de injustas o inefectivas porque las causas de su existencia van más allá de las "malas intenciones de los hombres".

El otro país tiene vida propia, es el país. No nos gusta, no es el país de nuestros ideales, pero la única manera de superarlo es asumirlo como es, transformarlo desde lo que es y no desde lo que quisimos que fuera.

O nuestras estructuras políticas se adaptan a coexistir con este otro, a aceptar sus códigos y las virtudes que también tiene, a construir el socialismo a partir del diálogo y el consenso, a ganar el terreno ideológico a base de ideas y fórmulas que conecten con la gente y el país realmente existente, o ese otro país terminará por imponerse y ser el único, de la forma más anárquica y perjudicial para todos.

1 comentario:

  1. Quizas porque tristemente prevalence la idea del Todo o Nada. Con el riesgo de cada día perder más.

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